domingo, 20 de noviembre de 2011

FRANCIA – VALLE DE LOIRA

Como les comentaba en la publicación anterior, amanecimos en un pequeño pueblo llamado Aubeterre Sur Dronne. Recorrimos de mañana por este pintoresco lugar, visitando antiquísimas iglesias que aún se mantienen en pie pese al paso del tiempo.

Este pueblo rodeado de verdes praderas no fue tan extraordinario como los pueblitos que visitamos tiempo atrás al este de Francia. Pero de todas formas la pasamos muy bien siendo los únicos turistas que deambulaban sin rumbo en esas calles empedradas y desérticas.

Después, nos subimos al auto, y nos dirigimos a Angouleme. Una ciudad encantadora, con un castillo en el medio del casco histórico. Hoy día es el ayuntamiento. Pero este destino lo habíamos agregado en realidad porque en sus alrededores hay muchos de las enormes mansiones o castillos con esos jardines hermosísimos, pero averiguanos en el centro de información turística y nos decían que en esta época del año estaban todos cerrados. Por lo cual, seguimos viaje hacia Tours.

Previo a llegar a esta ciudad, nos desviamos, y nos fuimos hasta Villandry. Un pueblo donde se encuentra un castillo con un jardín muy pintoresco. Tras presentar nuestros carnés de prensa, ingresamos de manera gratuita al recinto, para encantarnos y enamorarnos de ese lugar.

Si bien el castillo propiamente dicho no estaba abierto al público, pudimos pasear y perdernos por ese enorme parque decorado con flores, árboles y arbustos podados de diversas formas, lagos, cisnes, y hasta una enorme huerta que sólo estaba para decorar y embellecer la vista con su diversidad de colores y formas.

Nos imaginábamos que si esto nos maravillaba, lo que sería visitar el jardín del Palacio de Versalles en los próximos días.

Cuando dimos por culminada la visita a este imponente lugar, nos fuimos a conocer Tours. Pero como ya era tarde, pues la idea era llegar a Orleáns ese mismo día, nos limitamos a recorrer un poco en auto. Realmente pintaba ser una ciudad muy agradable para pasar al menos toda una tarde.

Con el sol ocultándose a nuestras espaldas, seguimos viaje hasta Orleáns, la ciudad de Juana de Arco. Como llegamos de noche, hicimos tiempo en un shopping para no ir hasta un punto P tan temprano. Esa noche, sería la última en la cual dormiríamos en el auto. Fue duro saberlo, pues es duro aceptar que se acerca el fin de este largo viaje.

Hace tres meses que vengo durmiendo salteadamente, es cierto, en los tan acogedores puntos P de las autopistas europeas. Recuerdo la primera vez que nos quedamos en uno allá en Brujas con mis amigos. Inexpertos, pensábamos que cualquier P significaba que se podía dormir allí. La policía nos preguntó qué hacíamos, pero no tuvimos problemas y pudimos descansar.

Después supimos que los puntos P están sólo en las autopistas y que no se pueden armar carpas. Haciendo caso omiso de esto último, nos hospedábamos en estos lugares en distintos países europeos. Creo los de Francia y Suiza son los más confortables pues hay baños hasta con jabón y todo!

Esta última vez, era en Orleáns, a tan solo una hora y media de Paris. Costó dormir, costó aceptar que tal vez nunca más dormiríamos en estas condiciones; pues en los siguientes años, si viajamos, con más canas, y hasta tal vez con hijos, serán otras nuestras comodidades exigidas.

Nos despertamos, y sería injusto si les digo que conocimos Orleáns. Simplemente caminamos no más de una hora por la ciudad. Vimos un monumento a Juana de Arco, una hermosa catedral, y comenzamos finalmente los últimos largos kilómetros hasta la capital francesa.

Ese día también fu difícil. Pero con Cecilia nos propusimos hacer a un lado esos pensamientos de que cada cosa que hacíamos sería lo último, como cargar combustible, como hacer ruta, entre otras tantas cosas. Nos propusimos disfrutar los días que aún nos quedaban en Paris, y ser felices con lo que falta vivir, no con la nostalgia de lo que se hizo.

Así, llegaron los días de Paris. La segunda vez de Cecilia, y la cuarta vez mía en la ciudad luz.

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