miércoles, 9 de noviembre de 2011

FRANCIA – AVIGNON

Llegamos a Avignon en una lluviosa tarde dominical. Muchos se preguntarán el por qué visitar esta ciudad, qué tiene de atractivo este lugar. Lo cierto es que no sólo Avignon es catalogada la Ciudad de los Papas cuando a partir del siglo XIV comenzaron a residir papas en la ciudad, sino que también se encuentra uno de los puentes más famosos de Europa.

El casco antiguo está rodeado por una muralla que se conserva en muy buen estado. Esta muralla fue levantada por los papas, pues allí se encontraba su residencia, conocida como el Palacio Papal, hoy día es un enorme museo. Sus paredes llegan a tener hasta cinco metros de espesor, dando a entender lo importante que era proteger su interior.

El famoso puente de Avignon, es mundialmente conocido por la canción que todo niño cantó alguna vez en su infancia. Tuvimos que venir hasta aquí, para descubrir que sobre el puente no baila nadie y que lo que nos cantaban de niño, era todo un engaño.

El puente fue construido en el siglo XII, y fue de gran importancia estratégica pues era el único que cruzaba el Río Ródano entre Lyon y el Mar Mediterráneo. En la actualidad, sólo quedan en pie cuatro de los veintidós arcos que componían el puente original.

Nuestros carnés de prensa, nos permitió ahorrar los trece euros que cuesta por persona tener acceso al puente. El ticket también incluye un audio-guía, y la entrada al Palacio Papal.

Nos cultivamos bastante sobre todo lo concerniente a la historia del puente. Incluso, descubrimos que sobre el mismo, se encuentra una capilla donde entre tantas cosas, se cobraba un peaje cada vez que alguien pretendía cruzarlo.

Desde el puente, se tiene una vista espectacular del casco antiguo de la ciudad. Se ve la gran catedral y el Palacio Papal.

Siempre con el paraguas sobre nuestras cabezas, seguimos recorriendo Avignon, hasta que nos sentimos satisfechos de nuestra visita, y emprendimos viaje hacia la madre patria. En un trayecto que duraría cuatro horas, en ese día sólo adelantamos la mitad, dormimos en un punto P, y a la mañana siguiente ya estábamos prontos para pisar tierras españolas.

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