sábado, 12 de noviembre de 2011

ESPAÑA – BARCELONA

Este breve atraso en publicar sobre nuestra vivencia en la hermosa ciudad de Barcelona, ha servido para generar en muchos de ustedes un poco de intriga sobre lo que terminamos haciendo en ese hostal alejado de la ciudad.

En realidad decirles que no dudamos en salir como despavoridos del lugar, pasando por la recepción, pidiéndole la devolución de lo abonado, y con el dinero, y con la confirmación de que el noventa por ciento de los que allí trabajan son enfermos psiquiátricos, nos fuimos al centro de Barcelona en busca de algún otro hostal donde pasar las tres noches.

Fuimos a uno que se ubicaba en el centro y no tenía lugar, pero allí nos recomendaron otro que quedaba del otro lado de la manzana. Hasta allí fui mientras Cecilia me esperaba en el auto mal estacionado, y resulta que el hostal recomendado estaba cerrado, pero justo en frente, había un bar y restaurante con jamones colgando de su techo, que en su piso de arriba, tenían unos dormitorios muy confortables y a un precio accesible. Sin dudarlo, fui a buscar el auto para dejarlo en un estacionamiento privado a tan solo cincuenta metros de esta posada, y allí nos hospedamos.

Todas las noches bajábamos para tomar algún vinito, y comer esas deliciosas tapas tan típicas de España. Sin duda mis preferidas son las que vienen con jamón crudo de bellota. Allí conversábamos con el mozo, un catalán veterano, que con esfuerzo nos entendía el español, y conversábamos e intercambiábamos noticias y situaciones políticas, económicas y sociales de nuestros respectivos países.

Acá en Barcelona todos hablan catalán, pero no todos hablan español. Es más, si te hablan en español, es muy difícil entenderlos pues hablan tan rápido y entreverado, que no siempre se les entiende.

Nuestra visita a Barcelona consistió básicamente en dos días enteros caminando en todas las direcciones. El primer día caminamos ocho horas sólo parando para comer unos sándwiches en el banco de una plaza.

Fuimos a la basílica católica de la Sagrada Familia. Es famosa pues su arquitecto es el famoso Gaudí. La peculiaridad, es que aún está en construcción pese a haber pasado ya ochenta y cinco años de su fallecimiento.


Los propios catalanes denominan a Barcelona como la ciudad de Gaudí. Es que dejó su marca en varios sitios de la ciudad.

En lo personal, la basílica es un mamarracho, pero quién soy yo para opinar, sino entiendo nada de arquitectura moderna. Pero el hecho es que como simple visitante y observador, es un edificio llamativo, pero que dista del diseño de las catedrales que he visto a lo largo de este viaje.

Seguimos caminando, y vimos de Barcelona una ciudad segura. Al menos por los barrios que nos movíamos. Tal vez al haber sido advertidos tanto de que España no es tan segura como otros países europeos, veníamos preparados para chocarnos con una ciudad que no brindara la confianza suficiente como para caminar tranquilamente por sus calles. Claro está que nuestra primera experiencia del hostal, había prendido a full nuestras alertas, y caminábamos con cierto recelo.

Pasamos por la Pedrera u oficialmente conocida como la Casa Milá. Su arquitecto también fue Gaudí, y como es su estilo, la casa tiene una fachada que hace que no pase desapercibida entre los edificios que la rodean.

Seguimos caminando por la gran avenida Paseo de Gracia con sus famosas tiendas de marcas internacionales. Allí nos topamos con la Casa Batlló, que si bien fue construida por un tal Cortés, fue remodelada años después por el ya nombrado Gaudí. Y esta no va a ser la última vez que lo nombre, es que como les contaba, Gaudí es Barcelona o viceversa.

Tras pasar por Plaza Cataluña, empezamos a transitar por una calle muy famosa de la ciudad como es La Rambla. No me pregunten por qué, pero serán ellos o nosotros los equivocados, pues esta calle no queda sobre la costa, y visto que los catalanes tienen más años de historia que los uruguayos, me imagino que los equivocados somos nosotros al llamar “Rambla” a la calle que bordea la playa.

En fin, seguimos por esta calle que es perpendicular al Mar Mediterráneo, y en un determinado momento, sobre un costado, nos topamos con un enorme mercado donde venden jamones, frutas y verduras, y pescados. Pero lo que nos llamaba la atención eran las enormes patas de cerdo ya convertidas en jamones.


Al llegar a la costa, disfrutamos mucho de esa zona pues hay como un puertito, y cruzando un puente peatonal se llega a un enorme shopping, el cual también recorrimos.

Al salir del mismo, ya era de noche, y nos tomamos el metro para llegar a la posada. Solo era una parada de metro, pero estábamos extremadamente cansados después de caminar todo el día.

Pero aún nos quedaba más. Después de dormir bastante, al otro día nos levantamos temprano, preparamos los sándwiches para el almuerzo, y salimos otra vez a recorrer otras zonas de Barcelona.

Conocimos por ejemplo Plaza España y sus hermosas intermediaciones. Por ejemplo hay un shopping que antiguamente era una plaza de toros y que ahora mantiene su estructura exterior, pero por dentro está llena de tiendas comerciales.

Luego fuimos hasta una verdadera plaza de toros, pero sólo pudimos conocerla por fuera. Seguimos caminando hasta llegar al arco de triunfo. Pensar que uno se imagina que sólo París tiene uno, pero son innumerables las ciudades que lo tienen. Obviamente que el de París es el más imponente de todos.

Cruzamos un parque, rodeamos un zoológico, y llegamos hasta el barrio La Barceloneta, y a su playa. Allí, Cecilia tocó el Mar Mediterráneo por primera vez. Yo ya lo había tocado, e inclusive bañado en mi estadía en Tel Aviv, Israel.

Esta zona nos hizo acordar mucho a Montevideo. Una lástima a nuestra capital la baña un río en vez de un mar o un océano, porque realmente sería otra cosa ver esas aguas color turquesa como las de Barcelona.

Terminando la tarde, volvimos a la posada, y al otro día temprano partimos rumbo a Zaragoza, pero antes pasamos por un hermoso parque llamado Parque Güell, decorado al mejor estilo Gaudí.

Finalmente les puedo decir que Barcelona es una ciudad recomendable para conocer. Tanto por sus calles, como por sus tapas con jamón ibérico o serrano. Me imagino en verano será mejor su visita por el hecho de poder disfrutar también de sus playas. Y por último decirles que el catalán no es tan antipático como parece, y que se puede conocer gente sencilla y amigable como el mozo que nos atendía en esa humilde posada en pleno centro de Barcelona.

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