sábado, 23 de abril de 2011

FILIPINAS – Día 9 – El Nido

Anoche fuimos a cenar con los chiquilines al pub que queda al lado de nuestro hotel. Con las mesas en la arena, iluminado con las antorchas, comí un calamar entero a la milanesa, hasta la cabeza y todo me comí, exquisito realmente.

El noveno día en Filipinas, el penúltimo en El Nido, Martín, Matías y el Chelo se fueron a pescar embarcados, pero a mi como no me gusta pescar, no los seguí en su travesía, y decidimos con Nacho recorrer otras islas, otras playas.

Yo quería hacer el tour B, pues ya habíamos hecho el A y el C. Pero como Nacho no había hecho el tour A, hicimos un mix del A y el B. Si el día anterior, al ser cuatro, el bote era chico, imaginensé ahora, que sólo éramos dos, lo que era la canoa en la que nos embarcamos. No habíamos hecho cincuenta metros, y se apagó el motor, con Nacho nos mirábamos y nos reíamos.

Repetí las tres primeras playas que visitamos, la Small Lagoon, la Big Lagoon y Zimisu Beach. De más está decir, que por más que las haya repetido, las disfruté como si fueran la primera vez que las veía.

La siguiente playa fue la Snake Island, mismo nombre que una de las playas que habíamos ido en Honda Bay. El nombre es por su forma, pues vivoreando por el medio del agua, sobresale sólo arena. Pero parece que en esta época del año, la vívora se baña, pues no sobresalía arena, pero sí se veía el banco de arena. Bañarse allí, era como tocar el cielo con las manos. Nos quedamos largo rato nadando y caminando por el cuerpo de la serpiente, disfrutando de ese paisaje increíble.



Después de esta playa espectacular, nos dirigimos a una de las mejores playas de El Nido, Inabuyutan Beach. En realidad aquí no es que haya una playa mejor que otra, simplemente son tan distintas, que hacen que cada una tenga algo en particular que atrae.

Esta playa, se ubica en una montaña alta y rocosa, y en un costado, palmeras y arenas blancas. Llegando a la playa, ya se divisaban los cocos caídos descansando sobre la arena; y el agua verde, intentando arrebatarlos, para llevarlos con su corriente, hacia otra isla.

Aquí nos quedamos bastante tiempo, disfrutando de este aire tan puro, debajo de la sombra de una palmera con una vista maravillosa al resto de las islas.


Volvimos al hotel, cansados y quemados, pues no teníamos toldo en el botecito para que nos protegiera del sol, pero esta vez me puse bronceador, y no me quemé tanto.

Al sentarme en la terraza del hotel a escribir en el blog, cada vez que levanto la vista y miro el mar, es una postal que no me canso de ver. Esta vez, el cielo naranja me hipnotizó, y termino escribiendo estas líneas inmerso en este paisaje espectacular.



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