miércoles, 6 de abril de 2011

BALI – Día 6

Tras el desayuno, nos dirigimos al bosque de los monos en donde queda el denominado Templo de los Monos. Esto está ubicado a tan sólo dos kilómetros de nuestro hotel. Al llegar a la entrada del lugar, ya se empezaban a ver a estos simpáticos animales.

Entramos, con unas bananas que compramos en la entrada, y los monos se te abalanzaban en busca de una. Tal es así, que se te suben arriba hasta lograr su objetivo. Fue ahí cuando nos dimos cuenta que teníamos que esconder la fruta para que no te acosen.

Matías fue el primero en levantar la mano con una banana, y un mono se le tiró arriba, se le paró en el hombro, y obtuvo su premio. Yo quería hacer lo mismo, al igual que Matías, con un mono pequeño. Después de un rato de recorrer y ver cientos de monos por doquier, me atreví a hacerlo, pero mi experiencia no fue tan buena, pues el mono no sé que hizo que logró asustarme y así salí en la foto:


Termínense de reír de la foto che! Bueno, después de su carcajada, les comento que no me quería ir del lugar sin una foto con un mono en mis hombros, por eso, tras muchos intentos fallidos, logré la tan ansiada foto:


Después de pasar toda la mañana en este bosque, fuimos al hotel a refrescarnos en la piscina antes de hacer el check out.

A primera hora de la tarde, agarramos las motos y nos dirigimos con destino al Volcán Batur. De pasada apreciaríamos las famosas terrazas de arroz, de todas formas aquí en Ubud te puedes encontrar con plantaciones de arroz en el fondo de una casa, pero las terrazas quedan a unos kilómetros de aquí.

De más está decir, que el sólo hecho de hacer todo este camino en moto, te permite irte nutriendo metro tras metro de la cultura de este lugar maravilloso. Los niños saliendo de la escuela, las mujeres llevando cosas en la cabeza, gente trabajando en las plantaciones de arroz, entre tantas otras actividades de la vida cotidiana de estas personas que viven aquí en Bali.

Me olvidaba de contarles, que ni bien salimos de Ubud, Matías y el Chelo que iban en una moto nos perdieron de vista a Nacho y a mi. Nosotros llevábamos el GPS, por lo que los buscamos como una hora para ver si los encontrábamos. Pero no tuvimos suerte con lo que decidimos seguir viaje.

Llegamos a las terrazas de arroz, nos sacamos fotos y seguimos, es que el entusiasmo que teníamos, se nos fue apagando al ver que no encontraríamos a los chiquilines.
 


Seguimos rumbo al volcán, y en un abrir y cerrar de ojos, casi atropellamos a alguien que se cruzó en el camino. Pero resulta que ese alguien era Matías! Sí! Los encontramos! Yo no lo podía creer, me volvió el alma al cuerpo. Ahora sí me permitiría disfrutar al cien por ciento al estar los cuatro juntos.

En realidad no fue que casi lo atropellamos, pero queda mejor contarlo de esta manera…

Ya todos juntos seguimos rumbo al volcán, pero no sin antes hacer una parada en un lugar de donde se extrae uno de los cafés más caros del mundo. Entramos a una especie de quinta en donde se planta de todo, y obviamente café. Nos sentamos en una mesa rudimentaria, y no dieron para probar varios tipos de cafés, cual de todos más ricos. Obviamente que si queríamos probar el otro debíamos pagarlo. Una taza mediana cuesta un poco más de cien pesos uruguayos.

Se estarán preguntando por qué es uno de los más caros del mundo. Todo es consecuencia de su proceso de producción. Empieza en plantar café, cuando está casi para cosechar, una especie de hurón se come la planta, y tras pasar por todo su aparato digestivo, la defeca, y de ahí la limpian y se obtiene el grano de café. Como se ve en la foto de derecha a izquierda:
 

Al salir de este lugar, comenzó a llover, y aún quedaban como diez kilómetros para llegar a un pueblito al pie del volcán. Después de esperar un ratito a que dejara de llover tan fuerte, seguimos viaje. Empezó a llover más fuerte y paramos de nuevo para cubrirnos debajo de un techo. No sólo ya empezábamos a sentir frió porque nos mojábamos, sino porque también habíamos empezado a subir varios metros de altura por sobre el nivel del mar.

Con una llovizna copiosa y molesta, seguimos rumbo al volcán. La niebla cada vez más intensa no dejaba ver más allá de diez o veinte metros. Guiados por el GPS más que por nuestros propios ojos seguimos hasta una bifurcación en donde se encontraba un almacén. Preguntamos por el camino para ir al volcán y nos señalaban y decían “Ahí está” (en su inglés obviamente), pero “ahí” sólo se veía niebla. Un hombre que estaba en el almacén preguntó si queríamos hospedarnos en algún lugar. Y nosotros ya desesperados, con frío, y hasta nerviosos porque no sabíamos con exactitud dónde estábamos, accedimos.

Resulta que nos guió hasta un restaurante ahí cerquita, donde su dueño nos daría alojamiento. El tema es que nos alquiló un cuarto en una casa al fondo de su restaurante. Esa casa tenía un living con una gran terraza, después de la terraza precipicio y niebla; y tres dormitorios, uno con dos camas matrimoniales, otro con una sola, y otro que nunca supimos pues estuvo la puerta siempre cerrada y con la luz prendida.


Tapados con frazadas tirados en los sillones del living vimos una película mientras Matías dormía en el cuarto. Tras culminar la película trancamos las puertas de la casa, y nos fuimos a acostar no tan tranquilos al no saber si tras la puerta del cuarto número tres había alguien o algo…

2 comentarios:

  1. jaajajajaj, muy buena la foto con el monooooo jajajajjaajaja, cagonasooooooooo jajajajajajaajjajaj

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  2. jaajajajaj, muy buena la foto con el monooooo jajajajjaajaja, cagonasooooooooo jajajajajajaajjajaj

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