martes, 8 de marzo de 2011

YOSEMITE

Arrancamos el día muy temprano. Tras desayunar, salimos a las ocho de la mañana bajo lluvia rumbo a Yosemite. Un trayecto de cuatro horas. En el camino se te empiezan a tapar los oídos porque vamos subiendo montañas, pero la lluvia, celosa del paisaje, no nos permitía apreciar en su plenitud esos valles y esos lagos que inspiraron más de una vez a algún fotógrafo profesional.

Era extraño ver que por muchos kilómetros no había alambados, después veíamos los típicos ranchos americanos con sus graneros y cercos de madera. Es increíble como cosas que sólo veía por tele o en alguna foto, ahora lo podía ver en vivo y en directo.

La última hora del trayecto consiste en subir una montaña hasta los casi dos mil metros de altura. Esta parte fue muy tenebrosa, pues a los precipicios se le sumaban curvas sin barandas, carretera mojada por la lluvia y la ansiedad de todos nosotros por llegar a Yosemite.

A medida que subíamos la temperatura bajaba cada vez más. La camioneta marcaba un grado celcius en el exterior, y se empezaba a deslumbrar paisajes con nieve. Dos de mis amigos no conocían la nieve y estaban exitadísimos, esperaban poder tocar nieve. La cuestión es que si bien acá en el norte estamos en invierno, no esperábamos que en Yosemite hubise tanta nieve. Ni bien encontramos una parte con bastante nieve, clavamos los frenos y nos zambullimos en el suelo blanco. Pero eso no era nada en comparación a lo que nos esperaba arriba en la montaña.


Yosemite es un Parque Nacional en donde se pueden apreciar cascadas de cientos de metros de altura producidas por el deshielo de las montañas, así como también unos árboles gigantes (Cecóias, los cuales no pudimos ver debido a que el camino que nos llevaba a ellos estaba cerrada por la nieve), también se disfruta de un ambiente cien por ciento natural para purificar los pulmones contaminados de tanto asfalto de las ciudades.




También encontramos una pista de patinaje sobre hielo sobre la cual los chiquilines disfrutaron, pero mucho más disfruté yo al verlos de afuera por el espectáculo que generaban sus grandes caídas. Yo no me quise arriesgar, pues aún faltan ocho meses de viaje y no quiero hacerlo de muletas por un simple esguince. De todas formas a los chiquilines no les pasó nada; sólo se mojaron un poco, pero ahí mismo había un fogón que nos ayudó a calentar el cuerpo.


La vuelta a San Francisco fue agotadora, cuatro horas más de vuelta. Salimos del Parque y fuimos a cargar nafta en una estación abandonada en el medio de la montaña. Estaba todo tapado de nieve menos los surtidores, pues acá en Estados Unidos cada uno se abastece de combustible y paga con tarjeta de crédito. Era muy tenebroso, pues estaba anocheciendo y había una niebla muy espesa. En un momento pensé que si nos pasaba algo nadie se enteraría. Y todavía quedaba bajar la montaña con esos precipicios y esa niebla. Fue un descenso estresante, pero igual se disfrutó mucho.


Por suerte la lluvia paró en el momento que llegamos al Parque, y arrancó nuevamente cuando nos íbamos. Llegamos agotadísimos a las once de la noche y adivinen qué? Sí, nos encontarmos con nuestros queridos compañeros de cuarto!

5 comentarios:

  1. a full esas camperas de lluvias eheheheh? bo para cuando el reporte de la noche? con esos tigres sueltos....

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  2. claro dejate de paseo y mostrale a la banda la night

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  3. sí, muy lindo todo con el parque pero esas fichas no se quedaron haciendo muñecos de nieve... mostra la noche Juanchi

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  4. A mi son éstas las fotos que me gustan ver y lo que me interesa saber. Si era por noche, joda y demas te ibas a ibiza por una semana y listo no? Tus amigos no entienden un pito
    Besos tu hermanita

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