domingo, 27 de marzo de 2011

SYDNEY – Día 2

Mientras Nacho y Matías dormían, y el Chelo leía un libro, decidí ir pese a la lluvia, a recorrer la ciudad a pie.

Ya era el mediodía y el ayuno ya estaba al límite. Fue por eso que decidí comprarme el café con leche y las galletitas que les conté en una de las publicaciones anteriores.

Primero me dirigí para ver el Opera House, el trayecto fue muy bueno, puesto que pasé por una catedral, que justo al ser domingo, estaba dando misa. No podía dejar de pensar de que si mi abuelo veía eso, se alegraría muchísimo, es que estaba a tope; lleno de gente. Me quedé un rato mirando y escuchando. Fue muy lindo haber presenciado una misa después de años de no ir a una. No digo que haya sido lindo por mi creencia, porque de hecho se podría decir que soy como una especie de ateo, pero ver a toda esa gente cerrando los ojos, arrodillados y orando con tanta convicción, hacía apreciarlos con un enorme respeto.


Ya veía también la City Tower, es la torre más alta de Sydney, desde la cual se ve toda la ciudad. Pero como cobran para subir, y el carné de prensa no tuvo éxito, seguí camino rumbo al Opera House.

Cuando estaba por llegar, la llovizna se transformó en lluvia, pero esto no impidió brotar la emoción de todo mi cuerpo, cuando logré tocar con mis propias manos, esos techos blancos tan característicos. Cuando hay mucho sol, se hace casi imposible ver fijamente estos techos, pues tienen unos azulejos blancos que reflejan de gran manera la luz del sol.


Me quedé más de una hora recorriendo todo el lugar. Dejó de llover y empecé a disfrutar aún más mi presencia en el Opera House. Me saqué un par de fotos, en realidad muchísimas fotos, y empecé a caminar por el parque. De a ratos lloviznaba, y me refugiaba bajo la copa de algún árbol. El parque es enorme y hermosísimo. Aves extravagantes, flores, árboles ancestrales, estatuas, fuentes, y mucha limpieza, hacen de este lugar, un punto turístico que atrae a personas de todas las edades.

Habían bebederos desperdigados por todo el parque, y era ahí cuando aprovechaba a comer una de esas galletitas incomibles, y las bajaba tomando el agua de allí.

Me detuve en un banco que daba a la bahía con una vista al Opera House y al puente para poder descansar de semejante caminata. Al rato decidí ir al centro de la ciudad, donde se encuentran los edificios altos. Es un centro muy pintoresco, pues los edificios antiguos se conjugan con los diseños modernos y hacen que todo luzca muy atractivo a los ojos.


Seguí caminando hasta el acuario, y el carné de prensa lograba tan solo un 25% de descuento, pero no era suficiente, por lo que no me daba para pagarlo, pues recuerden que había sacado muy poco dinero. De todas formas el acuario se encuentra en un muelle muy pintoresco, por lo que caminar por allí sustituyó el paseo dentro del acuario.

Ahora quedaba volver al hostal. Obviamente caminando. No hay mejor manera de conocer una ciudad que caminar por sus calles, jugar a perderse entre la gente. Después de unas cuantas horas, llegué al hostal y ahora me encuentro escribiendo estas líneas para seguir compartiendo con todos ustedes, casi en tiempo real, todas mis vivencias en la ciudad de Sydney.

1 comentario:

  1. Divino Sydney !! Lastima q sea tan caro!! Pero no hay un supermercado donde t puedas comprar pan, manteca y leche. Capaz t sale un poco mas pero te llena y dura mas. Galletitas incomibles es un poco exajerado! Espero no te queden tantos dìas sino vas a quedar flaquito :) besotes!!! Cuando llegues a suiza te pongo al engorde!!!

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