miércoles, 13 de julio de 2011

TURQUÍA - Día 1 - ESTAMBUL

Llegamos a Estambul a media tarde, y tras hacer el check in, mientras muchos dormían después de un vuelo corto pero cansador, yo salí en solitario a caminar por los alrededores del hotel.

Si de algo estoy seguro, es que mi capacidad de asombro no tiene límites. Es que en las primeras cuadras ya pude vislumbrar la belleza de esta ciudad. Desde la vereda del hotel, se ve la ría llamada Cuerno de Oro. No es un río pues no desemboca en ningún lado, sino que su agua salada proviene del Mar Bósforo. Este mar, es el punto más estrecho entre el Mar Negro y el Mar Mediterráneo. Escribo esto, y ya no puedo creer estar entre estos mares tan conocidos a nivel mundial. Es que claro, estoy en Estambul. Ciudad que pertenece de un lado del Bósforo a Europa, y del otro lado al continente asiático.

No sé si fue mi hambre de empezar a ver ciudades europeas, pero Estambul, junto con San Francisco, han sido las ciudades más lindas que he conocido. Tanto que me atrevería a decir que en ambas ciudades no tendría problemas de vivir.

Me empecé a perder entre las empedradas calles de la ciudad y terminé desembocando en una torre medieval, ícono de Estambul. Las calles son muy pintorescas, llenas de barcitos, panaderías, verdulerías, entre otros comercios. Y no falta quien con un carrito vende cerezas, duraznos, hasta está quien vende castañas y choclos cocidos. Imagínense la mezcla de aromas que predomina en las calles. Parecería hipnotizar a uno y querer comerse de todo. 


Regreso al hotel, y resulta que a tan sólo tres cuadras del hotel, hacia una dirección que no había apostado a descubrir, se encuentra una de las peatonales más grandes del mundo, es la peatonal que nunca duerme. Por lo tanto después de ducharme, fuimos con unos amigos a conocerla.

Si me había sorprendido la cantidad de bares que había visto más temprano, ahora, casi me desmayo. Es que no sólo la peatonal está llena de bares y tiendas de ropa, sino que en las calles y callejuelas paralelas y perpendiculares a la misma también se encuentran todo tipos de bares y restaurantes. Son miles, y creanmé que no exagero. Grupos tocando el violonchelo, otros el saxo, otros la guitarra, y otros simplemente cantando. Hay una diversidad de estilos tan amplia que es imposible no encontrar el lugar que te guste y atrape.

Por supuesto que en esta zona estaba lleno de lugares de venta de una de las comidas más típicas de Turquía: el Kebab, eso que es un pan de pita relleno de verduras con trozos de pollo o de cordero. Comer aquí en Estambul es muy, pero muy barato. Es que se come rico y en abundancia por poco dinero. Por ejemplo estos kebab los podemos encontrar desde veinticinco pesos uruguayos.


Una peculiaridad es lo poco que hablan inglés, la inmensa mayoría sólo hablan turco y en los comercios nos hacemos entender por medios de señas, recordando viejos tiempos como cuando estábamos en China.

Volvimos al hotel, y todos con la sensación de estar en una de las ciudades más lindas de todas.

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