jueves, 7 de julio de 2011

JORDANIA – Día 2 – PETRA

Por la mañana, cuando el sol apenas empezaba a iluminar el cielo, nos levantamos, y sin desayunar, nos subimos a unas camionetas 4x4 para realizar un safari por el desierto de Jordania.

Estaba fresco, pues el sol aún no calentaba el aire seco de Wadirum. Nuestro conductor, un adolescente de dieciocho años, manejaba mientras cinco amigos y yo nos ubicábamos en la caja de la camioneta.

Empezamos a andar por el desierto, y el paisaje que se veía era hermosísimo. Mucha arena y montañas de piedra arenisca. Tan árido, que se nos secaba la garganta de sólo respirar. Kilómetros y kilómetros de desierto, y nosotros, derrapando en la arena, íbamos recorriendo los rincones más pintorescos.

Paramos varias veces para contemplar tanta belleza y fotografiarnos para que nos quede el recuerdo no sólo en nuestra retina y memoria, sino también estampada en una foto para poder compartir lo vivido.

Después de más de dos horas, volvimos al campamento, desayunamos, y emprendimos viaje hacia Petra.

La ruta era el único rastro de civilización en el trayecto. Alguna cabra y algún camello se lograban divisar entre el color amarillo del desierto jordano. Llegamos antes del mediodía, hicimos el check in en el hotel, e inmediatamente fuimos a conocer la ciudad antigua de Petra.

¿Qué contarles de la segunda maravilla mundial? Entramos a las once y media de la mañana, y mientras la mayoría volvió al hotel después del mediodía, yo seguía contemplando ese lugar, tanto, que regresé a las siete y media de la tarde, cuando el sol ya empezaba a despedir el día.

Para serles sincero, mi ignorancia, me hizo pensar que Peta sólo consistía en La Tesorería (edificio más famoso de la ciudad) cuando en realidad eso sólo era la punta de un iceberg tan grande que hace quedar boquiabierta a quien visite el lugar.

La entrada a la ciudad, se hace por entre las montañas, que forman un corredor por momentos muy angosto. Viendo apenas algunos rayos de sol colarse por entre las rocas. Esto ya nos impactaba, pero con el paso de los kilómetros caminados, la ansiedad por ver La Tesorería aumentaba de manera exponencial.

De repente, el angosto corredor termina, y deja al descubierto una belleza difícil de expresar. Pero emocionaba el hecho de ver cómo en aquélla época, tallaron la montaña. Siendo las columnas y los detalles más pequeños todo una pieza, es decir que no agregaron nada extra, todo es la montaña maciza tallada hasta lograr semejantes formas, semejantes diseños. Qué maravilla!

Como les comentaba, yo pensaba que Petra sólo consistía en esto. Pero resulta que siguiendo el camino, se contempla cientos de huecos cavados en las laderas de las abruptas montañas de piedra arenisca. Muchos de estos huecos con fachadas que decoraban con delicadeza tanto las tumbas como las casas de los hombres que habitaban la ciudad.

El color de la piedra es realmente espléndido. Es que se ven colores tanto rojo, amarillo, como negro. Estos colores son causa de la oxidación de los distintos minerales que componen la piedra.  

Seguimos caminando, y me subí a una roca de al menos unos cuarenta metros de altura, y sentado en su cima, me quedé largo rato contemplando la ciudad y el paisaje que la rodea. Cuestionándome tantas cosas como por ejemplo cómo hubiese sido vivir en esa época. Al principio compartí este largo rato con migo mismo, y después con el Ciervo (el amigo que viajó conmigo desde Bali hasta China). Con él seguimos filosofando y disfrutando del lugar.

Desde esta roca vi que me quedaba por recorrer una parte de la ciudad, por eso, después de más de una hora en el borde de dicha roca, bajé, y seguí recorriendo la ciudad pese a que el sol ya empezaba a esconderse.

Cuando llego a lo que yo pensaba que era lo último, me encuentro con unos compañeros que venían bajando unas escaleras talladas en la ladera de una de las tantas montañas. Al preguntarles de donde venían, me dicen que vienen del mejor lugar de Petra, pero que está a unos cincuenta minutos de caminata.

No me podía ir sin antes ver esto que me decían mis compañeros. Por lo tanto empecé a subir las escaleras a un ritmo acelerado, pues no podía volver al hotel de noche, pues sin luz, sería muy peligroso andar por entre las piedras y precipicios.

Ya el trayecto arrojaba vistas espectaculares. También niños que ofrecían llevarte montaña arriba montado en un burro. Obviamente que por orgullo y por tacaño, seguí el camino a pie sin aceptar el servicio.

Casi al punto de la deshidratación, tuve que comprar una botella de agua después de haberme negado durante todo el día a pagar una fortuna por algo tan básico como el agua.

Con más fuerza, seguí caminando, hasta llegar al primer lugar anhelado. El llamado Monasterio. Esto es otra construcción tallada en una montaña de dimensiones mucho más grande que La Tesorería. Pierde belleza pues no tiene detalles tan delicados y perfectos, pero su tamaño impresiona muchísimo.

Después de disfrutar de este lugar, seguí camino hasta donde dicen está el mirador más lindo de todo Petra. Por lo tanto, después de seguir subiendo escaleras de piedra y escaleras talladas en la misma montaña, llegué al mirador, y creanmé que realmente es el más lindo de todos. Hacia un lado se ve todo el desierto, y hacia el otro, la ciudad antigua de Petra.

Allí arriba me encontré con cuatro compañeros del grupo, y emprendimos juntos el descenso y el regreso al hotel.

Cuando pasamos de nuevo por el Monasterio, recuerdo un mail de mi tío Diego que me decía que debía llegar hasta el final del camino, y allí donde se encuentra un Campanario (en realidad el Monasterio) debía subirme al techo del mismo.

Fue así que escalando un poco la montaña por el lado izquierdo y subiendo por una escalera tallada en la misma montaña, logré subir a lo más alto. Qué vértigo! Pero todo sea para sacarme la foto. Bajé, y seguimos caminando todos los kilómetros que habíamos hecho durante el día.

Mis piernas, chuecas y flacas, ya imploraban un descanso. Pero no fue hasta después de una hora, con poca luz y con pocos turistas en el lugar, que logramos llegar al hotel para cenar y descansar después de uno de los días más impactantes del viaje.

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