lunes, 25 de julio de 2011

GRECIA - Días 2,3,4,5 y 6 - MYKONOS

A unas horas de dejar Mykonos, me encuentro en la encrucijada de ver cómo empiezo a escribir y describir mi estadía de cuatro días y medio en esta isla griega que tanto trasciende mundialmente. 

Cuando arribamos, nos esperában en el puerto muchísimas personas ofreciéndonos alojamiento. Junto con cinco amigos, elegimos un lugar, y la dueña, nos llevó en su descapotable amarillo hasta lo que sería nuestra primera casa. ¿Por qué primera? Pues porque si bien tenía una hermosa vista y estaba cerca de una playa, quedaba demasiado lejos de todo lo que a nosotros nos interesaba, como por ejemplo Paradise Beach, que de hecho, para ir a dicha playa, debíamos tomarnos dos ómnibus. 

Por esta razón, al otro día nos mudamos al pleno centro, a una cuadra de donde se encuentran los cinco molinos característicos de Mykonos. Y a dos cuadras de la estación de ómnibus desde donde cada hora salen ómnibus hacia distintas playas. Pero claro, era un cuarto muy cómodo con aire acondicionado y otras cosas que hacían que su precio no pudiese ser soportado por más de una noche, por lo que al otro día, nos volvimos a mudar. 

Nos fuimos a un hostal, donde hay muchísima gente del Grupo de Viaje, lo que lo hacía acogedor. Este lugar queda más cerca de Paradise Beach, sólo nos tomamos un ómnibus, y a quince minutos caminando del centro. 

Si bien es una isla pequeña, se necesita de un vehículo si uno pretende recorrer sus distintas playas. Por eso, junto con Carlos (el docente acompañante) que ya terminó su labor como tal, pero que ahora como amigo sigue algunas semanas más, alquilamos un cuatriciclo, y salimos a conocer la isla. 

Así llegamos a la playa que más me gustó de todas, Ftelia. Poca gente, playa abierta, agua cristalina y no tan helada. Después fuimos a otra, Sant Stefano. Por último fuimos a otra playa en busca del atardecer. Su nombre Kapari, una playa diminuta, pero el sol justo se ocultaba en frente a la pequeña bahía.




Al otro día, antes de que se cumplan las veinticuatro horas del alquiler del cuatriciclo, fuimos hasta Paraga Beach, con sus dos rocas características que sobresalen del agua, desde donde muchos toman sol, o se zambullen al agua. Luego fuimos a otra playa famosa de Mykonos como es Super Paradise. En más de una ocasión debimos bajarnos de la moto, pues las subidas eran tan empinadas, que no le daba la fuerza al motor como para poder subirlas. 

En todas estas playas se ven toples de todas las edades, así como también se ve nudismo, pero en este último caso de personas adultas. 

Manejar por las calles de Mykonos es muy lindo por los paisajes que se ven. Pero a su vez es muy peligroso no sólo por las curvas y subidas, sino también por el porcentaje de alcohol en sangre de la mayoría de los pilotos. Muchas son las personas que se ven con vendas o con enormes raspones en codos, caderas y piernas.



Pero basta ya de chachara, a partir de ahora, me voy a explayar más en la diversión y descontrol que predomina en Mykonos, que de los hermosos paisajes áridos y montañosos que contrastan con el azul del Mar Egeo. Es que es una isla muy pintoresca, con sus casitas blancas y aberturas azules, con sus molinos y sus callecitas, con sus santa ritas y sus playas. Todo se conjuga para hacer de Mykonos, un destino inolvidable.


Pero señores, quien viene a este lugar del mundo, sabe que se topará con cientos de italianos, con muchos australianos, y con algunos sudamericanos. Todos, en busca del descontrol prometido.

Por eso, esta publicación, a partir de estas líneas tomará un tono explícito. Pido a los lectores menores de edad, se abstengan de esta lectura, y que los mayores me perdonen, pero no hay mejor manera de explicar las situaciones sin censura en las descripciones.

Entre tantas playas, hay una en particular, llamada Paradise Beach, donde se encuentran además de cientos de reposeras, unas discotecas. Una de las cuales, Tropicana, es la más destacada. La música electrónica por excelencia, empieza a hacer vibrar la arena a partir de las cinco de la tarde, hasta la una de la mañana, momento en el cual la gente se va a otra discoteca cercana, donde cobran entrada.

Pero qué contarles de Tropicana. Creo que sólo basta con mencionarles que su dueño, Sasa quien siempre está de sunga con un elefantito, tiene como eslogan "Open your mind, open your pusy". No haré la traducción al español, pero ya todos se imaginarán, sino, los invito a que tomen un diccionario Inglés-Español y se saquen la intriga. Esta frase la repite una y otra vez, y la gente salta y grita de excitación.

Todos bailando de trajes de baño, las mujeres subidas en las mesas, en la barra, en las sillas. Cerveza, tequila, vino, y todas las bebidas alcohólicas habidas y por haber en las manos de quienes bailan al ritmo del punchi punchi. Bailando cual un cabaret, se ven parejas apretando desaforadamente mientras Sasa sigue repitiendo "Open your mind, open your pusy".


Parece que con semejante ambiente, la gente se desinhibe, y ayuda a que el descontrol se generalice y recorra toda la pequeña playa de Paradise. Es que las reposeras no solo sirven para tomar sol. Se ven parejas teniendo relaciones sexuales en ellas. Recuerden todo empieza a las cinco de la tarde, y aquí el sol en alta temporada, se oculta a las ocho y media, lo que hace que se vea todo con claridad.

Un día fuimos temprano, porque por lo general, nosotros íbamos a eso de las ocho, pero como les decía, un día fuimos temprano, estábamos con un grupo grande de uruguayos tomando algo en las reposeras, que vaya uno a saber si fueron utilizadas la noche anterior, cuando de repente vemos en el agua, a unos dos o tres metros de la orilla no más, a una pareja haciendo de lo suyo. Nosotros junto con unos tanos allí cerca les empezamos a aplaudir y a gritar, y tras voltear la cabeza para mirarnos, esbozaron una satánica sonrisa, y siguieron como si nada.

Otro episodio, ya de noche, voy por la orilla hasta llegar a la discoteca, y de repente, empiezo a escuchar unos gemidos feroces, cuando volteo la vista, me encuentro con una pareja haciendo también de las suyas mientras las reposeras de alrededor estaban repletas de gente bebiendo alcohol.

Un párrafo aparte se merece un personaje totalmente desagradable, que todos los días lo encontrábamos bailando arriba de alguna mesa. La particularidad de este señor mayor, de pelo largo, es que sólo se vestía con una sunga, pero esta le cubría solamente el pene, quedando los testículos al aire. Pero esto no era porque sí, sino que pretendía mostrar las decenas de piercings que tenia en sus genitales.

Obviamente su baile consistía sólo en movimientos pélvicos de adelante hacia atrás y de atrás hacia delante, cosa de que su miembro se mueva al ritmo de sus movimientos. Dos por tres, con su pene erecto, se sacaba la sunga para captar todas las miradas del público presente. No hubo quien no se saque fotos con él. Yo en particular, me limité a fotografiarlo desde lejos, para poder mostrar lo descontrolado de Paradise Beach.

Esto es algo de lo que vi en estos cuatro días. Tengo amigos que su estadía fue más prolongada, y les puedo asegurar que sus anécdotas son más, pero mucho más espeluznantes.

Les pido perdón por no haber escrito nada en estos cinco días, pero créanme que es muy difícil tener tiempo y concentrarse después de tanto descontrol.

1 comentario:

  1. Hola juanchi, como estas?? Estoy planificando mi viaje a europa para julio del 2012 y tengo tu planilla de gastos del viaje. En los costos reales, están incluidas las salidas, alcohol y todo eso?? jaja... o estan estimadas por fuera?? gracias abrazo

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