jueves, 16 de junio de 2011

HASTA LUEGO NEPAL


Ahora estando en India, con los días más procesados en mi cabeza, puedo ponerme a pensar en lo hermosísimo que fueron mis días en Nepal. Tal vez sea que no esperaba tanto de ese destino, o mejor dicho, nunca me había cuestionado si Nepal sería lindo o no.

Fue así que cuando llegué e íbamos en el ómnibus para el hotel, mis ojos se horrorizaban de lo que veían a través de sus pupilas. Es que tanta miseria hacía sentir un repudio a la primer ciudad que conocí que fue su capital Kathmandú.

Pero una vez que empecé a caminar por sus sucias calles, a mezclarme con la gente, a intercambiar miradas y palabras con ellos, pude descubrir y sorprenderme de su educación, cultura y tradición.

Tal vez fue todo eso lo que hizo que atrás quedara la estética ciudadana, para ponderar más a los propios ciudadanos. Su vestimenta, sus sonrisas y sus ojos tan expresivos, cautivan a quien visite Nepal.

Y cuando dejamos la capital, e incursionamos al interior del país, todas estas sensaciones se potenciaron aún más. Tal vez sea la energía de las montañas tibetanas, o tal vez no haya más excusas que el propio estereotipo del nepalés.

Me fui de Nepal, y me quedo con la sensación de que debo volver a estas tierras. Estuvimos tan cerca del Tibet, y no pudimos conocerlo más que ver sus montañas desde lo lejos. Me gustaría volver, y caminar hasta el campamento base del Monte Everest a más de cinco mil metros sobre el nivel del mar. Dicen que este camino es espléndido. Que vas conociendo la cultura tibetana en el trayecto y que se llega a tener un conocimiento muy profundo de tu propio ser. Meditación y concentración son requisitos fundamentales para llegar al campamento base.

Pero de todas formas me voy satisfecho de haber conocido Kathmandú, el Parque Nacional de Chitwan y Pokhara. Fue una semana muy disfrutable donde me convencí que uno no puede juzgar un país por la estética de sus ciudades, sino que uno recién puede obtener una conclusión de si un país es agradable o no, al permitirse conocer a su gente.

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