domingo, 26 de junio de 2011

EGIPTO - Día 2 - EL CAIRO

Después de tener uno de los mejores desayunos del viaje, nos aprontamos para el gran día. El día en que veríamos después de tanto haber estudiado y filosofado sobre su construcción y demás, las tan ansiadas pirámides de Egipto.

Mientras nos dirigíamos a estas maravillas mundiales, le preguntamos al guía que nos contara de la revolución que hubo a principio de año en este país. Con la frente en alto y el pecho inflado, símbolo de orgullo, nos contaba que los jóvenes egipcios, gracias a las redes sociales de internet, promovieron una gran movilización que fue tomando fuerza, hasta lograr movilizar a todo un país al grito de "Basta de corrupción".

Nos decía que a diferencia de lo que está pasando actualmente en Libia, el ejercito, apoyó al pueblo, respanándolo en cada momento y evitando actos de extremada violencia. Nos comentaba también que él nunca iba a votar pues sabía que los resultados estaban arreglados. Pero que ahora, en seis meses iría con toda la familia a votar por primera vez con democracia confirmada. 

Tener toda esta información de primera mano, es algo muy valioso. Se me erizaba la piel a medida que nos contaba todos los detalles de la revolución.

A medida que íbamos llegando a las pirámides, ya se dejaban ver por detrás de las casas las dunas del desierto. Es muy raro ver el Río Nilo rodeado de vegetación, y de repente el verde se transforma en amarillo.

Llegamos, y como consecuencia de la revolución que les comentaba, los cientos de miles de turistas que visitan estas maravillas, este año eligieron otros destinos, ocasionando que sólo seamos nosotros los turistas allí presentes. Sólo las pirámides y nosotros. ¿Qué más podíamos pedir?

Lejos de ahondar en la historia de las pirámides que ya todos conocemos, me limitaré a expresar las sensaciones experimentadas allí. Como por ejemplo, la felicidad sentida al pararme sobre uno de los tantos enormes bloques de la pirámide de Keops, la más grande de todas.


Los vendedores allí presentes, eran realmente insoportables. Pero entendibles de cierta manera, puesto que este año sus ingresos bajaron enormemente como causa del escaso turismo. Por lo que al vernos, se nos avalanchaban para lograr vendernos cosas. Y cuando veían difícil su objetivo, intentaban con otros recursos como el que les contaré a continuación.

Uno de los ejipcios que se encontraba con su camello, ofreció a una compañera sacarse una foto con él encima del camello. La compañera aceptó, y cuando su novio se preparaba para sacar la foto para imprimir y encuadrar, el ejipcio empezó a galopar desenfrenadamente, y cual una especie de secuestro se la llevó lejos, sintiendo la sensación de estar en el medio del desierto, pero no estaba sola, su novio tras correr como un despaborido en busca de su amada, ya se encontraba a los pies del camello. Pero el egipcio les exigió una determinada cantidad de dinero, sino no la bajaba. Después de pagar el rescate, volvieron a donde estábamos todos y denunciar el hecho con nuestros guías. La policiía nunca volvió a ver al chanta del camello, quien debe de seguir haciendo de las suyas allá en las pirámides.

Otro suceso fue que a otro compañero, le sacaron dinero de la riñonera mientras intentaban venderle un turbante, y así tras estos hechos, hicieron que cada vez que alguien se me acercara, le ladraba como un perro rabioso, y lograba espantarlos. Pero todo esto no opacó mi felicidad de estar allí, inmerso entre más de cinco mil años de historia.

Seguimos a otra pirámide, a la de Kefrén. Aquí ya no habían ni vendedores. Completamente sólos empezamos a sacarnos fotos. Aparecían policías que te aconsejaban sacarte fotos en lugares estratégicos, a cambio de alguna propina, pero no tendrían suerte con los contadores uruguayos. 

Esta es a mi entender la pirámide más linda de todas, tal vez porque aún conserva en la punta el reboque que en un principio revestía a todas en su totalidad, no lo sé, pero aquí me quedé varios minutos contemplándola y admirándola con los ojos empapados de emoción.



Después fuimos a la pirámide más chica de las tres, la llamada Micerino. Aquí decidimos entrar con un amigo para ver cómo eran las pirámides por dentro. Fuimos los únicos del grupo en ingresar en ésta. Debimos entrar agachados, bajando por un túnel de unos cincuenta metros, donde se encontraba una especie de pulmón donde pudimos pararnos rectamente, y luego seguimos agachados hasta donde se enconraba un sarcófago.

Se preguntarán el por qué no entramos a la pirámide más grande. La razón es porque nuestro guía no nos recomendaba gastar dinero en entrar allí. Que no había más que un tunel. Pero sí nos recomendó la más chica, no sólo porque su entrada era más barata, sino porque al menos veríamos un sarcófago. Obviamente que muchos entraron a la pirámide grande, y les encantó.

Luego fuimos a un punto panorámico donde poder contemplar las tres Pirámides de Guiza. Desde allí, la pirámide de Kefrén parece ser la más alta, pero sólo es porque se construyó a un nivel superior que la de Keops.



Por último fuimos a ver a la Esfinge, construída en una sóla piedra, revestida de bloques que la hacían tener mejor definición en sus formas. A la pobre Esfinge se le notan el paso de los siglos. Ya sin nariz, y con muchas de sus paredes totalmente deterioradas, ha sido fiel guardián y testigo de las invasiones sufridas a lo largo de los miles de años de historia.



De aquí nos fuimos a la primera capital de Egipto, Memphis. Fundada alrededor del tres mil cincuenta antes de cristo. Aquí vimos grandes monumentos del faraón Ramsés II. De camino a este lugar nos encontramos con una manifestación que hizo que nos desviáramos un poco del camino original. Pero aquí descubrimos el por qué de la presencia de un hombre de negro en cada ómnibus. Resulta que son policías que tienen una metralleta automática en su espalda. Están sólo para cuidarnos de atentados terroristas. Y se los vió muy nerviosos tras la manifestación que cortaba el camino.

Después de Memphis, fuimos a Sakkara donde se encuentra la primer estructura de piedra más antigua de Egipto y del mundo. Esta estructura es la pirámide escalonada. Allí continuábamos siendo los únicos turistas osados de pisar tierras egipcias. A ésta pirámide la estában restaurando, perdiendo un poco el encanto de ver sus piedras intactas.



Para finalizar el día, fuimos a un lugar donde nos explicaron cómo se hace el papiro, y después fuimos a la estación de tren, desde donde nos tomaríamos precisamente un tren rumbo a la milenaria ciudad de Luxor. Este viaje nos llevaría toda la noche, por lo que dormiríamos en unos pequeños pero confortables camarotes.



Disculpen lo extenso de esta entrada, pero en este segundo día en Egipto conocimos cosas que toda la vida soñamos con poder conocer, y no quería dejar escapar detalle alguno.

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