lunes, 26 de septiembre de 2011

BOSNIA Y HERZEGOVINA – SARAJEVO

A último momento, nos atrevimos a desviarnos del itinerario, y nos permitimos aventurarnos en un país poco turístico, donde inclusive el GPS no tenía en su memoria todas las calles.

Se podría decir que este destino ha sido el toque Sui Generis de esta etapa del viaje. Es que quedamos realmente enamorados de este país. Uno escucha, o lee “Bosnia y Herzegovina”, y se le viene a la mente muchas imágenes, pero todas alejadas del turismo. Y más aún si les digo que fuimos a Sarajevo.

Para ir a este destino desde Budapest, debimos pasar por Croacia. Si bien este país está dentro de la Unión Europea, hacen un control de pasaportes, cosa que no nos había pasado en los restantes países.

Hicimos un par de kilómetros por territorio croata, hasta que llegamos a la frontera de Bosnia y Herzegovina. Aduana descuidada, donde nos hicieron también control de pasaportes. Aunque en esta oportunidad no nos molestaba, pues por cualquier cosa, se sabía que habíamos entrado en territorio bosnio.

Empezamos a transitar por unas rutas que nada tenían que ver con las rutas y autopistas que hemos venido viajando. Como el GPS no tenía todas las calles, veníamos los cuatro atentos a cualquier cartel que diga Sarajevo. Una particularidad fue que por muchos kilómetros no veíamos ciudades, solo casas a ambos costados de la ruta.

La noche dijo presente, y un poco de adrenalina empezó a correr por mi cuerpo, pues se sentía una especie de inseguridad y de ansiedad por llegar a destino.

En un determinado momento pasamos por una gran ciudad industrial. Muchas chimeneas de fábricas se veían iluminadas por la tenue luz amarillenta de la ruta. Se olía un aroma medio nauseabundo, como de basura quemada. Nos mirábamos las caras y nos preguntábamos para adentro ¿dónde nos habíamos metido?.

Después de esta ciudad, la ruta mejoró, y si bien seguía siendo de una sola mano, ya no se tambaleaba el auto de un lado para el otro.

Finalmente llegamos a Sarajevo, capital del país. Una calle ancha y principal, nos llevaba rumbo al centro. Entre algún edificio moderno, se lograban ver casas con agujeros en sus fachadas. Agujeros que testimoniaban la presencia de una guerra que tan solo veinte años atrás invadió la ciudad de plomo, pólvora, fuego y muerte.

Cuando llegamos al centro, nos impactó lo prolijo de esta parte de la ciudad. Una peatonal espectacular, y una línea de tranvía, que como siempre digo, agrega un plus de belleza ciudadana.

Fuimos al hostal que habíamos reservado antes de salir de Budapest para asegurarnos un techo en esta ciudad impredecible. Este hostal quedaba en pleno centro, pero se llegaba por intermedio de un oscuro callejón, donde los gatos maullaban y sus ojos brillaban desafiantes ante nuestra presencia. Era una especie de casita, con baño privado, cocina y doce camas. Aunque es preciso aclarar, que para nuestra mayor comodidad, estábamos los cuatro solos.

Salimos a caminar, y no sólo nos sorprendió lo barato de la comida y de los souvenires, sino también de la belleza de la peatonal, y la tranquilidad que se respira por sus calles. Los nervios por los prejuicios de la ciudad, disminuyeron al caminar, y chocarse con la gente del lugar.


Cansados de más de siete u ocho horas de viaje, nos acostamos, y descansamos para recorrer la ciudad al día siguiente.

Pero señores, Sarajevo tiene una rica historia. Es que fue ciudad otomana, quienes introdujeron el Islam. Luego pasó a ser ciudad del Imperio Austrohúngaro, con lo que Sarajevo se empezó a poblar de judíos. Luego los vecinos croatas, introdujeron el catolicismo, y los ortodoxos serbios también introdujeron su religión. Con lo que se dice que Sarajevo se asemeja mucho a Jerusalén, por su diversidad religiosa.

Caminamos por la ciudad, donde las mezquitas, iglesias católicas, y catedrales ortodoxas, afirman lo descrito en el párrafo anterior. Paseamos por sus plazas, por la peatonal, por el costado de un río, por una plaza donde veteranos jugaban al ajedrez gigante. Pensar que tiempo atrás peleaban por su ciudad.


Estuvimos en el punto desde donde en 1914, le dispararon al Archiduque Francisco Fernando de Austria, cuya muerte tuvo como consecuencia el desenlace de la Primera Guerra Mundial. Parecía mentira estar en ese punto del mundo, donde se desencadenó ese enfrentamiento bélico entre las principales potencias del momento.

Pero eso es muy atrás en el tiempo. Sarajevo, tiene una historia reciente muy oscura o dolorosa.

Después de albergar los Juegos Olímpicos de Invierno en 1984, donde la ciudad se encontraba en su mejor apogeo, comenzaron los problemas.

Es que después de la Segunda Guerra Mundial se creó lo que muchos conocimos como Yugoslavia, pero dentro de este gran territorio había muchas personas con una infinita diversidad de culturas, costumbres y creencias. Con lo que con el paso del tiempo, se fueron independizando hasta que Yugoslavia dejó de existir, para dar paso a otras naciones como Serbia, Montenegro, Croacia, Bosnia y Herzegovina, entre otros. Este último, declaró su independencia en 1992. Año en el cual, Serbia pretendía aumentar su territorio, con lo que dirigió militares a las montañas que rodean el valle donde se encuentra Sarajevo, para sitiarla, y tomar esta capital.

Esta es la famosa guerra de Bosnia. Sarajevo fue sitiada durante tres años. Desde las montañas llovían balas, bombas y odio. Y todo esto se ve reflejado hasta el día de hoy en las cicatrices que muchas casas aún mantienen.


Los bosnios, lograron sortear el sitio mediante un túnel de ochocientos metros de largo, que pasaba por debajo del aeropuerto hasta la parte de Bosnia libre. A través de este túnel, introdujeron a la ciudad, alimentos, medicamentos, electricidad, agua, y armamento.

Este túnel hoy día es un museo. Por supuesto que fuimos a ver una herramienta fundamental para la defensa de Sarajevo. Es que como les comentaba, por el túnel pasaban armas compradas de manera clandestina. Pues la ONU no permitía que Bosnia y Herzegovina se armara porque aún no era considerado como estado independiente. Con lo que los serbios peleaban contra personas desarmadas.

De apoco se empezaron a armar de manera “ilegal”, y comenzaron a pelear en iguales condiciones, fue ahí cuando según los bosnios, participa la OTAN, y hace firmar un tratado de paz. Según los historiadores, la OTAN interviene, luego de que los serbios hayan realizado una masacre contra civiles musulmanes en un mercado de la ciudad.

En el museo te mostraban un video de unos veinte minutos del sitio de Sarajevo. Un detalle que nos dejó perplejos fue el hecho de que las imágenes no eran en blanco y negro. Eran a color, reafirmando que la guerra sucedió hace poco tiempo atrás. Yo por ejemplo tenía cinco años.


Los asientos donde nos sentamos para ver el video, eran cajas donde venían las armas compradas en el mercado negro. Yo estaba sentado en la caja de un arma llamada K M80 de 64mm. No sé cómo sería el arma, pero era una caja de un tamaño considerable.

A medida que te alejabas del centro, ya restaurado, los agujeros en las fachadas se divisaban en cada una de las casas. El sólo hecho de imaginarse el desastre del asedio serbio contra la ciudad nos helaba la sangre. Nosotros, veinte años después, recorríamos las calles de Sarajevo.

Durante la tarde conocimos a Emilio. Un argentino que vivió en Paysandú, y que al ver la banderita de Uruguay en nuestros uniformes, se acercó a charlar. Hace dos años vive en la ciudad. Después de recorrer la Península Balcánica, decidió vivir en Sarajevo pues le encantó.

Antes de comenzar su jornada laboral como estatua viviente en la peatonal, nos acompañó a recorrer un poco la ciudad, contándonos de la gente y su costumbre. Fue como una especie de guía turístico. Un fenómeno.

Por la noche los chiquilines salieron a tomar algo con él, pero yo me quedé descansando, pues creo la piedra se hizo sentir durante la tarde, y tras tomar los medicamentos adecuados, me acosté a dormir.

Al otro día por la mañana, abandonamos la ciudad, rumbo a Croacia, pero antes haríamos una parada en otra ciudad de Bosnia y Herzegovina, pararíamos en Mostar.

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