Nos levantamos temprano, pues debíamos hacer una hora de viaje hasta Auschwitz, y el tour guiado en español empezaba a las diez de la mañana.
Llegamos, compramos las entradas obteniendo descuento con el carnet de estudiante, y nos aprontamos para visitar el campo de exterminio en el cual fueron torturados tanto psíquica como físicamente hasta la muerte más de un millón de personas bajo la responsabilidad de Hitler durante la Segunda Guerra Mundial. Entre estas personas se encontraban judíos, polacos, gitanos, presos políticos de diversas nacionalidades, prisioneros de guerra soviéticos, homosexuales y delincuentes comunes.
A menudo suele confundirse campo de concentración, con campo de exterminio. El primero, existe desde antes de haber comenzado la guerra, son campos destinados al trabajo excesivo de quienes se encuentran presos en él. El segundo, como la propia palabra lo dice, son campos destinados a matar gente, a exterminarla.
Auschwitz, fue una mezcla de las dos, pues allí vivían miles y miles de prisioneros que eran obligados a trabajar más de diez horas con poca comida diaria, pero también, fue un campo de exterminio, es que llegaban trenes de todas partes de Europa, principalmente con judíos, y ni bien bajaban del mismo, tras una clasificación de hombres fuertes para trabajar por un lado, y el resto para el otro, eran llevados a las cámaras de gas y allí los mataban, sin haber pasado ni una noche en el campo. Cuando digo “resto” me refiero a mujeres, niños y ancianos.
La principal arma utilizada para la exterminación, eran las cámaras de gas, conocidas como “duchas”, pues se les decía a los prisioneros, que antes de registrarlos en el campo, debían ducharse para higienizarse luego de tantos días hacinados en los vagones de los trenes. Lo más cruel, era que le daban hasta toalla y jabón, y al desvestirse, les decían que recuerden el número de la percha para así no perder sus pertenencias.
Entraban, cerraban la puerta herméticamente, y empezaban a echar el Ziklón B, después de veinte minutos, todos morían. Luego ventilaban, y antes de cremar todos los cuerpos, los revisaban para sacar dientes de oro, joyas, y el pelo. Luego explicaré en lo que consistía la cadena de producción de los nazis.
Pero no sólo la cámara de gas era la causante de tantas muertes. La inanición, la horca, el fusilamiento, las golpizas, el trabajo extenuante, y el suicidio. Muchos, ante tanto sufrimiento, se tiraban a las cercas eléctricas para quitarse su propia vida. Los SS también brindaban palizas a los prisioneros, y los metían en una celda con una cuerda, sino se suicidaban en diez minutos, volverían a golpearlos. Hasta a esta crueldad se llegaba.
También se suele pensar que Auschwitz consistía sólo en un campo, pero en verdad, estaba compuesto por tres complejos cercanos entre sí. Nosotros visitamos los dos primeros que pasaré a describir.
En uno de ellos denominado Auschwitz I, se encontraba el centro administrativo del complejo. Se encontraba también el bloque de la muerte, que consistía en una cárcel dentro de la prisión. Allí se enjuiciaba a muerte a quienes intentaban escaparse, o quienes se revelaban frente a los SS. Había un paredón donde se fusilaba, celdas donde se dejaban a personas morir de hambre, y otras celdas de un metro cuadrado, donde ponían a cuatro personas las cuales luego de todo un día de trabajo, no podían recostarse para descansar, pues no tenían espacio ni para sentarse. Este campo llegó a albergar a veinte mil prisioneros.
En su entrada se encuentra la inscripción “Arbeit macht frei” (el trabajo os hará libres). Lejos de ello, quien entraba al campo, pocas eran las probabilidades de supervivencia.
Después está el campo Auschwitz II (Birkenau). Éste es el campo que en general la gente asocia con Auschwitz. Este campo llegó a albergar hasta cien mil prisioneros. El objetivo principal de este campo no era el de mantener a los prisioneros como fuerza laboral (como era el caso de Auschwitz I y III), sino más bien al exterminio. Por eso se lo equipó con cuatro crematorios, y dos enormes cámaras de gas, capaces de matar a dos mil quinientas personas por vez. En el campo Auschwitz I, su cámara de gas mataba a ochocientas personas por vez.
Los crematorios no daban a basto, y muchas veces se acumulaban los cuerpos, y se descomponían antes de llegar a ser cremados.
Por último se encontraba Auschwitz III, un enorme campo donde sus prisioneros trabajaban arduamente en fábricas cercanas. Se indignarían al saber, que esas fábricas hoy día son mundialmente conocidas, y que sus inicios fueron utilizando mano de obra de estos prisioneros que morían de agotamiento y de hambre.
Caminamos por allí, por donde durante los años que duró la guerra, cientos de miles de personas caminaron débiles, sin ilusiones, al diario trabajo forzoso; por donde fueron separados de su familia, torturados y asesinados. Cuesta creer hasta donde llegó la ideología de la raza aria de Hitler. Cuesta creer cómo se realizaban estas atrocidades a propias personas. Ver esos zapatitos y muñecas arrancadas de las manos de pequeños niños y niñas, hace cuestionarse muchísimas cosas. Hay una habitación que tiene miles de zapatos, y otra llena de pelos, hasta las trenzas que fueron cortadas de la cabeza de las mujeres.
Es que la cuestión del exterminio, también tenía un negocio de trasfondo, por eso decía al principio que había una cadena de producción. Por más duro y frío que suene, la materia prima eran las personas. Se las mataba, y de ellas se extraía todo lo posible para vender. No sólo sus ropas, sino también sus dientes de oro, joyas, y su pelo. Y si antes de extraer esto, se podía exprimir la materia prima trabajando largas horas, mucho mejor. Es cruel. Pero fue cierto.
Existe una corriente de Negacionistas, que se encargan de negar el Holocausto. Dicen que nada fue como cuentan la mayoría de los historiadores. Es que la mayoría de la documentación fue destruida por los nazis cuando se vieron acorralados y veían su inminente derrota. Sólo quedan testimonios de sobrevivientes y de soldados soviéticos.
Al hablar de este campo de exterminio, debo hablar de algunas personas, y contar brevemente su historia.
Tenemos a Maximiliano Kolbe. Su historia repercute, cuando en un bloque de prisioneros, tras pasar la lista, los SS descubren que alguien se había escapado, esto significaba que diez iban a ser encerrados para que muriesen de hambre. Esto era un forma de que entre los mismos prisioneros evitaran que alguno intentara huir.
Cuando seleccionan al azar a diez personas, una de ellas dice en voz baja “no quiero morir, tengo esposa e hijos”, con lo que Maximiliano Kolbe, quien llegó a escuchar las palabras de este prisionero, dio un paso adelante, y le pidió al soldado de la SS ser él quien muera a cambio de la vida de su compañero. El soldado accedió. Tras tres semanas, todos habían muerto, menos Maximiliano Kolbe. Con lo que le aplicaron una inyección de fenol en su corazón, muriendo inmediatamente.
Franciszek Gajowniczek, el hombre por el cual Kolbe había ofrecido su propia vida, sobrevivió, y vio cómo el Papa Juan Pablo II, canonizó a Maximiliano, pasando a ser el Santo de Auschwitz.
Otro nombre es Heinrich Himmler, el oficial de la SS encargado de todo el complejo durante gran parte de su existencia. Éste se suicidó con cianuro y los otros oficiales que lo sucedieron, fueron enjuiciados en 1947, y condenados a la horca. Lo peculiar, fue que fueron ejecutados en la propia horca donde ellos ordenaban el ahorcamiento de prisioneros en Auschwitz I.
Por último, otro nombre que al hablar del Holocausto debe ser mencionado, es el del doctor Josef Mengele, también conocido como el Ángel de la Muerte.
Él, fue el encargado de realizar diversos experimentos medicinales con los presos de Auschwitz. Especialmente con los niños. Pero también era el encargado de aquella selección que les contaba, cuando llegaba un tren con prisioneros, él decidía quién trabajaría, y quién iría de inmediato a la cámara de gas.
Para describir el nivel de crueldad, de Mengele, basta con contar que muchas veces, al llegar el tren, quedaban cadáveres de madres con sus hijos aún vivos en brazos. Este doctor entonces, ordenaba poner a las criaturas directamente al horno de la lavandería, para que sirvieran de combustible. Más tarde cambió de parecer, y permitió a las embarazadas dar a luz, pero los recién nacidos eran llevados a la sala de experimentos.
Hizo cientos de experimentos, desde intentar cambiar el color de ojos y del pelo, hasta estudios con enanos y personas con síndrome de Down. Hizo cualquier tipo de cosas, realizó también experimentos con la médula espinal dejando paralizados a los intervenidos.
Pero sus experimentos más intensivos, los realizaba con gemelos. Intentaba que la raza aria se multiplicara con mayor velocidad a causa de nacimientos de gemelos. Estudió cómo hacer para que las mujeres engendraran gemelos.
Finalizada la guerra se llevó toda la documentación y nunca se supo si tuvo éxito en algún macabro ensayo. Un doctor judío que lo ayudaba, fue quien narró sus experimentos.
Fue capturado bajo una identidad falsa, y posteriormente liberado por los aliados. Increíblemente, durante los juicios de Núremberg, Josef Mengele no fue considerado genocida.
Uruguay, formó parte de la vida de este doctor, es que después de su liberación, vino a América Latina para esconderse. Fue en Colonia del Sacramento, donde se casó. Luego vivió en Argentina, Paraguay, y finalmente en Brasil.
Es cuestión de creer o reventar, pero en Candido Godoi, poblado brasileño donde vivió, se constató en el año 2000, que tiene el mayor índice de gemelos de todo el mundo.
En fin, tengo poco para acotar después de tanto horror. Es dificilísimo asumir tanta tragedia, y tanta crueldad para con seres humanos. La discriminación racial como cualquier otro tipo de discriminación, sea de orientación sexual como religiosa, son cosas que no me entran en la cabeza.
Si algo me ha enseñado este viaje, es que por más diversas costumbres, idiomas, formas de pensar, color de piel, sexualidad y religión que uno tenga, no dejamos de ser simples personas, y como tales somos todos iguales.
Sé también que todo este tema tiene un trasfondo económico. Recuerdo cuando en Hamburgo pasamos por el edificio donde en aquella época se fabricaba el Ziklon B, causante de tanto sufrimiento y de tantas muertes, y sin embargo, se lo vendían al ejército alemán a sabiendas de su utilización. Hoy día sigue sucediendo con las fábricas de armas.
Nos fuimos de Auschwitz, sabiendo que la idea que teníamos del genocidio, distaba mucho de lo que en verdad sucedió. Tal vez el hecho de ver con nuestros propios ojos los lugares donde fueron perpetradas tantas muertes, nos ayudó a ver y entender mejor una parte de la historia contemporánea que marcó un antes y un después en la humanidad.
Nos dirigimos a Praga, en un auto en silencio, cada uno procesando a su manera lo vivido en donde hace más de sesenta años, millones de personas dejaron su vida repentinamente.