lunes, 22 de agosto de 2011

NORUEGA – BERGEN

Llegamos a la segunda ciudad más importante de Noruega después de Oslo, y como habíamos manejado bastante después de subir por segundo día consecutivo un fiordo, nos queríamos ir a dormir. Pero nuestro parecer cambió repentinamente cuando pasamos por el centro de la ciudad.

Es que se ve que Bergen es una ciudad universitaria, y como las clases empezaban en la semana entrante, los estudiantes de las diferentes carreras, se disfrazaban y salían a la calle a divertirse y luego más tarde iban a sus fiestas privadas. Como si fuese poco, había un recital de una cantante bastante famosa en Europa, su nombre es Rihanna, y al terminar su concierto, las personas se duplicaron de un momento a otro. 

Un mundo de gente invadían las calles, y un bullicio permanente obligaban a salir a tomar algo en algún pub. Así lo hicimos, y nos divertimos bastante. 

De madrugada, manejamos treinta kilómetros hasta el punto P más cercano, pues al ser una zona tan montañosa, no habían lugares al lado de la ruta como para poder dormir cerca de la ciudad.

Un párrafo aparte se merecen los peajes de aquí. Señal de la honestidad de estos países escandinavos. Es que nadie te cobra. Los peajes son automáticos, como los que empezaron a implementar allá en Uruguay, pero acá la diferencia, es que no hay barreras, lo que le permite a uno sin tener el código de barras en el parabrisas pasar como si nada. Supuestamente deberíamos rellenar una especie de formulario declarando los peajes que pasamos y pagarlos en algún lugar. Pero somos turistas, y no hablamos noruego, con lo que para no equivocarnos, hacemos la vista gorda a los peajes. Después les contaré que consecuencias tiene todo esto. Según nos han dicho, una multa muchísima más inferior a la cantidad de peajes que hemos pasado. Es que inclusive, existen dentro de la ciudad propiamente dicha.

Al otro día, salimos a caminar por la bahía, punto de mayor concurrencia turística. Recorrimos el mercado de pescadores, donde conocimos a un joven uruguayo que trabaja vendiendo pescado, quien nos dio para provar distintos tipos de salmones. 

Esta parte de la ciudad es muy pintoresca, sus casas, sus veleros. De vez en cuando caía un poco de agua desde el cielo, recordándonos que este verano europeo viene siendo muy particular. Paseamos bastante por la ciudad. Su gran peatonal, donde nuevamente se empezaban a ver a los universitarios disfrazados y alcoholizados.



Por la noche, nuevamente estaría Rihanna cantando para miles de jóvenes. Nosotros sin entradas, fuimos a escucharla desde afuera del predio. Es que canta canciones que venimos escuchando desde que llegamos a Estados Unidos por allá por Marzo.

Después de su concierto, junto al tumulto de personas, fuimos hasta la peatonal donde todo sucede. Discotecas, bares, restaurantes, y todo un ambiente que se genera desde la tarde, hasta las tres de la mañana. Todos los lugares ofrecían fiestas exclusivas para los universitarios. Ni los carnét de prensa nos sirvieron para entrar a alguno de estos lugares.

Pero alguien nos recomendó la discoteca llamada "Metro", que no sólo su entrada era gratuita, sino que al poco rato de haber ingresado a la misma, llega Rihanna con todo su equipo. Estábamos bailando en el mismo lugar que se encontraba dicha cantante. De apoco el descontrol se adueñó del lugar, y la diversión invadía todos los rincones. El dj le dejó su puesto a una persona integrante de la banda de Rihanna, y empezamos a bailar sus temas, mientras la vip en donde se encontraba, estallaba de diversión.

Prendieron las luces, y nos fuimos nuevamente a dormir a aquel punto P de la noche anterior. Muchos estarán pensando que manejábamos borrachos. Pues no. Como hombres responsables que somos, ni Jota ni yo tomamos una gota de alcohol, respetando la tolerancia de cero por ciento de alcohol en sangre al manejar.

Al otro día nos despertamos, y emprendimos un largo viaje hasta Estocolmo, capital de Suecia. Nos cruzamos de oeste a este toda escandinavia. El viaje nos llevaría unas trece o catorce horas, por lo que la idea era manejar diez u once horas durante ese día, dormir en algún lugar cercano a la ciudad sueca de Karlstad, y al otro día en un trayecto de tan solo tres horas llegar al destino deseado.

Si bien fue todo un día de viaje, al turnarnos entre los cuatro el puesto de piloto, no se hizo para nada agotador. Además, los paisajes que se contemplaban en el primer tramo del camino, eran increíbles. Cascadas, algún pico nevado, casas de madera en el medio de la nada. Todo muy bonito. Las nubes se veían muy cercas, estában muy bajas, en realidad no era que las nubes estaban bajas, sino que nosotros íbamos alto. Cruzamos cientos de túneles, uno de veinticinco kilómetros de largo. A medida que nos acercábamos al este, las abruptas montañas desaparecían, y comenzaban las leves colinas repletas de pinos.



Sinceramente Bergen conciste mucho más que su simple ciudad, en realidad quien viene hasta aquí, debería ir hasta sus fiordos, lugares que obviamos pues ya habíamos ido a otros dos, o también dirigirse a un glaciar cercano, cosa que tampoco hicimos, pues consistía en unas cuantas horas de caminar y escalar, y nuestro cuerpo no estaba preparado para una seguidilla de  tanta exigencia física. Es verdad, hicimos muchos kilómetros para llegar a Bergen, pero de todas formas, conocimos esta ciudad vikinga que nos dejó encantados.

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