domingo, 7 de agosto de 2011

LONDRES – Día 4

El último día en esta ciudad que me fascinó, fui con Pablo hasta Wimbledon, lugar donde todos los años se realiza uno de los cuatro Grand Slam de tenis. Este barrio es muy tranquilo y muy verde. Hay muchos parques y flores. 

Cuando llegamos al predio donde se encuentran las canchas, un escalofrío y una emoción muy grande me invadió el cuerpo. Es que todos los años viendo el campeonato, viendo esas canchas de césped, y ahora estaba allí, donde Sampras, Federer y Nadal han hecho historia.

Era inevitable recordar a mi madre mientras caminaba por allí. Ella muy fanática, hasta se despierta de madrugada para ver un partido de tenis.

Intentamos entrar al museo y a las canchas con el carnet de prensa, pero no dio resultado, con lo que tuvimos que pagar un ticket para tener acceso al museo y a la cancha central.

En el museo se ve la historia del tenis, cómo surgió el deporte, y cómo comenzó este campeonato de Wimbledon. Vimos la copa que tantas veces ha levantado Federer. También hay una sección especial para el partido más largo de la historia del tenis mundial que fue el año pasado. Recuerdo en el trabajo, entre IRPF y FONASA, vimos un fragmento de este partido.

Pero toda la emoción estalló en alguna lágrima escondida, cuando subí las escaleras de la tribuna, y allí estaba, en Londres, en la cancha central de Wimbledon. Con el césped gastado, pues el campeonato terminó apenas unas semanas atrás, regaban la cancha para tenerla pronta para el próximo año.


Después de esta visita, nos fuimos al Museo de Guerras Mundiales (Imperial War Museum). Ya muchos sabrán que no me gustan los museos, pero al igual que el museo de guerra de Ho Chi Minh allá en Vietnam, éste me gustó muchísimo.

Este museo cuenta todas las historias que ha habido en el mundo desde la Primera Guerra Mundial hasta la actualidad. Tiene dos grandes secciones de la Primera y Segunda, y luego otra gran sección del Holocausto. Pero también hay material de la Guerra Fría, hasta de la dictadura de Pinochet en Chile.

Pagamos unos auriculares didácticos que tenían como una pequeña pantalla, donde te mostraba el mapa del museo, así como también, te iba mostrando fotos sobre algún tema en particular. Por ejemplo si una vitrina tenía un número, bastaba con introducirlo en la pantalla, y te explicaba sobre lo que veíamos, y lo complementaba con fotos en la pequeña pantalla.

Así recorrimos de punta a punta el museo, nos llevó casi cuatro horas, pero cuánto aprendimos de historia. Pero la mayor lección es ver cómo el mundo contemporáneo ha vivido en guerra por ambiciones, por prepotencias y por poder de muchas naciones.

De aquí, volvimos al hostal, para aprontar las cosas para partir, en ómnibus, rumbo a París, la ciudad luz, la capital de Francia.

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