Pasamos la frontera de Finlandia, e ingresamos a un país con tanta historia, que la emoción se palpaba con solo mirar los brazos y ver toda la piel erizada. Es que Rusia, fue un país protagonista de todo el Siglo XX.
A quien le guste la historia de dicho siglo como a mi, entenderá lo importante de estar en estas tierras. Saber cómo se vivió en esa época con historias de personas que vivieron aquí, que sufrieron, sobrevivieron, y festejaron en estas calles y plazas.
Nuestro primer destino dentro de Rusia fue la ciudad de San Petersburgo, localidad que antes de 1991 se conocía como Leningrado. Una ciudad de más de cinco millones de habitantes, con calles anchísimas, plazas gigantes, y edificios bajos. Todo daba una sensación de amplitud.
Recuerdo la plaza de Tian An Men allá en Beijing, de iguales características a las plazas de aquí.
No sólo vale la importancia de las cosas y lugares que conocimos, sino que también, una de las cosas más importantes y fascinantes de ver y explicarles, es la oportunidad de descubrir la idiosincrasia de las personas rusas una vez que el país se abrió a occidente.
Son muy pocos los que hablan inglés, sólo hablan ruso, y hacerte entender es muy difícil. Pero el ruso, serio, siempre está dispuesto a esbozar una sonrisa, y hacer el esfuerzo por entenderte y a ayudarte en la medida en que le sea posible.
Averiguando sobre sueldos y gastos fijos en una familia rusa, nos comentaban que en términos aproximados, el sueldo de un empleado público es de alrededor de los 450 euros, y el sueldo mínimo de un empleado en el sector privado es de 1000 euros. Acá todos pensaríamos que los empleados públicos no llegarían a fin de mes, pero los gastos fijos vaya si son baratos. Algunos por ejemplo son los siguientes: el celular tiene un máximo de 300 minutos a un costo de 8 euros. Y por el agua, la luz, el teléfono y la calefacción, se pagan 70 euros. En cuanto a la calefacción, todos la tienen. Es regulada por las estaciones, es decir que nadie puede regularla desde su casa. Hoy día está computarizada, lo que hace que siempre esté en una temperatura agradable.
Palabras que al hablar de Rusia se nos vienen a la cabeza: vodka, ejército, y religión.
El vodka, es algo que tienen incorporado, tanto hombres como mujeres, beben hasta caerse de espaldas. Salimos todas las noches, y en cada una de ellas veíamos personas zigzagueando por las veredas, con las botellas de vodka, vino, champagne y cerveza en sus manos.
Tanto alcohol intimidaba un poco, pero no tuvimos ningún problema con nadie. Todo lo contrario, todos salen a divertirse, y ese es su objetivo primordial.
El ejército, es venerado muchísimo. Tal vez sea porque fue uno de los pocos ejércitos del mundo que nunca peleó contra su propio pueblo, sino que siempre lo defendió y ayudó.
Un militar aquí es sumamente respetado y admirado. A lo largo y ancho de las calles y plazas, se encuentran monumentos de soldados. Muchos memoriales de héroes. Una peculiaridad de Rusia, es que sus monumentos no tienen el mensaje “del nunca más” como en la mayoría de los países europeos. Aquí, el mensaje de los monumentos es de “vencimos”. Es que los rusos se jactan de que ellos fueron los que derrotaron a Napoleón cuando éste quiso invadir sus tierras, no sólo se defendieron, sino que luego empujó las tropas napoleónicas hasta Francia.
Algo parecido pasa con los alemanes. Dicen que ellos mismos fueron los que vencieron a Hitler. Ellos lograron resistir, y luego terminaron venciendo a los nazis. Esto es algo que los caracteriza. El orgullo de ser rusos.
San Petersburgo, tiene una historia fascinante e impactante. Durante la Segunda Guerra Mundial, resistió la invasión alemana, quedando absolutamente sitiada durante novecientos días. Privada de suministros básicos, los ciudadanos no sólo tuvieron que soportar el diario bombardeo nazi, sino también el hambre, llegando a comerse luego de haberse terminado los gatos y los perros, hasta el lomo de los libros.
Pero Rusia no siempre fue víctima de una guerra sin escrúpulos. El ejército rojo, tenían la costumbre de no respetar la cruz roja. Con lo que no sólo mataban al moribundo, sino que también mataban al médico que intentaba salvarlo. Se pensaba que era ilógico permitir que un soldado enemigo se recuperara para volver a violar y matar a mujeres y niños.
En frente al hotel en donde nos alojamos, hay una plaza enorme, en memoria de los caídos durante el sitio. Se pueden ver estatuas que te dejan boquiabierta. Figuras altas y flacas. Mujeres despidiéndose de sus maridos que iban al frente para defender la ciudad.
Todos los monumentos, que son miles, están constantemente con flores. La gente, los reconoce, y les sigue brindando su reconocimiento. Algo muy lindo de ver es que cada pareja que se casa, van recorriendo diferentes monumentos de la guerra, dejan flores, se sacan fotos, y todo mientras toman champagne y se van emborrachando hasta la noche.
En un día, vimos muchísimas parejas en distintos monumentos. Es que cada persona en la ciudad, tiene un monumento preferido, al igual que las estaciones de metro, que profundizaré cuando hable del metro de Moscú.
Simplemente comentarles que el metro de San Petersburgo, es el más profundo del mundo. Llega a una profundidad de hasta cien metros. Las escaleras mecánicas son larguísimas, y parecen nunca terminar. La causa de la profundidad proviene de la Guerra Fría. Recordarán que en dicha guerra, tanto Estados Unidos como Rusia, se veían amenazadas constantemente de un posible ataque nuclear, con lo que los ciudadanos podrían sobrevivir si se refugiaban en esas profundidades.
Recorrimos bastante esta ciudad. Descubrimos que hay una catedral muy parecida a la de San Basilio, aquélla que se encuentra en la Plaza Roja de Moscú. Empezamos a ver en los puestos de venta de souvenires, las tan famosas mamushkas. Cada vez que veíamos una, nos repetíamos: “Pucha! Estamos en Rusia!”.
Se estarán preguntando sobre los Zares. Pues bien, aquí vivieron los Zares hasta 1917. Durante la Primera Guerra Mundial, comenzaba en estas tierras, la Revolución Rusa. Formándose, luego del revocamiento del Zar Nicolás II, un gobierno provisional. Con el transcurso del tiempo, se formó el primer gobierno soviético de bolcheviques y socialistas revolucionarios de izquierda. Su líder, Lenin.
Aquí se comenzaba a implementar aquello con que Marx y Engels prometían prosperidad para los marginados. El mundo empezaba a ver todo esto de reojo. Pero no fue hasta la crisis de 1929 de Wall Street cuando el mundo capitalista decidió no esquivar más aquello que parecía tan alejado de la realidad. Claro está que todos los extremos son malos, razón por la cual el comunismo teórico de Marx nunca se ha podido implementar.
En cuanto a la religión, son ortodoxos. Son muy devotos, y sus catedrales muy pintorescas.
En fin, cuánta historia, cuántos aciertos y desaciertos.
Nosotros, visitando esta ciudad. Fuimos al palacio de verano de los Zares. Unos parques hermosísimos. El palacio propiamente dicho parecía un despropósito. Hay un dicho en San Petersburgo que dice que “todo lo que parece oro, es oro”. Con lo que cada cosa que veíamos de color dorado, nos impresionaba muchísimo.
Durante la Segunda Guerra Mundial, fue totalmente destruido, con lo que lo veíamos ahora era todo producto de la millonaria restauración.
También fuimos al Palacio de Invierno de los Zares. Aquí se encuentra el Museo del Hermitage, catalogado como el tercero en importancia mundial luego del Louvre en París y de la Galería Nacional en Londres.
Aquí se encuentran muchísimas obras, muchos cuadros de pintores famosos como Leonardo Da Vinci, Picasso, entre otros. Tras mi aburrimiento de ver tanto cuadro, empecé a prestar más atención en el palacio, en sus paredes, en sus techos.
Otra cosa que hicimos, o mejor dicho, que intentamos hacer, fue ir a ver un partido de fútbol. Cómo se extraña ir al Gran Parque Central. Por eso fuimos hacia el estadio, donde el único equipo de la ciudad, el Zenit, jugaba en su estadio. No pudimos entrar como periodistas, y al intentar comprar la entrada, éstas estaban agotadas. Con lo que nos tuvimos que conformar con ver todo el movimiento de las inmediaciones del estadio.
Llegando a la tardecita del último día en esta histórica ciudad, volvimos al hotel, para levantar el equipaje y dirigirnos a la estación de trenes, desde donde nos tomaríamos uno que nos llevase, en un viaje de nueve horas, hasta Moscú, capital de Rusia.