miércoles, 26 de octubre de 2011

SUIZA – GINEBRA

Empezamos a transitar por una ruta que subía una montaña, y cuando empezamos a bajarla por el otro lado, la vista que nos arrojaba, era maravillosa. Cecilia, asombrada de ver por primera vez esas cimas cubiertas de nieve, no dejaba de expresar su cara de felicidad, y yo embelesado con sus gestos de alegría.

Allí estaban los Alpes Suizos, los cuales veremos de más cerca en los sucesivos días. Pero ahora nos encontrábamos en Ginebra, y la civilización ya nos empezaba a aturdir. Es que los días vividos en tranquilidad en los pueblos del este francés, fueron muy buenos como para empezar a mezclarnos con tanto ruido.

Lo primero que hicimos al llegar, fue ir al lago a ver el famoso chorro que sale, obviamente de manera artificial, hacia las alturas. Patos y cisnes decoran el paisaje del lago. Allí mismo, habíamos estacionado el auto, y había wifi gratuito. Por lo tanto nos quedamos un rato actualizándonos un poco.

Cuando quisimos acordar, ya se hizo de noche, y nos dirigimos a un punto P para pasar la noche. Éstos quedan en las autopistas, y como Ginebra queda en la frontera con Francia, cruzamos a territorio francés para pasar la noche. Pese al fuerte viento, fue una de las noches más cálidas.

Al otro día, destinaríamos todo el día a recorrer Ginebra, pero amanecimos con una lluvia torrencial, que hizo que nuestro ánimo por conocer la ciudad se desplomara. Es más, nos limitamos a dar unas vueltas en el auto, sin visitar nada específico. Aburridos, y agobiados por la lluvia y el tráfico, nos fuimos de Ginebra sin haberla conocido con la profundidad que tal vez se hubiera merecido.

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