martes, 25 de octubre de 2011

ESTE FRANCES – BAUME-LES-MESSIEURS

Como les comentaba, de Lods nos dirigimos por caminos muy pintorescos hacia Baume-les-Messieurs. Nos llamaba la atención ver los caminos rodeados de unas pasturas envidiables, pero con la peculiaridad de que estaban sin animales, razón por la cual no había alambrados.

Llegamos a este pueblo que se encuentra entre medio de unas montañas rocosas, y lo divide al medio un arroyo de agua cristalina. Ya el sol lograba teñir las rocas de las cimas de las montañas de naranja cuando nosotros estábamos llegando a este hermosísimo pueblo.

Preguntamos en un restaurante por un lugar para dormir, y justo en el piso de arriba, tenían unos cuartos enormes y cómodos. Aceptamos pues la tarifa era accesible, y descansamos en ese rústico hotel.

Al otro día por la mañana, salimos a recorrer las callecitas del pueblo. Nosotros éramos los únicos que caminábamos a la intemperie en esa fría mañana otoñal. Todas las casas de piedra y techos de tejas hacían que el paisaje sea muy placentero para la vista.

Fuimos hasta la enorme iglesia, y tras empujar con fuerza la puerta, entramos y nos quedamos atónitos con lo que veíamos. Nos parecía estar en la película de Robin Hood. El piso de piedra, lustrado tras cientos de años caminándole encima, dejaba ver aún inscripciones que atestiguaban la época de esta gran iglesia medieval. Cruces cubiertas de telas de araña daban una clara muestra de lo inhabitado de este pueblo. O de lo poco devotos que son sus escasos habitantes.

Después nos fuimos a recorrer la orilla del arroyo, respirando siempre un aire fresco y puro. Pasamos una mañana muy agradable en este lugar que nos fascinó. En esos días, supimos conjugar el campo y la naturaleza con estos pueblos que siempre recordaremos con nostalgia.


Previo a abandonar Baume-les-Messieurs, nos fuimos a unas grutas que quedan a unos pocos kilómetros de distancia. Allí pudimos apreciar una cascada y un sendero por la montaña que nos llevaba hasta la entrada (cerrada en esta época del año) de una enorme gruta que se adentraba en la profundidad de la montaña.

Después de allí, emprendimos viaje hacia Ginebra, Suiza. Durante el viaje no parábamos de recordar los hermosos momentos vividos en todos estos pueblos ubicados al este de Francia. Realmente fue algo muy distinto a lo que venía haciendo durante los siete meses de viaje. Por lo general, siempre visitábamos ciudades grandes, o pequeñas, pero siempre turísticas. Creo que junto a El Nido, allá en Filipinas, y a Bosnia y Herzegovina allá en los Balcanes, estos pueblos franceses, fueron los lugares menos turísticos, y a su vez más bonitos de todo el viaje.

Luego de almorzar en un punto P de camino a una de las principales ciudades suizas, nos preguntábamos cómo sería toparse con una ciudad grande después de todos estos días. La verdad fue un choque muy grande. El tránsito, las bocinas, y la cantidad de personas, hacían que ya extrañáramos el este francés apenas arribamos a Ginebra.

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