martes, 18 de octubre de 2011

ESTE FRANCES – ESTRASBURGO, SAINT QUIRIN y RIQUEWIHR

Nos despertamos, y al mirar por la ventana, la intensa niebla confirmaba el imponente frío que hacía. Es que claro, estábamos prácticamente en el medio del campo. La computadora del auto marcaba tan solo un grado centígrado. Pensar que mi único abrigo es la camperita polar del Grupo de Viaje y una campera de lluvia. Ya me había desacostumbrado al frío intenso.

Nos despedimos de la señora dueña de casa, y emprendimos viaje hacia Estrasburgo, esta vez para recorrer sus calles, canales y plazas. Hacía tanto frío, que usando como escudo la matrícula naranja del auto (que indica que somos turistas), nos metimos por unas callecitas peatonales. Así llegamos hasta un canal, y pudimos contemplar la belleza de su entorno.

Nos hicimos de coraje, nos abrigamos bastante, y salimos a caminar un poco por esa zona espléndida de la ciudad. Sus casas con las vigas de madera, sus faroles, sus enredaderas, todo hacía de cada imagen una postal.

Ya entrados en calor por la caminata, y porque el sol empezaba a calentar más el aire, nos fuimos a estacionar mejor el auto, y recorrimos otra parte de la ciudad: los alrededores de su gran catedral gótica.

Como era Domingo, había bastante movimiento en las zonas turísticas. Paseamos bastante, y al ver que teníamos por delante dos destinos más para ir, nos fuimos de esta ciudad que nos dio la sensación de ser agradable para vivir. Claro está también que nos hubiese gustado quedarnos más tiempo para disfrutarla mejor, pero como les decía en la publicación anterior, Estrasburgo fue un destino que agregamos sobre la marcha, con lo que debíamos apretar un poco nuestro itinerario.

Retomamos la ruta de los pequeños pueblos ubicados en esta parte de Francia, y nos dirigimos a Saint Quirin, una localidad en el medio de la nada. Unas pocas casas, una iglesia entre medio, y en lo alto de una colina, como custodiando al pueblito, otra iglesia del Siglo XIII.


El sol ya daba calor a esta altura del día, y estaba agradable para caminar por este pueblo. Recorrimos un poco la orilla de una cañada que lo atraviesa, y después subimos la colina para llegar a la iglesia que les comentaba. Desde allí se tenía una buena panorámica del lugar en el que se encuentra Saint Quirin. 

Al ir a la otra iglesia, vimos que había un cartel que indicaba que por detrás, se tenía acceso al jardín del cura. Fuimos, dimos una pequeña recorrida, y cortamos un poco de ciboulette para condimentar los exquisitos tallarines que cocinamos a la orilla del camino que nos dirigía a nuestro próximo destino del día.

El GPS, nos señalaba caminos extraordinarios, angostos, entre medio de montañas y de montes de pinos que apenas dejaban pasar algún haz de luz. En ningún momento entramos a la autopista, y los caminos seguían atrapándonos cada vez más.

Después de subir y de bajar una montaña, empezamos a adentrarnos en zonas de viñedos. Ya estábamos cada vez más cerca de un pueblito que nos cautivó. Su nombre Riquewihr. Para llegar a él, debimos atravesar un viñedo en la ladera de una montaña, por un camino de canto rodado. Parecíamos estar en una escenografía cinematográfica.

De más está decirles que no solo sus casas típicas de la zona era lo más pintoresco, sino las bodegas que cada casa tiene, pues los pocos habitantes del pueblo viven por y para el vino. Los precios no eran muy accesibles, pero valía la pena degustar un vino tradicional de esta zona.

Nos quedamos largo rato disfrutando del ambiente, con un predominante aroma a vino, a pan recién horneado, y a humo de alguna estufa a leña que ya a esa hora empezaba a encenderse.  

Tuvimos intenciones de quedarnos en un hotel de allí, pero al final, pese al trajín de todo el día, no estábamos tan cansados como para evitar nuestra segunda noche en un punto P. Claro que estos se encuentran en las autopistas, con lo que tuvimos que tomar una para encontrar el indicado. Y vaya si lo fue, tenía hasta wi fi y todo.

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