lunes, 10 de octubre de 2011

FIN ETAPA III – COMIENZO ETAPA IV

Como les comentaba hace mucho tiempo, mi viaje consistía en diversas etapas. Estaba la I que consistió en los dos primeros meses en los cuales viajé junto al Chelo, el Ciervo, Matías y Nacho.

Después llegó la Etapa II, en la cual comencé a viajar con el Grupo de Viaje propiamente dicho por dos meses y medio.

Cuando parecía que nunca llegaría, llegó la Etapa III, que básicamente consistió en recorrer Europa en auto junto a Juan Pablo (Jota), Pablo y Santiago. No olvido la transición entre estas dos etapas que compartí con Álvaro, Andrés, Damián, Matías (distinto al amigo de la Etapa I) y Carlos (el docente acompañante).

La cuestión, es que el 9 de Octubre llegó después de tanto tiempo. Recuerdo cuando nos juntábamos en la casa de Santiago para decidir sobre nuestro itinerario a realizar en el viejo continente. Pensar que veíamos tan lejana esta fecha, y ya estamos viviéndola.

En fin, dejamos atrás Lausana, y nos dirigimos a París, donde cada integrante de este auto, sigue su camino. Juan Pablo se juntará con un amigo suyo de Montevideo para recorrer un poco de Francia, y luego España; Pablo unos días de París; y Santiago de forma solitaria, recorrerá España, que como es muy común en él, todavía no sabe cómo.

Disfruté muchísimo estos dos meses con ellos. Es verdad que la convivencia en un espacio reducido como es el auto, muchas veces se vuelve difícil. Pero nada que no hayamos podido solucionar entre amigos que tienen el mismo sueño de viajar.

Tenemos muchas anécdotas divertidas que prefiero reservármelas, para cuando nos volvamos a ver con el Grupo allá en Montevideo.

Jota, una persona callada, observadora, siempre con la palabra justa, como cuando después de semanas levantándolos temprano, en una mañana, en la cual estábamos muy cansados me dijo: “basta Juanchi, estamos de vacaciones”. ¿Qué podía decirle? Indudablemente tenía razón, y a partir de ahí me puse menos exigente con el horario del despertador.

Pablo, contador y murguuero de alma, un tipo increíble. Siempre con una sonrisa, fueron pocas las veces que no dejaba ver sus dientes detrás de su sonrisa. Un buen compañero de viaje, y un mejor amigo.

Santiago, ¿qué decir? Mentiría si no dijera que más de una vez discutimos fuerte, pero esto fue consecuencia de la alta confianza que nos tenemos, que ocasionaba decirnos todo lo que sentíamos o pensábamos. Realmente fue un placer viajar con él, pues en la mayoría de las anécdotas divertidas del viaje, Santiago siempre formaba parte activa de la situación. Podríamos decir que él agregaba el toque de humor que todo grupo humano necesita.

Yo me quedaría con el auto para viajar con mi novia (Cecilia), por lo que al llegar a París, empecé a distribuirlos por los lugares donde pasarían la noche. Primero llevamos a Santiago a la casa de una persona a la cual nadie conocía. Es que hay una manera de hospedarse en diversas ciudades del mundo. Se llama Couch Surfing, y consta básicamente en un sitio de internet donde se encuentran personas dispuestas a alojar en su casa de manera gratuita a viajeros, con la única recompensa de que después se esté dispuesto a alojar a alguien en tu propia casa.

Así fue como Santiago consiguió que alguien lo hospedara, y lo arrimamos hasta allí.

A Jota lo llevamos a un hostal, y Pablo se vino conmigo al hotel donde pasaré las noches con Cecilia en la capital francesa.

Pero cuando termina una etapa, comienza otra. Se podría decir que en todo sueño, hay una historia de amor, y en este viaje, no podía faltar esa cuota de amor y de ternura. Por eso, Cecilia, quien es Licenciada en Nutrición (lo digo por si alguien necesita de sus servicios profesionales) está a punto de tocar suelo francés, mientras yo, ya la espero con ansias en el Aeropuerto.

Muchos estarán pensando en que recién después de siete meses de viaje la voy a ver. Es verdad, es mucho tiempo, pero los casi diez años que llevamos de novios, no nutrió de suficiente confianza como para poder estar separados durante estos meses. Antes de que empiecen a sacar cuentas, es verdad, éramos muy chicos cuando nuestros caminos se cruzaron por primera vez.

Todavía me encuentro a horas de nuestro reencuentro, es que mi ansiedad me jugó una mala pasada, pues no sólo me he recorrido casi todas las terminales de este enorme aeropuerto, sino que también me hizo pagar estacionamiento en todos ellos, y como si fuese poco, el vuelo está atrasado. De todas formas estoy a menos de diez metros de la puerta de salida, no sea cosa que el monitor informativo se equivoque, y el vuelo ya esté aterrizando y me pierda de ese abrazo que hace tanto tiempo espero.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario