Salimos temprano en la mañana de Locarno rumbo a Verona, ciudad italiana conocida principalmente por encontrarse allí, el balcón en el cual Julieta se asomaba y veía cómo Romeo, enamorado, le recitaba poemas de amor.
Afortunadamente ya conocía esta ciudad. Había tenido el placer de conocerla junto a mi hermana hace siete inviernos atrás. Ahora, en otoño, lo haría con Cecilia y podría saber con mayor facilidad qué lugares visitar.
Llegamos y fuimos directo a un hostal que habíamos visto en Internet. Afortunadamente no habíamos hecho la reserva, ya que al llegar a la dirección indicada, sólo encontramos una peluquería.
Pero como todo contador precavido, había anotado otra dirección, y hasta allá fuimos. Éste en realidad no era un hostal, se conocen como “Bed and Breackfast” (cama y desayuno), y consisten básicamente en un gran apartamento, que te alquilan un dormitorio, y te dan el desayuno. A nosotros, esta vez, nos servían el desayuno en un bar cercano al apartamento. Como Cecilia es celíaca, no podía desayunar nada de lo que nos servían en el bar, por lo que mi porción se duplicaba.
Yendo a este bar a desayunar, pudimos ver cómo tienen la costumbre del café los italianos. Pero no sólo el café de la tarde, sino también el de la mañana. Leen el diario, y comentan y discuten las noticias de una mesa a la otra.
Ahora bien, nos instalamos, dejamos el auto en un estacionamiento muy barato cerca del apartamento, y salimos a caminar por las pintorescas calles de Verona. Tras cruzar el puente que quedaba justo en la esquina de nuestro “Bed and Breackfast”, teníamos que caminar tan solo unas cinco cuadras para toparnos con la fachada de la casa de Julieta.
Digno es decirlo que si no es por la multitud que asoma, uno no se percata que allí está la mayor atracción turística de la ciudad. Es que los enamorados no paran de escribir sus nombres en la pared, pero ahora no sólo lo hacen con lapicera, sino que han llegado a hacerlo hasta con graffiti, dándole un aspecto más espeluznante que otra cosa.
Pero al pasar al fondo, hasta un pequeño patio interno, logramos ver el sencillo balcón de Julieta. También hay una estatua de ella, y la tradición indica que hay que sacarse una foto tocándole un ceno. No me pregunten por qué, pero la mayoría eligió el derecho, y es así como le brilla el bronce de tanto toqueteo.
También hay que decir que todo el mundo queda mirando a los alrededores en busca de Romeo. Pero éste no está por ninguna parte. Sólo se encuentra su nombre grabado en los miles de souvenires que una tienda prácticamente debajo del balcón ofrece a los turistas que hasta allí llegan desde distintas partes del mundo.
Seguimos caminando por la ciudad, topándonos con bonitas plazas, fuentes, iglesias y puentes. Precisamente cruzamos un puente denominado El Puente de Piedra, que fue construido por los romanos. Allí cerca también pudimos apreciar ruinas de esta civilización de épocas de antaño.
Empezó a garuar, y nosotros comenzamos nuestro retorno al apartamento para descansar un rato después de toda una tarde caminando y disfrutando de la ciudad.
Como aún no habíamos llegado a ir hasta el Arenas, (una especie de pequeño Coliseo), decidimos ir de noche, y de paso ver el movimiento nocturno de Verona. Obviamente salimos de paraguas, porque el agua seguía cayendo del cielo. Tal vez esta fue la razón por la cual no vimos mucha gente en el centro de la ciudad. Caminamos por una peatonal, y de regreso, pasamos nuevamente por la casa de Julieta. Si de día ya te daba miedo, imagínense de noche, lloviendo, y con la calle vacía.
Al otro día por la mañana pese a la lluvia, quisimos hacer el mismo recorrido que habíamos realizado por la noche, pues la peatonal tenía muchos comercios, algunos de los cuales queríamos visitar para ver si podíamos aprovechar algunas liquidaciones.
Por la tarde, agarramos el auto, y nos fuimos hacia un lugar que nos había aconsejado el dueño del apartamento. Este lugar se llama Sirmione y queda a casi una hora de Verona.
¿Qué decirles de este pueblo, o mejor dicho, de este balneario? Tal vez decirles que su visita es altamente recomendable. Fue una pena haberlo visitado con lluvia, pero fue el día que nos tocó, y tratamos de disfrutarlo igual.
Sirmione es como una angosta península en un enorme lago. Tan angosta que solo tiene una calle de punta a punta. Este lago tiene alto contenido de azufre, lo que hace que su color sea muy llamativo. Es un color turquesa muy intenso. Pero no solo esto lo hace peculiar, sino también su castillo con su fosa que lo rodea.
Hay muchísimos hoteles, restaurantes, comercios. Algunos cerrados pues ya se está en baja temporada. ¡Cómo nos hubiese gustado conocer este balneario en verano! Debe de ser fantástico.
En fin, seguimos recorriendo balnearios a orillas de este lago, como ser Garda y Lazise. También hermosísimos. Ahora entendíamos por qué el GPS nos informaba que había muchísimos campings a orillas de este lago. Es que cada lugar es un centro turístico muy importante. Indagando un poco más, nos decían que austriacos, suizos y los propios italianos, son los turistas predominantes en la alta temporada.
Cansados de tanta lluvia, y apenados de no haber conocido estos maravillosos balnearios en el verano, regresamos a Verona, donde pasaríamos nuestra segunda y última noche, previo a dirigirnos a otro punto alto de esta Etapa del viaje compartida con Cecilia: la romántica Venecia.