miércoles, 11 de mayo de 2011

NOCHE EN HONG KONG

La noche en Hong Kong merece una entrada aparte, pues si bien los lugares no son discotecas majestuosas, lo que nos divertimos no tiene nombre.

El viernes salimos a un lugar que le habían recomendado a Miguel (recuerden Miguel fue mi gran compañero de cuarto en China y Hong Kong). Éramos un poco más de quince personas entre parejas, compañeros y Carlos (el profesor acompañante). 

Nos tomamos el subte en busca de esta zona que nos habían recomendado, pero los lugares que habían allí eran sólo pubs y la bebida costaba muy cara. Pero al final de un callejón, estaba el lugar que nos hizo desbordar de diversión. Pagabas la entrada, y tenías canilla libre de las bebidas que quisieras. Entramos, bajamos al subsuelo, y éramos sólo nosotros y algún chino más.

La música era sólo electrónica. Si bien no somos unos buenos bailarines, bailamos hasta el cansancio a pesar de sacarnos del típico paso del dos y uno o el uno y uno como solemos bailar en Uruguay. 

Realmente en todos los lugares existe intercambio cultural, y en esta pequeña discoteca no estuvo la excepción, es que enseguida integramos a los pocos chinos que se habían inibido al ver entrar a tanto occidental. Digo intercambio cultural, porque ellos nos enseñaron a bailar esta música, y nosotros les enseñábamos también nuestros pasos inventados. Gastamos poco, tomamos bastante, nos divertimos muchísimo! 

A la vuelta nos volvimos en taxi y al otro día contar lo bien que la pasamos, para entusiasmar al resto de la gente a salir nuevamente el sábado al mismo lugar. Fue así que sólo logramos convencer a un par de personas más, y otra vez, al mismo lugar en busca de una revancha de diversión.

Mismo sistema, pero un poco más caro pues era sábado. Comprar la entrada, y canilla libre dentro. Al principio no aceptábamos porque nos querían cobrar muy caro, pero nosotros le insistíamos que la noche anterior no había nadie, y al llegar nosotros, el lugar explotó. Y ahora que éramos unas veinticinco personas, tenían que hacernos un mejor precio.

Cuando estábamos negociando el precio de la entrada, otras personas nos venían a ofrecer para ir a su pub o discoteca, esto nos ayudó a que el lugar a donde queríamos entrar desde un principio, aceptaran el precio propuesto.

Esta vez había más gente, chinos en su totalidad, y empezamos a bailar nuevamente electrónica. Pero teníamos un as bajo la manga, era mi pendrive con una música de colección. Teníamos en nuestras manos cumbia de nuestra época de adolescente. Los Fatales, Karibe con K, Monterrojo, Chocolate, Los Nietos del Futuro, y muchas más que hacen que te transportes a la matiné de Oxígeno allá en Flores.

Y no me van a poder creer si les cuento que el Dj aceptó el pendrive, y empezamos a tirar esos dos y uno en una discoteca en plena ciudad de Hong Kong. Los chinos no daban crédito de lo que estaban viendo, y mucho menos escuchando. Pero al ver cómo se bailaba, en seguida les gustó el hecho de hacerlo de la mano, y se arrimaron para bailar todos juntos y enseñarles cómo nos divertimos en Uruguay.

Al ser una selección de temas (que no es de mi autoría, sino de Martín) cada vez que terminaba una canción, y empezaba otra, ésta era mejor que la anterior. Desde "solamente un beso", pasando por "como lloraba la abuela de Colón", "La pollera amarilla", "El baile del pimpollo", "Gelatina", "Todo eso fuistes", hasta el clásico trencito con "Violeta" de Alcides. Fue una locura. Ver a mis amigos disfrutar de esa manera, ver al profesor acompañante siguiendo nuestras coreografías, y a los chinos queriendo aprender a bailar como nosotros, me llenaba de emoción y alegría.

Había como unas salas vip con las puertas cerradas con chinos cantando karaoke. Fue así como compañeras entraron, les quitaron el micrófono de las manos, y los trajeron a la pista para bailar todos juntos y divertirnos hasta que cerró el boliche a las cuatro y media de la mañana.

Fue una experiencia única, ninguno podía creer lo que habíamos vivido esa noche en Hong Kong, hasta el médico sanducero que nos acompaña en el viaje tiró sus pasos al escuchar Karibe con K en esta ciudad tan lejana de la suya, de la nuestra, de la de todos.

Estamos convencidos que dentro de unos años, todavía recordaremos esa noche en Hong Kong, en donde la electrónica pasó a cumbia por un grupo reducido de estudiantes de Ciencias Económicas en su viaje por el mundo.

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