Los seis días en esta isla han sido realmente espectaculares. Llegamos al mediodía en un ferry, y caminamos con mucho calor hasta el hotel.
El hotel es enorme y hermosísimo. Se encuentra estratégicamente ubicado en la parte más angosta de la isla, lo que permite tener vista al mar tanto para el frente, como para el fondo, en donde se vislumbra la gigantesca piscina.
Las callecitas de Phi Phi, son muy pintorescas, angostas, con muchos comercios tanto de ropa como gastronómicos, pudiendo observar los frutos del mar tan variados, como ser camarones, cangrejos, rayas, pulpos, hasta exóticos pescados.
Un día encontramos un lugar muy rudimentario, pero con un menú que nos hizo sentir un poco más cerca de nuestro querido Uruguay. Comimos milanesa de pollo al pan con lechuga y tomate. Más de una vez comimos en ese lugar que dos por tres se olía un olor nauseabundo como a grasera o pozo negro. Pero era milanesa al pan che!
Un día caminamos hasta una playa llamada Long Beach, es un largo trayecto, por momentos con vegetación algo tupida, logrando ver monos en dicho camino. Al llegar al lugar disfrutamos todo el día de esta playa espectacular con agua color turquesa, en donde nos encontramos con mucha gente del Grupo de Viaje que aún sigue viajando de manera libre.
Almorzamos en un restaurante que se encontraba en la playa. Algunos comieron hamburguesa mientras yo degustaba un exquisito y barato plato de tallarines con camarones.
Para regresar, nos resignamos, y volvimos en taxi bote.
Otro día, fuimos a hacer un recorrido por las islas cercanas. Como éramos más de sesenta los interesados, contratamos un crucerito, que nos ofrecía el almuerzo, merienda, kayak, patas de rana, y máscaras para hacer esnórquel.
La primer parada fue en alta mar, en un lugar para hacer esnórquel. Fue muy lindo, uno nunca para de sorprenderse de las cosas que ve bajo el agua. Difícilmente llegue a presenciar algún día lo vivido en Filipinas, pero aquí también se disfruta muchísimo de la vida acuática.
Después fuimos a una playa, la Monkey Beach, y como su nombre lo indica, es una playa en donde hay muchos monos. Como nosotros estábamos en un barco bastante grande, la única manera de llegar a la orilla era nadando, o con kayak. Me puse las patas de rana, y empecé a nadar hasta la orilla en donde me esperaban decenas de monos.
Fuimos a otro lugar para seguir haciendo esnórquel, en esta oportunidad tirábamos comida, y los peces se amontonaban alrededor nuestro. Era increíble la sensación de estar sumergido rodeado de tantos peces de colores.
La próxima playa era la tan ansiada Maya Bay, tal vez con este nombre no la conozcan, pero es la playa donde se filmó la película “La Playa” con Leonardo Di Caprio como actor protagónico.
En vez de entrar por la playa, entramos por la parte de atrás de la isla. Tuvimos que nadar hasta una especie de escalinata primero de cuerda, luego de madera. Las cámaras de fotos las metimos todas en una bolsa hermética para que no le entre agua.
Empezamos a caminar por la isla hasta llegar a la playa. Mis ojos no lograban captar tanta belleza. Yo, no lograba sortear tanta emoción de estar en una de las playas más famosas del mundo. Pensar que veía fotos y postales de este paisaje, y ahora yo estaba inmerso en él.
Después de un rato, tuvimos que volver al barco, pero esta vez, algunos volvieron en kayak, pues decían haber visto víboras en el agua. Y otros, no creyendo, volvimos nadando por la fuerte corriente que rompía sus olas contra las rocas. Resulta que algunos compañeros vieron realmente las víboras.
Terminando el día de recorrida por las playas, nos dirigimos a una isla, que fue la que más me gustó de todas. Fuimos a Bambú Island. Con una playa increíble. Demoramos bastante en llegar, y mientras tanto, tomábamos un poco de sol en la cubierta del barco. Conocimos al capitán, un tailandés muy simpático, que iba escuchando Bob Marley a todo volumen mientras fumaba tabaco y bailaba sentado.
Esta vez, para llegar a la playa, había un bote pequeño que nos llevó hasta la orilla, otros se fueron en kayak, y otros nadando.
Ya el sol había empezado a despedir el día, y el paisaje se volvía cada vez más atractivo. Nos quedamos largo rato disfrutando de la playa. Sin duda, ésta fue la más linda de todas las playas que he ido aquí en Tailandia.
Volví nadando al bote ya casi de noche, y una vez allí, empecé a tirarme desde el segundo piso. Salía del agua, y de nuevo me tiraba, así como unas diez veces. Agotados de todo el día, empezamos el regreso al hotel.
En la isla de Phi Phi, hay una parte desde donde se puede apreciar una vista panorámica espectacular. El lugar se encuentra subiendo una pequeña montaña. El camino es muy agotador, pues hay mucho repecho y un calor sofocante. Por momentos nos arrepentíamos de habernos aventurado en la escalada. Pero al llegar al “View Point”, nos quedamos maravillados del paisaje que se puede contemplar desde allí arriba.
Nos sacamos un par de fotos, descansamos un rato, y empezamos a descender para ver el atardecer desde la playa del hotel.
Es increíble los colores que toma el cielo cuando el sol empieza a desaparecer. Naranja y rosado, son los colores con que se tiñe el cielo azul. Es muy inspirador estar sentado en la arena mirando el horizonte. Sólo faltaba mi novia a mi lado para ser perfecto dicho paisaje.
Phi Phi, es como muchos otros, un destino altamente recomendado. Playas, hermosos paisajes, restaurantes, vida nocturna, y mucha alegría, son factores que hacen de esta isla, un lugar de ensueño.