En el hostal teníamos una parrillita, por lo que se nos ocurrió, como dije en la otra publicación, utilizarla para cocinar algo allí. Colgamos la bandera de Uruguay, pusimos unas cumbias viejas esas de los Fatales, Monterrojo, entre otros tantos temones; y tras unos vinitos, empezamos a levantar el hostal. Es que todos estaban muy tranquilos hasta que nosotros los fuimos a buscar a todos para que salieran al patio para disfrutar con nosotros de la noche de Christchurch. Es así que conocimos a unos alemanes, ingleses y también neocelandeses. Hasta el recepcionista se agregó. Como habíamos comprado bastante carne, empezamos a compartir, y todos quedaron fascinados con los uruguayos.
Pasamos una noche fantástica, nos alimentamos bien, hierro, proteínas, y todas las propiedades que brinda la carne, es que vaya a saber cuando volvemos a comer estos manjares.
Al otro día al mediodía fuimos a buscar la casa rodante.
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