El primer día en Nueva Zelanda fue muy tranquilo, es que aquí en Christchurch, está todo cerrado como consecuencia del terrible terremoto que sufrió semanas atrás. Todos los supermercados, restaurantes y tiendas, están cerrados, lo que hace que la estadía en esta ciudad no sea del todo satisfactoria. Incluso no se encuentran casas de cambio, por lo que tuve que sacar dólares neocelandeses de un cajero para poder hacer los primeros gastos.
Hay un perímetro de quince a veinte cuadras a la redonda del centro de la ciudad con vallados custodiados por militares para que las personas no pasen, pues en esa zona fue donde más se sufrió esta catástrofe y hay peligro de derrumbe de muchísimos edificios. Caminar por las calles totalmente desiertas era una sensación rarísima; y más aún al ver casas desplomadas, o casas y calles con importantes rajaduras.
Con la poca gente que nos cruzábamos, todas te saludaban, te identificaban con la bandera de Uruguay, o te preguntaban de dónde es esa bandera y enseguida te decían “Oh Uruguay”. Aquí sí saben de nuestra existencia! También hablamos mucho con los militares para interiorizarnos más sobre lo acontecido. Esta gente está tan sensibilizada, que te transmiten un respeto y una paz inmensa.
Mañana habrá en el parque de la ciudad un memorial por las 257 personas que murieron en el terremoto, esperan a más de 150.000 personas, lo que indica lo comprometida, y solidaria de esta ciudad que aún se encuentra en duelo.
Ahora haremos unas chuletas de cerdo y de cordero en una parrilla a gas aquí en el hostal, y mañana por la mañana iremos a buscar la casa rodante para empezar a recorrer la isla sur de Nueva Zelanda.
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