Este último día en este país tan maravilloso como es Filipinas lo empecé muy temprano en Puerto Princesa. Ya había dejado todo pronto la noche anterior, por lo que después de hacerme el último sobrecito de leche en polvo que tengo desde que cenamos una noche en un Mc Donald’s de Singapur hace ya un mes, salí a la calle en busca de un moto taxi.
Estaba nervioso pues era muy temprano y temía no encontrar locomoción que me lleve hasta el aeropuerto. Pero al doblar la esquina, veo venir un moto taxi, pero venía con una señora, lo quedo mirando maldiciendo para adentro, cuando de repente para y me pregunta si necesito viaje. Yo le dije que sí, la señora se corrió, e íbamos los dos pegados nalga contra nalga en ese moto taxi destartalado. Al llegar a un mercado la señora se bajó, y ya con más espacio, nos dirigimos al aeropuerto mientras conversábamos con el taxista de lo increíble que es Palawan.
Mi vuelo salía a las 9:10 de la mañana, y como en la reserva decía que el check in era dos horas antes, llegué al aeropuerto exactamente a las 7:10, ni un minuto más, ni un minuto menos. Sorpresa fue la mía cuando al llegar a la puerta de Departure, ésta estaba cerrada con una cadena con candado, en el vidrio un cartel que anunciaba su apertura a partir de la hora 7:30, por lo que tuve que esperar primero en la fila hasta poder entrar.
Una vez finalizado todo el trámite del check in, mientras esperaba en la sala de espera previo a abordar el avión, me sentía muy observado, es que era el único occidental allí dentro. Era tal la incomodidad, que decidí ir a un rincón para no llamar tanto la atención entre medio de tanto filipino. Al rato llegó una pareja de tez clara como la mía, y las miradas se diversificaron en tres personas en vez de en una sola.
Es increíble cómo llamamos la atención, no sé si será por lo rubio, o porque no están acostumbrados a ver muchos turistas por esta zona, pero por ejemplo ayer cuando salí a comprarme el almuerzo a un almacén, habían muchos niños y todos se reían y me saludaban, al salir del almacén me encuentro como con veinte niños amontonados que me esperaron para darme la mano y decirme“hello, hello”. Pero ojo que sólo se reían y saludaban, en ningún momento pedían dinero o caramelos, sólo era su curiosidad por saber quién era, qué hacía allí.
Llegué a Manila, a la terminal 3 de vuelos domésticos, y de allí tuve que venirme hasta la terminal 1 desde donde saldrá mi vuelo hacia Singapur, para luego dirigirme a Beijing previa escala de cincuenta minutos en Hong Kong.
Ahora me encuentro sentado en el suelo, recostado contra mi mochila escribiendo estas líneas. Recién dentro de seis horas me encontraré con Matías y Martín para hacer juntos los trámites pertinentes para abordar el avión de Tiger Air.
No tuve wi fi en el aeropuerto y tuve que matar el tiempo de alguna manera. Y lo hice cociendo banderitas de los destinos que he conocido y conoceré en la mochila. De ahora en más la mochila tiene nombre y apellido, la llamo "La Abanderada".
Me quedaron bárbaras realmente, no así mis dedos que los tengo con ampollas. Es que se imaginarán que ésta debe de haber sido la segunda o tercera vez que cozo, la anterior fue cuando le cocí el botón de la bermuda al Chelo.
En la primer foto se aprecian las banderas de Malasia y de Australia, en la segunda foto la de Filipinas, Uruguay y China. Me quedan por cocer otras banderas, pero no sé cuándo lo haré puesto que en promedio demoré una hora para cada banderita, y no creo que de aquí en mas cuente con tanto tiempo para dicha tarea.
Les mando un fuerte abrazo a todos, ahora termino esta entrada en el aeropuerto de Singapur, siendo las tres y media de la mañana. Dormiré acostado en un sillón del Mc Donald's para partir rumbo a China a primeras horas de la mañana.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario