Me encuentro escribiendo esta entrada en el ferry que me dejará en un par de horas en Atenas. Atrás quedó Santorini, isla volcánica. Su última erupción la tuvo hace aproximadamente tres mil años, con lo que el volcán se deterioró tanto, que se inundó su caldera, quedando hasta hoy día lo que conocemos como Santorini.
Sus casas parecen estar colgadas de los acantilados que sobrepasan los trescientos metros de altura. Para el lado de la cantera, no hay playas, sólo acantilados; para el otro sí se encuentran playas de arena negra, y otras de cantos rodados negros. Es que recuerden estamos sobre un volcán prehistórico.
En este destino, me acompañó Carlos (el docente acompañante), nos alojamos en Karterados, una zona cercana al centro Fira. Por lo tanto estábamos en lo alto de Santorini. Caminar por el centro es algo increíble. Si bien sus calles no son tan pintorescas como las de Mykonos, la vista desde allí es formidable. Se ve toda la caldera, se ven las islas cercanas, y el atardecer es muy bonito.
En uno de los días, alquilamos una moto, y recorrimos toda la isla. Primero fuimos a la playa de Monolithos de agua transparente y arena negra, luego a la de Kamari de cantos rodados lo que dificultaba caminar. Después fuimos a Perissa que es como un pueblito al sur de la isla donde se encontraban muchos compañeros del Grupo. Fuimos a su playa y allí nos encontramos con uruguayos de Arquitectura. De aquí nos fuimos a otra playa, Peribolos, igual a la anterior.
Realmente las playas no son nada del otro mundo, es que si bien sus aguas son espectaculares y sus arenas negras pintorescas, no superaban en belleza a las de Mykonos.
Tal vez he conocido tantas playas como las de Hawaii, Nueva Zelanda, Indonesia, Filipinas, Vietnam, Tailandia, Emiratos Árabes y Egipto, que estas playas de las islas griegas, no colmaron con las expectativas previstas.
Siguiendo con el recorrido motorizado de la isla, nos dirigimos a la playa Kokkini, o más conocida como la playa roja; pues se encuentra justo debajo de un gran acantilado de arena roja, lo que hace que sea muy atractiva.
De aquí empezamos a ir al Cabo Akrotiri, la parte más al sur de Santorini. Para llegar aquí, debimos ir por una carretera que nos arrojaba una vista envidiable para cualquier amante de los paisajes. Al llegar al Cabo, nos quedamos disfrutando por varios minutos de toda la belleza de la vista que se obtiene desde este punto de la isla.
Después de un rato, emprendimos viaje hasta Oia, la parte más al norte de la isla. Por lo que debimos atravesarla íntegramente. Demoramos casi una hora en llegar, y cuando quisimos acordar, la moto estaba casi sin nafta, con lo que nos pusimos nerviosos, pues no sabíamos si llegaríamos a Karterados, donde nos alojábamos.
Lo importante era que estábamos en Oia, donde prometen se ve el mejor atardecer del mundo. Mucha gente viene a este lugar, y a medida que se aproxima la hora esperada por todos, es muy difícil encontrar un lugar para poder sacar esa foto de postal que todos conocemos. Es allí cuando los techos de las casas se empiezan a ver desbordadas de gente, las escaleras, las cornisas.
Sinceramente no fue el mejor atardecer que vi, es verdad que el entorno es espectacular, pero la puesta de sol propiamente dicha, no fue la mejor. Por ejemplo el atardecer de Tel Aviv, fue muy superior a este, o los atardeceres de Phi Phi allá en Tailandia.
Otra cosa que venden de Santorini son sus casitas blancas con sus techos azules. No sólo que no todas las casitas son blancas, sino que las que tienen los techos azules son tan solo cuatro o cinco. La postal de Santorini que recorre el mundo es mentira. Lo único que es verdad es su belleza por sus acantilados y sus vistas, pero ni las playas, ni el atardecer, ni los techitos azules son lo prometido.
Después que desapareció el sol, empezó el retorno en la moto sin nafta. Apagándola en las bajadas, y sin acelerarla a fondo en las subidas, llegamos con el olor a la casita alquilada.
Otro día fuimos de mañana a una playa llamada Exo Gialos, pero como ya habíamos devuelto la moto, fuimos caminando. Más de media hora caminando bajo los rayos del sol para llegar a esta playa de arena negra. Su agua espectacular, nos quedamos un par de horas.
Seguimos caminando, y no solo realizamos otra vez el camino de regreso, sino que también fuimos al centro, Fira para seguir recorriendo sus callecitas y sus vistas. Caminamos tanto, que cuando quisimos acordar, ya se hizo la tardecita volviendo a ver el atardecer.
Santorini es una isla muy pintoresca, pero venía con tantas expectativas, que no pude colmarlas en su plenitud. Obviamente que me encantó, pero simplemente esperaba más aún.
Me despedí de Santorini, y de Carlos. Una gran persona que supo cumplir su rol de docente acompañante, poniendo orden, cuidando de todos, haciéndonos sentir siempre respaldados. En estos últimos días tuve la oportunidad de conocerlo mejor, y sé que sus hijos se deben sentir orgullosos de su padre. Que bueno Carlos, que anécdotas para contarles!
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