De Agra nos fuimos en ómnibus hasta Delhi, capital de India. Llegamos después del mediodía, por lo que con unos amigos salimos a almorzar y a recorrer la zona aledaña al hotel. Fuimos a una calle donde venden pañuelos y pashminas, y en determinado momento nos vimos sentados revolviendo telas cual si fuéramos verdaderos conocedores de tales materiales.
Después de realizar regateos y compras para regalos, nos fuimos al hotel a jugar unos trucos y conversar y descansar.
El último día de estadía en estas tierras, realizamos un city tour por la capital, visitando la mezquita más antigua de India, el templo de la flor de loto, una tumba muy parecida al Taj Mahal, y por último, fuimos a donde están los restos de la persona responsable de constituir la independencia de India: Mahatma Ghandi. Vaya que en ese momento me vino a la cabeza años de historia. Cosas que iba recordando a medida que veía fotos y leía recortes de diario en el museo de este señor que es querido y también odiado.
Esto de odiado, realmente no lo sabía. Pero muchos condenan a Mahatma Ghandi de haber promocionado la separación entre Pakistán e India; sin antes haber agotado todos los recursos para lograr una armonía entre culturas y religiones.
En cada país existe un héroe, y cada héroe siempre tiene sus críticas. Pero lo importante es ver su misión en forma macro y no entrar en demasiado detalle donde uno siempre encuentra fisuras de una ideología que ayudó a todo un pueblo a romper, de manera totalmente pacífica, los lazos con sus colonizadores.
Volvimos al hotel, y al otro día pasaríamos la hoja, y atrás quedaría otro destino para volar hacia uno nuevo, esta vez, Emiratos Árabes.
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