Llegamos a Luxor a las cinco de la mañana, y de allí en ómnibus nos dirigimos al Valle de los Reyes. En este valle se encuentra una montaña con forma de pirámide natural, por eso se eligió para enterrar a decenas de faraones en su ladera. Hasta la actualidad se han descubierto sesenta y cinco tumbas, sospechándose la existencia de muchas más.
En este valle se encuentra la tumba de Tutankamon. El ingreso a esta tumba, no estaba incluido en la entrada general, con lo que quien quisiera visitar dicha tumba tenía que pagar aparte. El guía no nos recomendaba entrar pues nos decía que era muy pequeña en comparación con las que veríamos. Pero como tampoco nos había recomendado la entrada a la pirámide de Keops, y resulta que estaba muy buena; esta vez hicimos caso omiso a su recomendación, y compramos el boleto.
Es una pena, pero no se podía sacar fotos dentro de las tumbas. Existe una multa de doscientos dólares americanos por incumplir esa regla. Obviamente no faltó el egipcio que se encargaba de controlar, que te dejaba sacar fotos por una propina. Pero desconfiando, no accedí a su propuesta.
Es increíble cómo después de más de cuatro mil años, el color de los jeroglíficos sigue allí a pesar del paso del tiempo. Cuesta creer que no se retocan de vez en cuando, es que son metros y metros de corredores llenos de escrituras coloridas.
Entramos a tres tumbas. La de Ramsés II y IX y a otra que no recuerdo. Todas espectaculares. Y por último llegó el turno para conocer la tumba de Tutankamon. Entramos, no caminamos más de veinte metros, y allí estaba, después de tanto escuchar de este niño faraón, su sarcófago. Pero lo más impactante fue que sobre un rincón, estaba en una vitrina, el propio Tutankamon momificado. Pudiendo apreciar su cabeza y sus pies. Viendo el tamaño pequeño de su cuerpo debido a su muerte prematura.
Obviamente esta foto no la saqué yo, pues como les decía, no está permitido. Pero así es la tumba de este faraón. Pensar que esta tumba, una de las más chicas de todas, tenía un valioso tesoro. Imagínense los tesoros que tendrían las otras que triplicaban su tamaño. Pero nunca lo sabremos, pues fueron todas saqueadas.
Una de las razones por las cuales es tan famosa la tumba de Tutankamon, es porque se encontró un jeroglífico que lo nombraba, y ahí se supo de su existencia. Con lo que empezaron a buscar sin tener éxito alguno. Pero después de seis años de búsqueda, se la encontró escondida bajo otra tumba. De ahí que los saqueadores nunca accedieron a ella.
Después de visitar el Valle de los Reyes, nos fuimos a ver el Templo de Hatshepsut. Dicho nombre pertenecía a una reina-faraón, que reinó entre los años 1.479 a 1.457 antes de cristo. Aún no logro comprender cómo es posible poder tocar esas paredes que fueron erguidas hace más de tres mil años.
Después fuimos al Valle de las Reinas, donde hay también muchas tumbas. Aquí tampoco se podía sacar fotos, pero les pongo una foto que no es de mi autoría para que vean lo extraordinario de las cosas que se veían dentro de las tumbas.
Como último paseo, visitamos los Colosos de Memnon. Dos estatuas gigantescas que nos hacen sentir diminutos, y cuestionarnos cómo lograron hacerlas en aquella época sin tecnología avanzada. Claro está que los egipcios tenían una técnica muy avanzada para su época logrando construir cosas increíbles para los ojos del hombre.
Luego de toda la mañana paseando, llegamos al crucero en el cual iremos visitando distintas ciudades aledañas al Río Nilo. Hicimos el check in, y tras descansar unas horas, salimos en la noche a ver un show de luces y sonido en el Templo de Karnak. Un templo con gigantescas columnas. El show estuvo muy bueno, te iban contando una historia a medida que nos íbamos adentrando en las ruinas del Templo.
Volvimos al crucero, donde dormiríamos anclados en la ciudad de Luxor, para visitar nuevamente el Templo de Karnak y otros lugares que aún no habíamos visitado.
Fue así que al otro día por la mañana fuimos otra vez al Templo de Karnak para verlo con la luz del día y apreciar toda su grandeza.
Después fuimos al Templo de Luxor, también muy impactante. Este templo se une con el de Karnak por la Avenida de Las Esfinges, que es un camino que tiene en ambos lados pequeñas esfinges durante tres kilómetros. Son más de seis mil estatuas. Muchas de las cuales están enterradas aún bajo las edificaciones de la ciudad. De a poco, están derribando las casas, y excavando para que en el futuro, toda la avenida esté descubierta en su plenitud.
Lo interesante del Templo de Luxor son dos cosas. Primero que tiene cosas con estilo griego, como por ejemplo algunas columnas, es que Alejandro Magno llegó a estas tierras en el siglo cuarto antes de Cristo. También se veía un fresco en una pared, representando la última cena, y tras este fresco deteriorado se apreciaba los típicos jeroglíficos egipcios. Es que son muchos años de historia, muchos vinieron a Egipto, como lo hizo también Napoleón Bonaparte en el siglo XVIII después de Cristo. Y este personaje se llevó a Francia uno de los dos obeliscos que se encontraban en la entrada del Templo. Hasta el día de hoy, el obelisco usurpado está en una plaza en París. Cuando vaya a esta ciudad y lo vea, sabré de dónde pertenece realmente.
Volvimos al crucero para almorzar, y para zarpar rumbo a Esna. Durante la tarde, nos bañamos en la piscina, jugamos unos trucos, y disfrutamos del paisaje que nos ofrece el Río Nilo.
Por la noche, hicimos una fiesta de disfraces muy divertida.
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