Por la noche debimos sacar el equipaje (que en mi caso sólo es mi mochila llamada “La Abanderada”) para afuera de la habitación, pues nos desentendemos de ellas hasta que arribemos al aeropuerto de Xi-An. Otra cosa magnífica de viajar con el Grupo, es que al llegar al aeropuerto de partida, ya está nuestro equipaje despachado y el pasaje emitido, con lo que sólo debemos pasar los controles aeroportuarios típicos y nada más.
Después de un vuelo de casi dos horas llegamos a Xi-An, y como el check in en el hotel era de tarde, empezamos el tour por la ciudad, mientras nuestras pertenencias iban al hotel para que cuando lleguemos al mismo tener todo dentro de la habitación.
La primer parada en esta ciudad milenaria fue la muralla que protegió la ciudad hace ya muchísimos años atrás. Se mantiene tan bien que parece no pasar el tiempo para estos muros que recorren de forma rectangular unos doce kilómetros.
Después fuimos a almorzar a una zona cercana a la Pagoda de la Oca Salvaje un templo budista antiquísimo. Esta ciudad es muy limpia, hay mucho verde y colorido de flores en sus calles. Desde un tiempo a esta parte, están intentando hacer edificios y su decoración de forma antigua, y eso le da un toque de distinción muy especial. Por aquí nos encontramos con muchos compañeros que estaban viajando por China de manera libre. Fue muy lindo encontrarnos con todos ellos. A algunos me los había cruzado en algún otro país asiático, mientras a otros no los veía desde la última asamblea allá en Uruguay.
Después de visitar el templo budista, nos fuimos al Le Garden Hotel, un lujo al igual que el hotel de Beijing. Descansamos un poco, y luego para aprovechar lo que quedaba del día, mientras algunos se quedaron en el hotel y otros fueron a hacerse masajes chinos, con Miguel, Alejandra, Mariana y yo, nos fuimos a recorrer las calles céntricas de esta ciudad hermosísima.
Empezó a esconderse el sol, y las luces comenzaron a prenderse resaltando de gran manera los templos, las fuentes y los edificios. La sensación que nos dio este recorrido por las calles de Xi-An, fue que es una ciudad muy limpia y la gente mucho más educada que en Beijing. Es que en Beijing por ejemplo, tanto hombres y mujeres, vivían escupiendo en la calle, hacían un ruido realmente desagradable, y una vez el moco en la boca, lo pasaban de un cachete a otro y lo escupían, aunque muchas veces lo tragaban poniendo cara de asco. Y esto en Xi-An casi ni lo veíamos.
Volvimos a cenar al hotel, siempre probando comidas raras, pues justamente es parte de la cultura de un país comer sus alimentos típicos. Entre tantas cosas, comí ostras, camarones, sushi, entre otras cosas más occidentales.
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