martes, 9 de agosto de 2011

BÉLGICA – AMBERES


Fue difícil la decisión de dónde dormir, lo íbamos a hacer el Bruselas, pero habíamos decidido seguir haciendo carretera y dormir en algún punto P, éstos son estacionamientos en la ruta, pensados básicamente para los camioneros, en algunos hay hasta duchas y todo. Obviamente está prohibido acampar, aunque algunos lo han hecho.

El tema es que no había ningún punto P en el trayecto, por lo que fuimos hasta un camping que conocía Mariela, pero al llegar, la recepción estaba cerrada. Por lo que la segunda noche en Bélgica, la pasaríamos nuevamente en la calle.

Atracamos el auto en un estacionamiento de similares características al de Brujas y acampamos allí. Como estábamos a menos de una cuadra del camping, utilizamos sus instalaciones para bañarnos y demás.

Cocinamos por primera vez utilizando la pequeña hornalla. Como aún no teníamos mesa ni sillas, Cocinamos en el piso unos fideos con salsa de tomate y queso rayado. Una vez cenados, aprontamos las carpas, y nuevamente Santiago y Jota en ellas, y Pablo y yo, en el auto.

Al otro día, temprano, fuimos a recorrer un rato la hermosa ciudad de Amberes. Muy parecida a Brujas, seguíamos maravillándonos de estos lugares. Sus plazas, sus catedrales, sus calles. Aquí se encuentra la catedral de estilo gótico más grande de Bélgica. Impresionante.


De aquí partiríamos rumbo a la capital holandesa, hacia Ámsterdam, la ciudad del libre albedrío. 

BÉLGICA – BRUSELAS

Antes de contarles la breve estadía en Bruselas, me veo en la obligación de contarles algo más de Mariela. Decirles que se ha integrado muy bien al grupo, llegando a ser, en más de una oportunidad, imprescindible para todos. Hay determinadas acciones por parte de ella que nos molestan un poco, pero nadie es perfecto, y sabemos que con el tiempo, con el paso de los kilómetros, llegaremos a conocerla mejor.

En la capital de este país, teníamos las intenciones de quedarnos una noche, pero el camping no nos convencía, y dormir en la calle tampoco, pues como toda capital, es una ciudad muy grande, y los riesgos son muchos. Por eso, decidimos conocer lo más turístico de la ciudad, y seguir viaje hacia el próximo destino.

Aquí en Europa, el tema del estacionamiento es muy complicado, primero porque hay muchos autos, y segundo porque te cobran en casi todos lados. Y si todavía le sumamos el hecho de que el auto queda en la calle cargado con los bolsos y con las mochilas, todo se transforma en no querer separarse por mucho tiempo del auto.

La cuestión es que fuimos a ver la primera atracción turística, y al llegar no podíamos creer lo que veíamos. Resulta que hay una estatua de no más de cincuenta centímetros que es un nenito haciendo pichí, por lo tanto es una fuente. Cientos de personas posando frente al cerco para sacarse la foto. Obviamente que nosotros también posamos, pero creo que si Ramsés II, o el mismísimo Tutankamon, revivieran, se tirarían al vacío desde la punta de alguna pirámide.
  

Seguimos hacia otra atracción que es la Plaza Grande, donde todos los años, la cubren de flores de colores, quedando una gigantesca alfombra. Lamentablemente esta no es la época en la que hacen lo mencionado, pero los adoquines, no dejan de ser pintorescos.

Las edificaciones que rodean la plaza son magníficas, utilizando el carné de prensa entramos a un museo donde entre otras cosas, se ve una exposición muy particular. Consiste en que cada vez que alguien rompía la estatua del nenito, en vez de tirarla, la vestían y la traían al museo. Es así que se ve a la estatua disfrazada de astronauta, torero, Militar, Rey, hasta de ciego con su perrito. Son muchos los disfraces, lo que da una idea de la cantidad de veces que han tenido que reponer semejante estatua.

De aquí, un poco más alejado del bullicio de la ciudad, nos fuimos al Átomo, construido en el año 1.958. Esto es un edificio con forma de átomo. 
  
 Nos dejó asombrados el gran tamaño. Caminamos por sus alrededores, y una vez culminada la visita a esta ciudad, emprendios viaje rumbo a Ámsterdam, previa parada por Amberes.

lunes, 8 de agosto de 2011

BÉLGICA – BRUJAS


Debo empezar esta publicación, presentándoles a un integrante nuevo de la camioneta, que nos acompañará por nuestra vuelta por el viejo continente. Es que veíamos que entre cuatro hombres al volante, siempre viene bien la opinión y los consejos de una mujer. Por lo tanto, incorporamos a Mariela, ella es argentina, y sólo habla cuando necesitamos de su ayuda, aunque a veces se enoja cuando le erramos de camino, pero al no tener equipaje, hace que sea aceptada entre este grupo masculino.

Fue así que tras hacernos amigos de Mariela, salimos de París rumbo al norte, más precisamente hacia Brujas, un pueblito muy pintoresco de Bélgica. Acá en Europa, las ciudades saben mantener su arquitectura del medioevo, conjugándolo con toques modernos. Se pueden ver ciudades estéticamente viejas, pero muy avanzadas en todos los aspectos.

Llegamos a Brujas a media tarde, y lo primero que hicimos fue buscar un camping en la ciudad. Mariela, que se conoce todo Europa, nos ayudó a encontrar uno. Pero lamentablemente estaba lleno, entonces decidimos que esa noche dormiríamos en la calle, pero debíamos encontrar un estacionamiento adecuado para poder armar aunque sea alguna carpa. Fue así, que en las afueras de la ciudad, encontramos uno perfecto, ya que no era muy oscuro como para temer de algún asesino serial de estudiantes uruguayos, ni tampoco tan iluminado como para que nos vea todo el mundo.

Después de reconocer lo que sería nuestra casa, le pedimos a nuestra nueva compañera que por favor se acuerde de ese lugar, pues era temprano, y queríamos conocer algo de la ciudad antes de acostarnos.

Fuimos a la plaza principal de la ciudad, el sol ya se había empezado a ocultar, y las luces comenzaban a prenderse. Las casas que rodean la plaza son realmente muy particulares, típico de los países como Bélgica y Holanda. Caminamos y recorrimos las callecitas de adoquines. Fuimos a una zona de barcitos, donde nos encontramos con compañeras del Grupo. Es muy lindo irse encontrando con amigos, pues hacen pensar que el Grupo aún no termina.


Ya cansados, utilizamos el baño de un restaurante de comida rápida antes de ir hacia nuestra humilde casa. Llegamos, nos fuimos al fondo del estacionamiento, pusimos el auto en posición transversal para tapar la carpa de Santiago y de Jota, mientras Pablo y yo, reclinábamos el respaldo de los asientos de adelante para dormir cómodamente.

Estaba todo pronto, carpas armadas, colchones inflados, tapa ojos puestos, cuando de repente sentimos una camioneta que para detrás del auto. Miramos, y era la policía. Qué susto! Nos quedamos petrificados, hasta que Santiago y Jota fueron a hablar con ellos. Nos preguntaron qué estábamos haciendo, y muy inteligentemente Jota les dice que veníamos manejando desde muy lejos y que estábamos muy cansados, y que antes de tener un accidente, dormiríamos un rato para seguir viaje. Entonces al ver que sólo era de pasada, que no nos quedaríamos a vivir allí, nos dijeron buenas noches y listo.


No lo podíamos creer, la policía nos había autorizado a dormir en ese estacionamiento. A pesar de todo, no fue tan fácil dormir, pues no dejábamos de estar en la calle. De todas formas, nuestro cansancio obligaba a cerrar los ojos, y dormir plácidamente.

Muy cómodo el auto, y los chiquilines durmieron muy bien en sus respectivas carpas. Temprano, antes de que la gente empezara a circular en demasía por ahí, levantamos campamento y nos fuimos nuevamente al centro de la ciudad.

Se imaginarán que a las ocho de la mañana, no había nadie. Sólo Brujas y nosotros. Disfrutamos mucho de ese lugar. Utilizamos el carné de prensa para subir a una torre que queda en la plaza, desde donde se obtiene una vista espectacular de toda la ciudad.


Caminamos por aquí, caminamos por allá, y al ver que ya no había mucho más por conocer, decidimos irnos hacia Bruselas, capital de Bélgica. Ya pasado el mediodía, la cantidad de turistas era muy numerosa, y nosotros con la ayuda de Mariela, dejábamos esta hermosísima ciudad.

domingo, 7 de agosto de 2011

PARIS


En estos cinco meses que llevo viajando, he viajado muchas horas en ómnibus, pero nunca en uno tan incómodo como el que nos trasladó de Londres a Paris. Muchos se preguntarán cómo hicimos para viajar en ómnibus entre estas ciudades, si no existe un puente entre Inglaterra y Francia. Pero el tema es que hace algunos años, se construyó un túnel por debajo del Canal de la Mancha, y por allí cruzaríamos.


Como si no bastara saber que viajábamos bajo tierra, teniendo por encima toneladas de agua, para hacer más claustrofóbico el viaje, les pasaré a contar cómo viajamos los treinta y cinco minutos que demoramos en cruzar el túnel.

La cuestión es que yo pensaba que había una ruta, pero sólo se pasa en tren, con lo que el ómnibus se introdujo en una especie de vagón muy angosto de unos quinientos metros de largo, y allí se iban llenando uno atrás del otro. El ómnibus obviamente apagó su motor, con lo que el aire acondicionado dejó de funcionar, y el aire empezó a escasear, o al menos a mi me parecía. Traté de concentrarme y empecé a respirar profundo para no entrar en pánico y lograr que el trayecto sea lo más ameno posible.

En fin, llegamos con lluvia a Paris, a la estación de este ómnibus que no sabíamos dónde quedaba, así como tampoco sabíamos cómo hacer para llegar al hotel. Preguntando se llega a todos lados, pero en Paris se dificulta, ya que la mayoría de las personas, con mala cara hacen el mínimo esfuerzo para ayudarte, claro está que siempre existe la excepción.

Bajamos al metro, y allí había un mapa que nos ayudó bastante, es que nosotros no teníamos ni siquiera un mapa de la ciudad. Hicimos cola para sacar los boletos del metro, pero aceptaba sólo monedas, y nosotros no teníamos. Tras la negativa de todos los comercios de la terminal de darnos cambio, por suerte nos encontramos con algunas compañeras del grupo que dormitaban tiradas en el piso, y Merchu, nos dio cambio. (Merchu acá te nombré!).

Después fue la pericia de encontrar el hotel, pero después de casi una hora y con la ayuda de los mapas que hay en las paradas de ómnibus, dimos con el hotel.

Para ganar días, pues necesitamos llegar a Finlandia el 24 de Agosto, para entrar a Rusia con el Grupo, decidimos modificar el itinerario y sólo pasar una noche en Paris, y al otro día, al retirar la camioneta, irnos inmediatamente hacia Bélgica para comenzar nuestra vuelta por Europa.

Pero como teníamos un día en esta enorme ciudad, fuimos a ver lo más típico, la Torre Eiffel. Empezamos la caminata, por suerte ya no llovía más, y comenzamos a disfrutar de estas calles parisinas.

Al enfrentarnos con este icono tan característico, la felicidad era enorme. En mi caso, era la segunda vez. La primera vez que había estado allí fue hace siete años, y creanmé que valoré muchísimo esto de poder estar allí nuevamente.


Los chiquilines subieron hasta lo más alto, pero yo no lo hice, pues lo haré cuando visite nuevamente la ciudad con mi novia, dentro de dos meses.

Luego seguimos caminando por los Campos Eliseos, hasta ver ahí nomás, el Arco de Triunfo.

Luego a mitad de tarde, volvimos al hotel, pues estábamos extremadamente cansados, tal es así que mientras esperaba a los chiquilines que subieran a la Torre Eiffel, me quedé dormido en un banco cercano.

Aprovechamos el wi fi del hotel, y descansamos hasta el otro día. Día en el cual con Santiago fuimos a buscar la camioneta, un Renault Grand Scenic cero kilómetro. Bromeábamos con que tal vez sea la única vez que tengamos el placer de manejar un cero kilómetro, pero esperemos que después de muchos años de extremo trabajo logremos darnos el gusto. Aunque claro está, que personalmente tengo otras prioridades antes de tener un auto.


En el mismo lugar que lo retiramos, había una estación de servicio. Fuimos a cargar gas oil, no fueron más de cincuenta metros que Santiago se come un cordón de medio metro de alto, rayando íntegramente la punta del guardabarros. Pero debo reconocer que un error lo tiene cualquiera, incluso a todos ya se nos ha apagado en alguna oportunidad el auto.

Pasamos por el hotel a levantar a Jota y a Pablo, cargamos los petates, y nos fuimos en busca de utensilios de camping. Indecisión iba, indecisión venía, y allí nos encontrábamos los cuatro viendo que nos convenía más. La principal discusión era si comprar dos carpas para dos personas, o una carpa de uno para cada uno. Perdí por votación, y nos terminamos comprando carpas separadas. No sólo ocupan más espacio en la camioneta que ya nos está quedando justa, sino que también en los campings, te cobran por persona, y por carpa.

Pero lo hecho, hecho está, y hay que seguir mirando para adelante, por eso estas dos noches que han pasado, no hemos ido a campings, y nos hemos quedado durmiendo en estacionamientos en la calle, dos en el auto, y dos arman carpa. Pero esto será historia de Bélgica, nuestro siguiente destino.

LONDRES – Día 4

El último día en esta ciudad que me fascinó, fui con Pablo hasta Wimbledon, lugar donde todos los años se realiza uno de los cuatro Grand Slam de tenis. Este barrio es muy tranquilo y muy verde. Hay muchos parques y flores. 

Cuando llegamos al predio donde se encuentran las canchas, un escalofrío y una emoción muy grande me invadió el cuerpo. Es que todos los años viendo el campeonato, viendo esas canchas de césped, y ahora estaba allí, donde Sampras, Federer y Nadal han hecho historia.

Era inevitable recordar a mi madre mientras caminaba por allí. Ella muy fanática, hasta se despierta de madrugada para ver un partido de tenis.

Intentamos entrar al museo y a las canchas con el carnet de prensa, pero no dio resultado, con lo que tuvimos que pagar un ticket para tener acceso al museo y a la cancha central.

En el museo se ve la historia del tenis, cómo surgió el deporte, y cómo comenzó este campeonato de Wimbledon. Vimos la copa que tantas veces ha levantado Federer. También hay una sección especial para el partido más largo de la historia del tenis mundial que fue el año pasado. Recuerdo en el trabajo, entre IRPF y FONASA, vimos un fragmento de este partido.

Pero toda la emoción estalló en alguna lágrima escondida, cuando subí las escaleras de la tribuna, y allí estaba, en Londres, en la cancha central de Wimbledon. Con el césped gastado, pues el campeonato terminó apenas unas semanas atrás, regaban la cancha para tenerla pronta para el próximo año.


Después de esta visita, nos fuimos al Museo de Guerras Mundiales (Imperial War Museum). Ya muchos sabrán que no me gustan los museos, pero al igual que el museo de guerra de Ho Chi Minh allá en Vietnam, éste me gustó muchísimo.

Este museo cuenta todas las historias que ha habido en el mundo desde la Primera Guerra Mundial hasta la actualidad. Tiene dos grandes secciones de la Primera y Segunda, y luego otra gran sección del Holocausto. Pero también hay material de la Guerra Fría, hasta de la dictadura de Pinochet en Chile.

Pagamos unos auriculares didácticos que tenían como una pequeña pantalla, donde te mostraba el mapa del museo, así como también, te iba mostrando fotos sobre algún tema en particular. Por ejemplo si una vitrina tenía un número, bastaba con introducirlo en la pantalla, y te explicaba sobre lo que veíamos, y lo complementaba con fotos en la pequeña pantalla.

Así recorrimos de punta a punta el museo, nos llevó casi cuatro horas, pero cuánto aprendimos de historia. Pero la mayor lección es ver cómo el mundo contemporáneo ha vivido en guerra por ambiciones, por prepotencias y por poder de muchas naciones.

De aquí, volvimos al hostal, para aprontar las cosas para partir, en ómnibus, rumbo a París, la ciudad luz, la capital de Francia.

LONDRES – Día 2 y 3

El segundo día, nos fuimos a conocer el Tower Bridge, este puente tan característico de la ciudad. Parecía mentira estar caminando por ese puente, tantas fotos vistas, y ahora seríamos nosotros los protagonistas de esas espectaculares fotos. Cruzamos el puente, y nos quedamos tirados en un parquecito tomando sol, y disfrutando de la vista panorámica del lugar.


Después de haber estado disfrutando largo rato de este lugar, nos fuimos al Museo Británico, que de británico no tiene nada ya que sus exposiciones son básicamente objetos de otros países. Como por ejemplo, una piedra que la busqué en el Museo del Cairo, y no la pude encontrar. Claro está que no la encontré pues no está en Egipto, sino que está en Londres. La piedra a la que hago referencia, es la llamada Roseta, nada más ni nada menos que la piedra con la que se pudo descifrar los jeroglíficos egipcios, ya que en ella estaba grabado lo mismo en tres idiomas distintos, en jeroglífico propiamente dicho, así como en griego y en egipcio cotidiano.

Ni que hablar que hay hasta momias, sarcófagos, joyas, entre tantas otras cosas que indignan la vista de muchos de los compañeros que estuvimos en los lugares de origen de dichos objetos. Hasta los frisos del Partenón de Atenas que acabábamos de visitar hacía apenas dos días estaban en una de sus grandes salas.

De aquí nos fuimos con Santiago a uno de los barrios más famosos de la ciudad luego de aquella película que tuvo como protagonistas a Julia Roberts y a Hugh Grant. Si con estas pistas no reconocen la película a la que hago referencia, les cuento que es Notting Hill.

Si bien Santiago no ha visto la película, me acompañó pues mi insistencia fue tal, que cansado accedió. Son innumeradas las veces que vi esa película, hasta los diálogos de memoria me sé.

El barrio es muy lindo, pero lo que más quería conocer es la famosa puerta azul de la casa de él, que ahora está pintada de negro, y les puedo asegurar, que en la película, la puerta aparentaba ser más importante. Otra cosa que quería ver es la librería donde ella le declara su amor a él, si bien ahora es una zapatería, me saqué la foto en ese lugar donde se filmó una de las mejores escenas de la película.

El tercer día. Al no coincidir con los gustos de los paseos de mis amigos, emprendí en solitario, la visita a la Torre de Londres, que en realidad es un castillo, donde se encuentran las coronas de las reinas de Gran Bretaña, una exageración de belleza y de riqueza. Era tanta la cola, que me negué a hacerla, y frente al descuido de un cuidador, me metí por la salida, y vi toda la exposición de atrás para adelante.

También se encuentra en el castillo, el lugar en donde torturaban a quienes traicionaban a la monarquía. Es increíble, pero para entrar a esta sala de torturas, había una larga fila, más incluso que para entrar a ver las joyas. Esto reafirma enormemente el masoquismo del ser humano, y para no ser el raro, yo también hice la cola esperando ver horror por todos lados, y sólo me encontré con algunos instrumentos que se emplearon para atosigar a los traidores.

Después de haber tirado el precio de la entrada y haber perdido el tiempo en este lugar que no colmó para nada mis expectativas, me fui a hacer un city tour, esta vez pago, por la ciudad vieja de Londres.

En el recorrido, me encontré con amigos del Grupo, que veía desde Egipto. Con ellos, aprendí muchísimo sobre los viejos tiempos londinenses. Del  gran incendio del año 1.666, como del bombardeo cotidiano por parte de las fuerzas nazis.

Entre otras cosas, vimos la pared de una iglesia que parecía un colador, pues al reconstruirla, dejaron una pared original como muestra del asedio alemán. También pasamos por la única casa que sobrevivió al gran incendio.

Pero una de las cosas que más me llamó la atención, fue el barrio llamado City of London, ya que tiene un gobernador particular, que se elige cada año, tiene leyes, policía y normas distintas a todo el resto de la ciudad. Pero lo más insólito, es que la reina para entrar a las tres hectáreas de dicho barrio, debe pedirle permiso al gobernador. Y el día que vaya a entrar, ésta debe encontrarse con este último en un punto limítrofe, y tras la entrega de una espada como símbolo de invitación, podrá entrar.

En el recorrido seguimos por una calle donde se han perpetrado los divorcios más famosos, como por ejemplo el de Madona. Esos juzgados, donde abogados y jueces aparecen con pelucas blancas de rulos. También llegamos a la Iglesia de los Templarios, que está como escondida dentro del barrio City of London. Es muy raro, pero esta Iglesia se encuentra en un barrio donde viven abogados y escribanos que se entra como por una puerta. Como quien entra a una casa, pero esta vez es un barrio; y éste barrio, se encuentra dentro de City of London, y los dos están en Londres. Sé que es muy difícil de entender, pero yo anduve caminando por allí.

Después de un rato bordeando el Río Tamesis, pasamos por la Catedral de San Pablo. Con una historia muy particular, pero que me voy a reservar para no agobiarlos con la lectura. De aquí nos fuimos al centro financiero, donde vimos el Banco Central de Inglaterra, y toda la gente bien vestida, yendo para acá y para allá con un caminar acelerado.

Por último pasamos por el monumento al gran incendio, cerca de donde en aquel año se originó la catástrofe, y terminamos el tour, en el Toser Bridge, donde ya había ido el día anterior.

Como todavía restaba luz del sol, y me había sacado el boleto del metro para andar las veces que quisiera durante el día, me fui hasta Abbey Road. En esta calle se encuentra la cebra donde Los Beatles se sacaron aquella famosa foto de portada de uno de sus tantos álbumes.


Era muy cómico ver a decenas de personas, entre las cuales me incluyo, esperando para sacarse la foto caminando por la cebra. Pero no todo era tan fácil. Debíamos esperar que los semáforos que se encontraban a una cuadra, se pusieran en rojo, que los que ya habían cruzado en verde, aceleraran para pasar por la cebra, y así, obtener una foto limpia, sin vehículos que la estropeen.

Al cabo de un par de fotos, caí en la realidad de que estaba allí sólo porque los turistas van; porque ni a mi, ni a ningún integrante de mi familia ni a amigos, les gusta con locura esta “orquesta” que supo hacer historia.

miércoles, 3 de agosto de 2011

LONDRES - Día 1

El primer día en esta ciudad que promete hermosura y no defrauda, salimos a caminar. Empezamos a utilizar después de meses, abrigos para combatir el fresco clima londinense, aunque nos llamaba la atención que no estaba nublado como siempre te dicen que se encuentra el cielo de esta localidad.

Mientras Santiago acompañaba a Pablo al hospital pues andaba con llagas, Jota y yo fuimos hasta una plaza donde empieza un tour turístico gratuito y a pie. En realidad fuimos a ver el lugar donde empezaba, pues la idea era esperar a los chiquilines para el tour de la una de la tarde en vez del de las once de la mañana.

Por eso, una vez confirmado el lugar de encuentro, con Jota fuimos hasta el Buckingham Palace para ver el tan famoso cambio de guardia. El sólo hecho de caminar por las calles londinenses, ya es un placer para la vista. Al llegar al palacio, eran cientos las personas que esperaban ver a estos soldados típicos vestidos de rojo con el sombrero negro. Parecen de juguete, todos moviéndose como si fuesen uno, con una coordinación que ni las gimnastas olímpicas pueden lograr.

Seguimos caminando, y pasamos por lugares que luego con el tour gratuito volvimos a visitar, por eso no me explayaré demasiado ahora. Salvo, que fuimos a la Galería Nacional. Este es un museo de cuadros de pintores famosos, como por ejemplo Vincent Van Gogh. Vimos sus obras más famosas como Los Girasoles, El campo de trigo con cipreses, y La Silla. Todas pinturas del año 1889.

Obviamente no soy crítico ni especialista de arte, pero les puedo asegurar, que yendo a esta sala, vi cuadros que parecían fotos; y al ver a un Van Gogh, uno se pregunta ¿por qué?, ¿por qué Van Gogh es tan famoso con estas pinturas, y los otros cuyos nombres ya ni recuerdo, no son tan reconocidos? Tal vez alguien tenga la respuesta, y pueda disculpar mi ignorancia.

De regreso al lugar de encuentro, sólo Santiago estaba allí, pues a Pablo le habían recomendado dos días de reposo absoluto. Por lo tanto los tres emprendimos el tour gratuito por esta zona de Londres.

Fuimos hasta el Buckingham Palace, y mientras caminábamos, la guía española nos iba contando y explicando sobre las cosas que veíamos. Como por ejemplo, que todas las calles que desembocan en el Palacio, son de color rojo, pues por allí circula la realeza. También que la seguridad del Palacio fue violada en más de una oportunidad, con la fortuna de nunca haber sido con malas intensiones. 

Por ejemplo, la más increíble de todas fue en 1989, cuando una noche un borracho saltó el muro, abrió una ventana, y al sonar la alarma, el guardia pensó que era una falsa alarma, por lo que la apagó. El borracho se tomó una botella de vino que encontró por allí, se fumó un cigarro, y al apagarlo, rompió el cenicero. Al querer recogerlo, se corta la mano, y con la mano ensangrentada, y el pedazo de cristal en la otra, sigue caminando por el Palacio hasta que entra a un cuarto. Este cuarto era justo el de la reina! Por la mañana, al despertarse, se encuentra con un hombre ensangrentado y "armado". Toca el botón de la alarma, pero el guardia la había apagado, con lo que empiezan a conversar. El hombre sin inmutarse de que lo estaba haciendo con la reina. Al pedirle un cigarro, la reina le dice que llamará por teléfono para que le traigan uno. Pide un cigarro, y del otro lado le preguntan si había empezado a fumar, pues no fumaba, con lo que la reina le dice que ella no, pero que el hombre que hace diez minutos está en su cuarto sí lo hace. Se imaginarán la cantidad de guardias que corrieron en su auxilio. Por esta y muchas razones, ahora el Palacio posee rejas por encima de sus muros.

Seguimos caminando y llegamos hasta la Plaza Trafalgar donde se encuentra la Galería Nacional que ya había visitado con Jota. Esta plaza es la más importante de Londres. Por una calle que desemboca en ella se ve a lo lejos el Big Ben.


Una peculiaridad de las principales calles de Londres es que en sus columnas, cuelgan enormes macetas con hermosísimas flores, haciendo el paisaje muy pintoresco.

Seguíamos caminando y escuchando a la guía, que hacía que la larga caminata, aproximadamente tres horas, se haga más amena. Entre otros lugares, como un hermoso parque y un lugar donde están confeccionando el estadio de boley playa de los próximos Juegos Olímpicos, fuimos también a sacarnos la foto que todos esperan ver y disfrutar. Obviamente que esta foto es con el Big Ben.


Por último fuimos hasta la iglesia donde se casó recientemente el príncipe Guillermo. Una iglesia sencilla. 

Al terminar el tour, uno debe darle alguna propina a la guía. Mientras el resto del grupo, le daba billetes, nosotros le dimos, con mucha vergüenza, una libra cada uno. De aquí nos fuimos a almorzar, a una especie de taberna, un típico bar londinense donde comimos un plato característico de la ciudad: "Fish and Chips", que no deja ser más que una especie de milanesa de pescado con fritas y puré de arvejas. Exquisito!

Volvimos caminando al hostal, y nos aprontamos para conocer la noche del sábado en Londres. Fuimos a la zona de Soho, un barrio muy lindo, con un barcito al lado del otro, cada uno con muchísima gente. Aquí hicimos un tour nocturno que habíamos contratado en la tarde, aunque este no era gratuito, pero era la única oportunidad de conocer más de un pub y terminar bailando en una discoteca.ncluído.

A pesar del cansancio acumulado de tanto caminar durante el día, nos divertímos muchísimo conociendo la noche londinense.

martes, 2 de agosto de 2011

LLEGADA A LONDRES

Llegué a Londres junto a unos compañeros que tenían el mismo vuelo que yo, y juntos nos tomamos el metro que nos acercara al centro. Me despedí de todos, y me bajé en la parada que me correspondía. Así, solo, empecé a buscar ya de noche el hostal donde me esperaban mis compañeros y amigos con los que compartiré los próximos dos meses de viaje.


De izquierda a derecha: Santiago Piegas, Juan Pablo De León alias Jota, y Pablo Navarro, el único hincha de Danubio del Grupo de Viaje.

Encontré el hostal después de un rato, me encontré con ellos que había llegado en la mañana también desde Atenas. 

Yo estaba muy cansado, pero me negaba a acostarme a dormir, con lo que mientras mis amigos se aprontaban para acostarse, yo agarré un mapa, y me largué caminando hasta la conocida torre del reloj, o mejor dicho hasta el Big Ben.

El hostal queda a unos quince o veinte minutos caminando de esta zona tan aclamada por los turistas. Me iba acercando mientras mi mirada se perdía en el horizonte en busca del gigantezco reloj. Cuando lo vi, quedé petrificado. Ahí mismo se me vino a la cabeza el hecho de que por la mañana había conocido el Partenon en Atenas, y ahora estaba frente al Big Ben en Londres.

Paseando por sus alrededores, nunca perdiendo este icono londinense de mi vista, seguía emocionadísimo y feliz de saber que tendría cuatro días para disfrutar de esta hermosa ciudad.

lunes, 1 de agosto de 2011

GRECIA - Día 10 - ATENAS

Después de todo lo vivido en la llegada de esta ciudad, nos levantamos temprano, y en metro fuimos hasta el Partenon, al cual entramos gratuitamente gracias a nuestro carnet de periodista.

Caminar por la acropolis es increíble. Recuerdo cuando en el liceo estudiábamos sobre toda la civilización griega, y ahora me encontraba caminando por entre sus ruinas. Con un calor agobiante, pero no tanto como aquel de cuarenta y ocho grados de India,  posábamos frente al Partenon, para captar la mejor foto.


Allí me encontré con los amigos con quienes compartí mi estadía en Mykonos. Está bueno porque la separación es como se hace gradualmente como para no generar ningún trauma. Se los echará de menos. Pero ahora arranca otra etapa con otros amigos.


Luego volvimos al hostal caminando, recorriendo algunas calles céntricas de la ciudad. Tenía el vuelo hacia Londres de tardecita, por lo que caminamos muy lento, almorzamos por ahí, y seguimos camino al hostal.

Cuando llegué, se me da, por esas cosas de la vida, verificar que en la web, el vuelo conicida con el que tenía impreso. Grata sorpresa, cuando la agencia de viajes, sin previo aviso, me había cambiado el vuelo, y peor aún, me lo había adelantado dos horas. Razón por la cual, tapandome la boca con la mano para que no se me saliera el corazón, apagué la computadora, agarré a La Abanderada, y salí corriendo como un despaborido hacia el metro para llegar al aeropuerto.

Pero me terminé de poner del todo pálido del susto cuando al hacer el check in, la mujer me dice que veía en pantalla la reserva, pero la agencia no había emitido el ticket, con lo que no podía viajar. Con las piernas flojas, recorrí decenas de oficinas en busca de la esperanza de no perder ni un día de mi próximo destino. Los minutos pasaban, y la solución no aparecía. Llamé a la agencia en uruguay, y con la batería tintineando, hablé con la contestadora automática que me informaba que aún faltaba una hora para que atiendan al público.

Sin saber qué hacer, cuando ya estaba bajando los brazos, cuando ya mi cuello se encontraba todo contracturado, me solucionan la situación, no sé cómo, pero por fin me dieron el pasaje que me permitiera salir de Atenas, ciudad a la que llegué con problemas, y me fuí tambien con problemas.

Pero no todo terminaba aquí, tenía pensado dormir todo el viaje por lo poco que había descansado en estos días, pero en las dos filas de asientos delante de mi, se encontraban niños que no dejaban de gritar, llorar y molestar. Cual si fuese el peor día de tu vida, no dejaba de repetirme que estaba viajando a Londres, que seguía viviendo el sueño tan esperado, como para autoconvencerme que hay cosas peores por las cuales aflijirse. Tanto me autoconvencí, que terminé hasta jugando con los nenitos en el avión, terminando el viaje de manera muy divertida.

viernes, 29 de julio de 2011

LLEGADA A ATENAS

Junto a cuatro amigos, llegamos a la capital del país Atenas, tras ocho horas de viaje en el ferry que nos alejó de las islas griegas.

Se suponía que deberíamos haber llegado a las doce y cinco de la mañana, con lo que debíamos bajar corriendo, o mejor dicho volando, pues la última frecuencia del metro que nos dejaba en la esquina del hostal reservado salía del puerto a las doce y cuarto. Ya sabíamos que era casi imposible conseguirlo, pero nos atrasamos una hora, con lo que llegar al hostal vía metro, ya estaba descartado por completo.

Al llegar al puerto, ya sin apuro, dejamos que bajaran las cientos de personas que sobre poblaron el barco, cosa que nos preocupó bastante, pues sólo divisamos dos botes salvavidas, y nos imaginábamos que en caso de que se hundiera, tendríamos que ceder nuestros chalecos salvavidas a las mujeres y niños, y rezar que el agua sea lo suficientemente salada como para flotar sin esfuerzo como lo hicimos allá en el Mar Muerto.

La cosa es que llegamos al puerto, y no fue necesario ponernos a prueba de caballerosidad a la hora de una posible emergencia. Bajamos sabiendo que debíamos tomarnos un taxi. Aquí empezó toda la odisea de un Viernes de madrugada en Atenas.

Es que fui precavido, y al saber que ya estábamos viajando de manera libre, y que ya nadie nos facilitaría las cosas como cuando viajábamos en Grupo, me informé mucho de cómo llegar al hostal. Tanto que sabía que el último metro salía a las doce y cuarto, que demoraba al cabo de la novena parada veintiún minutos.

Pero no fui lo suficientemente precavido de prever que llegaríamos a la capital de un país en crisis, que hacía pocos días había pedido su segundo salvataje al Fondo Monetario Internacional. Razón por la cual todos estaban de paro, incluso los taxistas. Tras preguntar cómo hacer para trasladarnos por la ciudad a todo animal que caminara en dos patas, alguno nos informa que debíamos tomarnos el ómnibus nocturno número quinientos.

Seguimos preguntando una y otra vez cómo llegar ahora a la parada de dicho ómnibus. Nos perdimos, hasta que lo encontramos. Al llegar, había muchísima gente, me imagino la que dejamos bajar primero del ferry. Es increíble, pero el ver que muchas personas estaban en la misma situación, nos hacía sentir mejor, a pesar de que de todas formas estábamos igual que al principio.

Demoraba tanto el ómnibus, que decidimos ir a averiguar el precio de unos hoteles en frente al puerto. Fuimos corriendo, pues corríamos el riesgo de que justo en nuestra ausencia pasara el quinientos. Ninguno de los hoteles tenían disponibilidad, y volvimos resignados a la parada que quedaba a un par de cuadras. En eso, vimos el gigantesco número quinientos que nos pasa, con lo que batimos el récord de los cien metros llanos cargados con equipaje.

Logramos tomarnos el ómnibus, pero ahora se nos planteaba un nuevo desafío: dónde bajarnos. A todo esto ya eran más de las dos de la mañana, y nosotros andábamos por las calles de una ciudad en huelga.

Plaza Victoria era nuestra única referencia. Le preguntamos a un veterano que parecía ser local, y en un español particular, nos avisó cuando debíamos bajarnos. Al abrir las puertas, atropellamos a los pasajeros con nuestros bolsos, y éste veterano nos dice que el hotel quedaba del otro lado de la plaza, cosa que por los mapas que yo había visto, me parecía extraño, pero como supo ubicarnos, le hicimos caso, y cruzamos la espeluznante plaza.

Mucha gente durmiendo en ella, y nosotros preguntando por una calle de sólo una cuadra, o por un hostal de mala muerte. Por supuesto nadie nos sabía responder, y nuestra ansiedad, y nuestro nerviosismo aumentaba con el paso de los minutos, y con el paso de las caripelas que cruzábamos.

Nuestras amigas ya estaban muy nerviosas, y al divisar una estación de servicio con parking, les dije que esperaran allí junto a Guillermo, mientras yo iba a buscar el hostal. Justo viene un muchacho, y me dice que cree saber dónde es el lugar que buscábamos. Sin Confiar del todo, lo acompañé, y me llevó realmente a donde se suponía era nuestro destino unas horas antes. Obviamente en el trayecto me ofreció todo tipo de estupefacientes.

En fin, volví a buscar a mis amigos, para dormir al cabo de varias horas de viaje.

Pero no todo terminaría acá. Entro al dormitorio de tres cuchetas. Me subo a la única disponible, y al cabo de unos minutos, se empieza a mover, y empiezo a sentir algunas respiraciones de placer. Sí queridos lectores, no pude pegar un ojo hasta tanto mis compañeros de cuarto no terminaran de hacer lo que tanto estaban disfrutando.

Así, llegué a Atenas, así empezaba nuevamente el viaje de forma libre.