Salimos temprano de Tallin, y después de cuatro horas manejando, llegamos a Riga, la capital de Letonia, ciudad más grande de los países Bálticos (Estonia, Letonia y Lituania).
Fuimos directo al hostal que habíamos visto por internet, pues aquí es tan barato hospedarse, que no valía la pena dormir en la calle, más aún si teníamos estacionamiento y desayuno incluido. Además tampoco nos da demasiada seguridad dormir en la calle en estos países de Europa del Este como sí pasaba en los nórdicos.
El hostal, quedaba en el corazón de la ciudad vieja. Con mismas características que el centro histórico de Tallin, con calles angostas y empedradas, pero aquí en Riga, las casas mantienen absolutamente todas, la arquitectura típica del medioevo, dándole un toque más encantador. Iglesias, muchísimos cafés y restaurantes, plazas y gente caminando por esas calles espectaculares.
Si se salía de la zona de la ciudad vieja, ya se veía otra ciudad, moderna, con tráfico, con menos turistas, pero no por eso menos linda.
Caminamos toda la tarde sin rumbo en esta ciudad, que al igual que Tallin, fueron capitales de países constantemente ocupados por sus países cercanos, logrando su independencia a partir de 1991, cuando se disolvió la URSS. Tal vez sea esta la razón por la cual la cantidad de habitantes de Riga ha disminuido, pues muchos rusos emigraron hacia su tierra natal.
Algo que nos causó mucha gracia, fue cuando detrás de una enorme catedral, encontramos la misma estatua que había en Bremen, Alemania, aquella del burro, perro, gato y gallo parados uno arriba del otro. No voy a repetir nuevamente de lo que simbolizaban, pero nuevamente le tocamos las patas y el hocico al burro para seguir teniendo esta suerte de meter kilómetros y kilómetros a lo largo y ancho de Europa sin tener ningún inconveniente.
En un momento vimos tiro al blanco con arco flecha, y junto a Pablo y Santiago jugamos una pequeña competencia mientras Jota se divertía filmándonos con su camara. El primer tiro de los tres, le dimos en el medio, suerte de principiante que le llaman, pues después se nos hizo difícil embocarle en el centro. El score no me acuerdo, pero justo es decir que ganó Pablo, segundo yo, y Santiago tercero. Fue un rato muy divertido, que disfrutamos entre amigos.
Por la tardecita, volvimos al hostal, descansamos un poco, y mientras los chiquilines seguían durmiendo, salí otra vez a caminar por el barrio. Me quedé asombrado de lo que veía. Parecía que estaba caminando por otra ciudad. Las calles y las casas perfectamente iluminadas, todos los bares con gente, había más movimiento por la noche, que durante el día.
Ya con frío, volví al hostal, y con la muela de juicio aún molestándome, me fui a descansar, pues al otro día, también por la mañana, partiríamos hacia Kaunas, segunda ciudad principal de Lituania.
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