El segundo día, nos fuimos a conocer el Tower Bridge, este puente tan característico de la ciudad. Parecía mentira estar caminando por ese puente, tantas fotos vistas, y ahora seríamos nosotros los protagonistas de esas espectaculares fotos. Cruzamos el puente, y nos quedamos tirados en un parquecito tomando sol, y disfrutando de la vista panorámica del lugar.
Después de haber estado disfrutando largo rato de este lugar, nos fuimos al Museo Británico, que de británico no tiene nada ya que sus exposiciones son básicamente objetos de otros países. Como por ejemplo, una piedra que la busqué en el Museo del Cairo, y no la pude encontrar. Claro está que no la encontré pues no está en Egipto, sino que está en Londres. La piedra a la que hago referencia, es la llamada Roseta, nada más ni nada menos que la piedra con la que se pudo descifrar los jeroglíficos egipcios, ya que en ella estaba grabado lo mismo en tres idiomas distintos, en jeroglífico propiamente dicho, así como en griego y en egipcio cotidiano.
Ni que hablar que hay hasta momias, sarcófagos, joyas, entre tantas otras cosas que indignan la vista de muchos de los compañeros que estuvimos en los lugares de origen de dichos objetos. Hasta los frisos del Partenón de Atenas que acabábamos de visitar hacía apenas dos días estaban en una de sus grandes salas.
De aquí nos fuimos con Santiago a uno de los barrios más famosos de la ciudad luego de aquella película que tuvo como protagonistas a Julia Roberts y a Hugh Grant. Si con estas pistas no reconocen la película a la que hago referencia, les cuento que es Notting Hill.
Si bien Santiago no ha visto la película, me acompañó pues mi insistencia fue tal, que cansado accedió. Son innumeradas las veces que vi esa película, hasta los diálogos de memoria me sé.
El barrio es muy lindo, pero lo que más quería conocer es la famosa puerta azul de la casa de él, que ahora está pintada de negro, y les puedo asegurar, que en la película, la puerta aparentaba ser más importante. Otra cosa que quería ver es la librería donde ella le declara su amor a él, si bien ahora es una zapatería, me saqué la foto en ese lugar donde se filmó una de las mejores escenas de la película.
El tercer día. Al no coincidir con los gustos de los paseos de mis amigos, emprendí en solitario, la visita a la Torre de Londres, que en realidad es un castillo, donde se encuentran las coronas de las reinas de Gran Bretaña, una exageración de belleza y de riqueza. Era tanta la cola, que me negué a hacerla, y frente al descuido de un cuidador, me metí por la salida, y vi toda la exposición de atrás para adelante.
También se encuentra en el castillo, el lugar en donde torturaban a quienes traicionaban a la monarquía. Es increíble, pero para entrar a esta sala de torturas, había una larga fila, más incluso que para entrar a ver las joyas. Esto reafirma enormemente el masoquismo del ser humano, y para no ser el raro, yo también hice la cola esperando ver horror por todos lados, y sólo me encontré con algunos instrumentos que se emplearon para atosigar a los traidores.
Después de haber tirado el precio de la entrada y haber perdido el tiempo en este lugar que no colmó para nada mis expectativas, me fui a hacer un city tour, esta vez pago, por la ciudad vieja de Londres.
En el recorrido, me encontré con amigos del Grupo, que veía desde Egipto. Con ellos, aprendí muchísimo sobre los viejos tiempos londinenses. Del gran incendio del año 1.666, como del bombardeo cotidiano por parte de las fuerzas nazis.
Entre otras cosas, vimos la pared de una iglesia que parecía un colador, pues al reconstruirla, dejaron una pared original como muestra del asedio alemán. También pasamos por la única casa que sobrevivió al gran incendio.
Pero una de las cosas que más me llamó la atención, fue el barrio llamado City of London, ya que tiene un gobernador particular, que se elige cada año, tiene leyes, policía y normas distintas a todo el resto de la ciudad. Pero lo más insólito, es que la reina para entrar a las tres hectáreas de dicho barrio, debe pedirle permiso al gobernador. Y el día que vaya a entrar, ésta debe encontrarse con este último en un punto limítrofe, y tras la entrega de una espada como símbolo de invitación, podrá entrar.
En el recorrido seguimos por una calle donde se han perpetrado los divorcios más famosos, como por ejemplo el de Madona. Esos juzgados, donde abogados y jueces aparecen con pelucas blancas de rulos. También llegamos a la Iglesia de los Templarios, que está como escondida dentro del barrio City of London. Es muy raro, pero esta Iglesia se encuentra en un barrio donde viven abogados y escribanos que se entra como por una puerta. Como quien entra a una casa, pero esta vez es un barrio; y éste barrio, se encuentra dentro de City of London, y los dos están en Londres. Sé que es muy difícil de entender, pero yo anduve caminando por allí.
Después de un rato bordeando el Río Tamesis, pasamos por la Catedral de San Pablo. Con una historia muy particular, pero que me voy a reservar para no agobiarlos con la lectura. De aquí nos fuimos al centro financiero, donde vimos el Banco Central de Inglaterra, y toda la gente bien vestida, yendo para acá y para allá con un caminar acelerado.
Por último pasamos por el monumento al gran incendio, cerca de donde en aquel año se originó la catástrofe, y terminamos el tour, en el Toser Bridge, donde ya había ido el día anterior.
Como todavía restaba luz del sol, y me había sacado el boleto del metro para andar las veces que quisiera durante el día, me fui hasta Abbey Road. En esta calle se encuentra la cebra donde Los Beatles se sacaron aquella famosa foto de portada de uno de sus tantos álbumes.
Era muy cómico ver a decenas de personas, entre las cuales me incluyo, esperando para sacarse la foto caminando por la cebra. Pero no todo era tan fácil. Debíamos esperar que los semáforos que se encontraban a una cuadra, se pusieran en rojo, que los que ya habían cruzado en verde, aceleraran para pasar por la cebra, y así, obtener una foto limpia, sin vehículos que la estropeen.
Al cabo de un par de fotos, caí en la realidad de que estaba allí sólo porque los turistas van; porque ni a mi, ni a ningún integrante de mi familia ni a amigos, les gusta con locura esta “orquesta” que supo hacer historia.
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