¿Qué contarles de Kathmandú? Es la ciudad capital de Nepal, ubicada en un valle a mil trescientos metros sobre el nivel del mar. Aquí se encuentran una gran cantidad de templos y palacios budistas e hinduístas. Son todos muy religiosos y devotos de éstas religiones, más del ochenta por ciento de la población es hinduísta, la razón es mu simple, si vemos a Nepal como un rectángulo, tres de sus cuatro lados limitan con India.
Llegamos a mitad de tarde al país del Himalaya, con un clima agradable. Por primera vez desde que estamos en Asia, no sentimos ese calor que te abraza y no deja entrar aire a los pulmones. Y también por primera vez vimos la pobreza y miseria de las entrañas de este antiguo continente.
Kathmandú es como una gran villa, con calles angostas y de tierra, o de asfalto pero cubiertas siempre de tierra. Con mucha gente caminando por la calle, pues las veredas no existen en todas ellas, motos, autos, y vacas terminan el paisaje ciudadano. Las casas, viejas, con tejas quebradas y puertas y ventanas despintadas. Algún mono caminando por las cornisas sustituyen a los gatos que no se ven.
Después de hacer el check in en el hotel, salimos a caminar, y entre otras cosas, nos llamó mucho la atención la cantidad de niños y adolescentes caminando con el uniforme de la escuela. Públicos y privados obligan a llevar camisa y corbata, y ninguna camisa por afuera del pantalón. Todos muy prolijos y simpáticos. El ver a los niños caminar solos por la calle, nos afirmaba lo que nos habían dicho de Nepal, que pese a ser un país muy pobre, tiene una seguridad envidiable.
Al llegar al centro, los comerciantes te hablan español muy pero muy bien. Se puede regatear y comprar muchas cosas baratas. Hay un comercio al lado del otro, y arriba de ellos las casas de los dueños. Cada una de las personas locales que veíamos caminar, eran merecedoras de una foto. Es que uno no está acostumbrado a ver hombres y mujeres con el puntito rojo en la frente. Las mujeres con unos atuendos muy coloridos y sus ojos muy expresivos. A los niños de ambos sexos se los ve con sus ojos delineados para espantar los malos espíritus. Todo, todo muy pintoresco.
Después de caminar muchísimo por el centro de Kathmandú, me vi los pies y los tenía negros hasta la canilla de tanta tierra. Nos tomamos un taxi, un Suzuki Maruti destruído, y esquivando motos, bicicletas y peatones, llegamos al hotel para descansar, pues al otro día muy temprano realizaría un paseo muy emocionante y conmovedor.
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