En la mañana, después del desayuno, fuimos a visitar la montaña de mármol. Un calor muy agobiante nos abrazaba como una mochila, subimos la montaña, pero el calor impedía prestar atención en lo que debíamos, y sólo buscábamos un poco de sombra para descansar. Debajo de la montaña hay muchas casas de artesanos que ofrecen artesanías talladas en mármol a precios insólitos (quien reciba un regalo de este material no piense en el precio, piense que se lo llevo desde estas tierras tan lejanas a las nuestras).
Después de aquí nos dirigimos a la playa para refrescarnos en sus aguas cristalinas. Una playa abierta y muy ancha, con el agua verde y algunas olas. Nos quedamos aquí bastante tiempo aprovechando tomar sol que desde Filipinas no hacía.
Volvimos al hotel, y tras almorzar, hicimos un tour a pie por el centro de la ciudad. Aquí la gente es más simpática y amigable que en Ho Chi Minh City. Hay muchísimas tiendas donde confeccionan trajes y vestidos a mano. Te toman todas las medidas, y al otro día, vas a buscar la mercadería.
También están los que hacen zapatos de cuero. Miguel se hizo unos, y preguntó cómo hacían para hacerlos tan rápidos. A lo que le contestaron que había sido el único cliente del día. Es que claro, existen tantos comercios del estilo, que es muy difícil que reciban muchos clientes juntos.
En esta pequeña ciudad, comer es muy pero muy barato. Sentarte en un restaurante no cuesta más de ochenta pesos uruguayos con bebida y comida incluída, por supuesto que si se quiere un postre, tal vez se gaste diez o quince pesos más.
Por la noche, organizamos una fiesta en el hotel. Nuestro primer evento del Grupo de Viaje en el exterior. La pasamos muy pero muy bien. Festejamos el hecho de poder estar disfrutando todos juntos en un país tan lejano como Vietnam.
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