Lamentablemente madrugamos de gusto, pues el vuelo que nos dirigiera de Xi-An a Shangai, se atrasó más de tres horas. Para peor, en el aeropuerto no teníamos wi fi que nos permitiera matar el tiempo hablando con la flía, o actualizando el blog.
Pero bueno, después de tanta espera y de más de dos horas de vuelo, llegamos a esta ciudad considerada el centro financiero de China, y uno de los más importantes del sureste asiático.
El atraso del vuelo implicó cambiar por completo el itinerario previsto para los dos días en esta enorme ciudad. Tal es así, que almorzamos a las cinco de la tarde en un restaurante con vista a la bahía. Luego fuimos al otro lado de la bahía para ver una panorámica espectacular de los rascacielos iluminados.
Indudablemente en Shangai no hay restricción eléctrica, pues cada rascacielo tiene millones de luces que hacen un paisaje nocturno muy original. Mientras en Montevideo pintamos las paredes de un edificio para publicidad, en Shangai, pasan publicidad como si todo el edificio fuese un cartel gigante.
Para disfrutar más de este paisaje, nos tomamos un ferry que te pasea por la bahía y ves desde el agua esos edificios que con sólo mirarlos te hacían sentir chiquitito, chiquitito. Con Carlos (el profesor acompañante) decíamos, cómo contar, cómo explicar lo que estábamos viendo, es que nuestras cámaras fotográficas no son profesionales, y las fotos que intentábamos sacar, no lograban capturar lo hermoso del lugar.
Recién después de todos estos paseos fuimos al hotel donde ya nos esperaba nuestro equipaje en cada habitación. De más está decir que éste hotel al igual que los anteriores era de un lujo sin igual.
Con un grupo de amigos fuimos a un barrio donde se encuentran los bares, es una zona muy linda y muy turística, tal es así que tomar una cerveza era bastante caro como para desafiar el viático diario presupuestado. Por eso volvimos al hotel y nos reunimos en una habitación para tomar algo y conversar del viaje que estamos realizando.
Al otro día, fuimos a un templo budista donde se encuentran esculturas de hade. Vimos el buda más grande del mundo hecho con este material. Después de aquí nos fuimos a lo que sería una especie de ciudad vieja. Un barrio muy pintoresco. En medio de este barrio se encuentra el Yuyuan Garden, un lugar de dos hectáreas con casas típicas de la época (año 1559) y unos jardines que te ayudaban a transportarte a esos años de la Dinastía Ming.
Luego de este paseo, teníamos el resto de la tarde libre; y mientras algunos se fueron al mercado a hacer más compras, otros decidimos ir a conocer el transporte público terrestre más rápido del mundo: el tren magnético. Dicho tren no toca nunca el piso, va en el aire suspendido por el magnetismo. Su recorrido es de treinta kilómetros y los realiza en siete minutos. Llega a una velocidad crucero de 431 kilómetros en la hora. Este paseo lo hicimos ida y vuelta, es decir que una vez llegados a destino, nos bajamos y volvimos a subir para regresar al punto de partida.
Con Miguel, compañero de dormitorio, queríamos ir a andar en subte en la hora pico, pues dicen que hay tanta gente, que hay hombres que trabajan empujando a la gente para que entren amontonados en el vagón. Fue así que tras averiguar cuál era la estación más concurrida y la hora más caótica, nos dirigimos a vivir una experiencia inolvidable.
Cuando llegamos al lugar, era muy temprano y la gente aún se encontraba en su trabajo, por lo que aprovechando las once líneas de subte, nos fuimos a un zoológico donde podríamos ver osos panda. Pero grande fue la sorpresa cuando al llegar, sus puertas habían cerrado hacía tan sólo diez minutos. Así que volvimos a lo que sería el hormiguero humano.
Al llegar, ya se veía el mar de gente caminando por esas veredas subterráneas. Pudimos ver a la gente empujándose para lograr encajar en el tren y así evitar esperar cincuenta segundos a que pase el siguiente. Fue una experiencia muy buena, el poder compartir la locura de un día después de terminar la jornada laboral queriendo cuanto antes volver a casa.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario