viernes, 14 de octubre de 2011

FRANCIA – OTOÑO EN PARIS

Muchos me han preguntado sobre el reencuentro con Cecilia. Obviamente no ahondaré en detalles, se lo dejo todo a su entera imaginación. Sólo decirles que fue muy emotivo volver a vernos después de tanto tiempo, y qué mejor que reencontrarnos en esta ciudad que se dice ser la ciudad del amor.

Hemos vivido estos tres días de manera muy intensa, pues hemos hecho de todo. Caminamos muchísimo, y verle la cara de felicidad a Cecilia, me llena el alma. Es que la Torre Eiffel, el Arco de Triunfo, el Museo de Louvre, Notre Dame, Los Invalidos, el barrio Montmartre, provoca justamente eso, felicidad.

Desde el aeropuerto hasta el hotel, le pedí a Mariela (para los despistados es el GPS), que pase por los dos grandes íconos de la ciudad: El Arco de Triunfo y la Torre Eiffel. Manejar el auto con Cecilia a mi lado, viendo sus ojos asombrados ante semejantes monumentos, me provocaba una alegría inmensa.

La primera noche, no podíamos dejar pasar la oportunidad de ir hasta la Torre Eiffel, y ver cómo su estructura es iluminada por miles de luces. El sólo hecho de contemplarla, produce que se te erice la piel.

Al otro día realizamos el city tour gratuito, ese que se hace caminando, el que venimos haciendo con los chiquilines en las principales ciudades europeas.

El tour comenzaba en la plaza St. Michel, a unas cuadras de Notre Dame. A esta catedral la vimos desde lejos, pues el tour agarró dirección opuesta al lugar donde alguna vez vivió el jorobado.

Bordeamos un tramo del Río Sena y cruzamos por un puente no muy bonito, pero con algo que llama mucho la atención. En sus barandas, se encuentran trancados miles de candados, donde los enamorados escriben, o graban sus nombres justamente en los candados, y una vez cerrados, tiran la llave al río para que nunca más se encuentre. Lo curioso es ver candados con combinación numérica, clara muestra de que si alguien se arrepiente, pueda destrancar y separarse de su amada. O pero aún, candados que tenían enganchado otro candado más, me imagino representando algún amante perdido.


Pero lo más interesante de esto, es que no importa que la llave no se encuentre más, o que la combinación numérica no se recuerde, porque al cabo de superar determinado peso, que pueda ocasionar el derrumbe del puente, el municipio saca, cada determinado período de tiempo, la mayoría de los candados. No me quiero imaginar la cantidad de divorcios que debe ocasionar este macabro suceso.

En fin, seguimos caminando hasta llegar al Museo de Louvre. Obviamente que con el tour, no entramos, pero tampoco lo hicimos después por nuestra cuenta, pues si bien teníamos el dato de que como periodistas, se puede entrar de manera gratuita, pensamos no valía la pena perder una tarde en busca de la Monalisa o la Venus de Milo, con la cantidad de otros puntos turísticos que se encuentran desperdigados por la ciudad.

Seguimos hacia la plaza de la Concordia, donde me encontré con uno de los monumentos que estaba buscando, pues había tenido el privilegio de ver a uno exactamente igual, en Luxor, Egipto. Este monumento que les digo es un obelisco que como tantos otros tesoros egipcios, se encuentran lejos de su lugar de origen. Pero este no fue producto de los saqueos, peor aún, fue víctima de una gran estafa. Es que los egipcios lo intercambiaron por un reloj, el cual jamás lograron que funcionara.

Terminamos el tour en un lugar que mucho tiene que ver con la Segunda Guerra Mundial. Después de haber estado en muchos países de Europa, y ver cómo sus principales ciudades habían sido restauradas luego de ser arruinadas por bombardeos, me preguntaba cómo Paris, ciudad principal de uno de los Aliados, jamás sufrió grandes destrucciones.

La explicación radica en que París había enamorado a Hitler, quien quería conservarla como su trofeo, pero al ver inminente su derrota, ordenó al General Dietrich von Choltitz que destruyera por completo la ciudad, así como lo había hecho tiempo atrás con Rótterdam. Pero increíblemente Dietrich von Choltitz no quiso seguir el capricho de Hitler, porque sabía que ya no tenía ninguna función estratégica. Es así, que se comunica con Charles de Gaulle para lograr un acuerdo, pues él no quería destruir París, pero tampoco quería morir por no obedecer una orden directa de Hitler.

Por eso, acordaron simular un bombardeo en la ciudad, de manera de engañar a Hitler, pero para hacerlo más creíble, se debía sacrificar un emblema de la ciudad como era y sigue siendo el Gran Palacio. A cambio, el general alemán, obtendría asilo político en Francia.

Luego de culminado el tour, caminamos por los Campos Eliseos disfrutando de las más famosas marcas que cortejan la gran avenida hasta llegar al Arco de triunfo. Es increíble el tamaño de este monumento. Subimos gratuitamente como periodistas hasta su techo desde donde se contempla toda la ciudad.

Otro día paseamos por Los Inválidos, lugar donde se encuentra enterrado Napoleón Bonaparte, cruzamos el hermoso puente Alexander III, y nos tomamos un subte hasta uno de los barrios más pintorescos de París como es Montmartre.

Allí visitamos Moulin Rouge, la plaza de los artesanos, y la Catedral del Sagrado Corazón, o más conocida en francés como Sacre Coeur.

El último día hicimos uno de los paseos obligados de la capital francesa como es subir hasta lo más alto de la Torre Eiffel. Después de algo más de una hora de cola, sin carnet de prensa que valga, pagamos para contemplar la ciudad desde lo más alto.

Era un día nublado con lo que no se lograba ver con claridad el horizonte, pero esto no era impedimento para maravillarnos de lo que veíamos.

Luego, en subte, nos dirigimos a un barrio alejado del centro, donde se encuentran los edificios más altos de la ciudad, así como también más moderno. Es “La Defensa”, barrio financiero, donde está el nuevo Arco de Triunfo, que en realidad es un edificio que contiene tres ministerios.

Aquí, no sólo el subte era más moderno y prolijo, sino que también las plazas y fuentes estaban en excelente estado. Ya se empezaban a ver personas de saco y corbata, elegantes, ejecutivos.

Nos quedamos bastante rato disfrutando de esta parte de la ciudad. Después, regresamos al hotel, y fuimos a hacer un surtido al supermercado, pues ahora empezamos nuestro recorrido en auto por Luxemburgo, Este de Francia, Suiza, Norte de Italia, y España.

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