jueves, 23 de junio de 2011

PASO LA PIEDRA Y NO LA RECIBO


Eran las diez de la noche y me encontraba conduciendo de Abu Dhabi a Dubai luego de un hermoso día en la capital de Emiratos Árabes.

Faltando algo más de sesenta kilómetros, una puntada abdominal, que venía sintiendo de manera muy leve durante el día, ahora se intensificaba muchísimo. Tanto que el dolor era muy intenso del ombligo, hacia el lado derecho dando la vuelta hasta la mitad de la espalda. No encontraba posición que me ayudara a disminuir el malestar.

Fue después de unos minutos, que el dolor se hizo insoportable, pidiéndoles a mis amigas que debía parar y darle el volante a alguna porque no aguantaba más. Paramos en una estación de servicio, caminé un poco, pero el dolor seguía latente.

Sentado en el asiento del acompañante con el respaldo casi horizontal, me retorcía de dolor, no pasaba más de un minuto en una misma posición que ya me movía para buscar disminuir el sufrimiento.

Empecé a concentrarme y a respirar profundo para evitar que mis amigas se pongan nerviosas. Por momentos no hablaba como queriendo entrar en un estado de meditación para lograr reducir el dolor. Cuando empezamos a ver los enormes rascacielos de Dubai, mi ansiedad empezó a recorrer mi cuerpo, y con ella el dolor comenzó nuevamente a golpear con toda su fuerza.

No teníamos GPS, con lo que no sabíamos con exactitud dónde quedaba el hotel. Nos perdimos, pero en un momento, ubiqué un lugar por donde habíamos pasado en el ómnibus cuando nos llevó del aeropuerto hacia el hotel. Memoria visual le dicen, y vaya si la tengo, que llegamos en seguida. Los otros autos demoraron más de dos horas en encontrar el hotel.

Entré corriendo a la habitación, mientras llamaban a la doctora del grupo, y otros llamaban a la asistencia médica del seguro que contratamos.

Tirado en la cama, apretando las sábanas con toda mi fuerza, intentaba aguantar el dolor. Tras unos controles, la doctora me dice que puede ser apendicitis, o un cólico nefrítico. Ante mi sufrimiento, me da de manera inmediata una inyección para disminuir el dolor.

Cinco minutos después, con las manos, los pies y los labios entumecidos, me subo a un taxi rumbo al hospital que indicó la aseguradora. Me acompañaron la doctora, Santiago y Carlos (el profesor acompañante). Al llegar a la emergencia, no me querían atender porque todavía no se había comunicado la aseguradora. Diez minutos después, ya con el medicamento haciendo efecto en mi organismo, más tranquilo, me atendieron, me acostaron en una camilla con sabanas calientes, y me pusieron una vía para pasar suero y otros medicamentos.

Un doctor joven americano me dice que con seguridad me tenga que operar por la mañana de apendicitis, pero que me iban a hacer unos estudios para verificar el diagnóstico.

Previo a realizarme una resonancia magnética, me realizan un examen de orina, y allí cabía la posibilidad de tener una piedra en mi cuerpo.

Tras la resonancia magnética, descubren que una piedra de tres milímetros es la responsable de haberme ocasionado el dolor más fuerte que he sufrido en mi vida.


Luego de estar algo más de dos horas internado, me dan de alta. Cuando voy a pedir las recetas para los medicamentos, no me dejaban ir, porque alguien tenía que pagar mi internación. Unos 1.633 dólares americanos era la cifra adeudada. Llamo al seguro para que resuelvan el asunto, que estaba cansado y me quería ir a descansar al hotel.

Pese a la promesa de resolver el tema a la brevedad, estuve junto a mis acompañantes, casi tres horas esperando en la sala de espera, durmiendo en el piso.


La cuestión fue que el hospital no acepta depósitos, ni tarjetas de crédito, con lo que debía ir alguien personalmente para efectuar el pago en efectivo. Este alguien, era un médico local representante de la aseguradora internacional, que no sé de dónde venía, pero demoró muchísimo tiempo en aparecer.

Amaneciendo en Dubai, llegó esta persona, y después de haberle protestado violentamente a cada telefonista que me atendía de la aseguradora, me hice de los medicamentos, y volvimos, al fin, al hotel.

Ahora me encuentro mejor, pero con cierta molestia. Tomando mucha agua y esperando orinar la piedra para pasarla, y nunca más recibirla.

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