Al llegar al aeropuerto de Hong Kong, ya nos empezamos a encontrar con nuevos compañeros que se empezaban a sumar al Grupo de Viaje en este destino. Muchos venían, al igual que nosotros, de China, y otros de diferentes lugares del Sudeste Asiático.
Es muy lindo empezar a compartir con ellos este sueño, pues fueron con las personas que trabajamos arduamente durante más de un año y medio para poder disfrutar de estas culturas y realidades tan diferentes a las nuestras. El ver sus caras con la sonrisa de oreja a oreja, y el recordar las épocas en las que siendo ejecutivo, trabajamos codo a codo, hacen que siga afirmando que tanto sacrificio siempre termine valiendo la pena.
Antes de empezar a contar las sensaciones vividas en esta ciudad de China, tengo que explicar un poco cómo es esto de que Hong Kong es China, pero a su vez no lo es.
Hong Kong, tiene una administración especial, ya que tiene un sistema económico capitalista bajo la soberanía de un país de ideología oficial comunista. Es que ésta región fue cedida durante noventa y nueve años por China a los ingleses. En el año 1997 ésta cesión caducó, y empezó la transición para volver a ser parte de la República Popular China con un plazo límite de cincuenta años. Es decir que en teoría, llegado el año 2047, Hong Kong pasaría a ser totalmente comunista. ¿Pasará realmente esto? Solo es cuestión de esperar a que pase el tiempo.
Esta ciudad es una ciudad cosmopolita, es que ya se ve caminando por la calle personas de todas las nacionalidades, y no me refiero a turistas, sino a personas que viven ahí, que trabajan y estudian en Hong Kong.
Obviamente que las costumbres chinas siguen intactas, es que noventa y nueve años de ingleses, no opacaron ni eliminaron miles de años de tradiciones que persisten y se transmiten de generación en generación.
Una de las cosas que llama poderosamente la atención de esta ciudad, es que al ser una zona muy montañosa, empezaron a ganarle espacio al mar, derribando montañas y rellenando el mar. Nuestro guía nos contaba, que antes solía pescar donde ahora se encuentran altísimos rascacielos. Actualmente vive en un complejo de noventa y seis rascacielos uno al lado del otro, en un predio de no más de una hectárea. Allí viven alrededor de treinta mil personas. Sí sí, leyeron bien, treinta mil personas! Imagínense que en todo Flores no somos más de veintiséis mil.
Aquí en Hong Kong, realizamos el segundo itinerario académico. Visitamos la bolsa de valores desde donde se cotizan las principales acciones y commodities de Asia y del Mundo. Esta visita, si bien fue breve, estuvo muy interesante.
La bolsa queda en el medio del barrio financiero de Hong Kong, donde hay unos rascacielos impactantes, con unos diseños que dejarían a más de un arquitecto de boca abierta.
Una vez llegado al lujoso hotel, nos decidimos ir a caminar por unas calles donde venden lo que busques a precios económicos. Me parecía mentira estar caminando por esas calles lleno de carteles luminosos con una multitud de personas caminando a tu lado. Aproveché a pasear y a pecharme con la gente, como queriendo adquirir su cultura con el sólo hecho de rozarlos caminando por las calles que a prepo se transforman en peatonales.
Al otro día por la mañana, fuimos a la oficina postal ubicada a unas pocas cuadras del hotel, para mandar encomiendas. Muchos mandaron más de una caja, otros no mandaron nada, y yo mandé sólo una caja de siete kilos y medio. En un momento nos encontramos todos tirados en el piso, armando las cajas, con las mochilas abiertas pasando de un lugar a otro la ropa sucia, la nueva y los regalos. Ahora La Abanderada (mi mochila) se alivianó, y ya no cuesta tanto cargarla.
Ya que la nombro, les comento que seguí cociendo banderitas, ahora con una vasta experiencia adquirida con las primeras, con éstas últimas no demoré más de diez minutos con cada una.
Por la tarde, realizamos un tour por la ciudad, subiendo por un tranvía una montaña muy empinada, desde donde obtuvimos una vista hermosísima de Hong Kong.
Luego fuimos a andar en un bote que nos recorría por una bahía en donde vive gente en sus botecitos, subsistiendo solamente de la pesca.
El tercer y último día en Hong Kong, nos fuimos a recorrer más lugares junto con Alejandra y Mariana. Nos tomamos un ómnibus público que nos llevó a la bahía desde donde nos tomaríamos un ferry para cruzar a la isla. Fueron unos paseos muy atractivos, caminamos entre rascacielos, asombrándonos cada vez más con cada paso que dábamos. Después de un par de horas nos volvimos en subte al hotel para descansar pues de madrugada ya debíamos irnos al aeropuerto para viajar a Vietnam.
Creo ya lo dije en alguna entrada, pero es tan importante para mi, que lo repito, es muy lindo poder compartir con estas dos amigas esta etapa del viaje, formando parte, y también ayudando a que éste sueño se siga haciendo realidad. Gracias a las dos!
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