Una mención importante se merece el tema de los niños de este remoto pueblo al norte de Palawan. Es que llama poderosamente la atención la cantidad de infantes que se ven en El Nido. Tal vez se explica por la falta de electricidad que hace que todos salgan a divertirse al aire libre.
Sentado en la terraza del hotel, ya sea de mañana, como en la tardecita, se ven centenares de niños en la playa jugando y divirtiéndose como locos. Lo único que se escucha es el ruido del agua y de sus carcajadas.
Todos salen a la playa a encontrarse con sus amiguitos y a jugar en la arena o en el agua. Pescan, nadan, reman en botecitos, juegan al fútbol, improvisan una cancha de bochas en la arena poniéndola lisita y con bolas de arena juegan a las bochas, también carreras de tapitas de plástico en la misma cancha que confeccionan para las bochas, o tan solo juegan a la mancha o pasan por tu lado y te saludan y se ríen con una ingenuidad increíble. El intercambiar sonrisas con estos niños, hace que el alma se anime a seguir conociendo otras realidades, y ayuda a darnos cuenta que pese a las pocas cosas materiales que tienen, la felicidad es posible!
Es emocionante verlos nadar, los más chicos con botellas de plástico dentro de sus remeras improvisando una especie de salvavidas para lograr mantenerse a flote.
En cada destino que he estado, intento sacar fotos de los niños, es que ellos son el futuro de esos lugares; además, en la cara de un niño, se descubren todos los estados de ánimo. Uno puede con sólo mirarle los ojos saber si están tristes, solitarios, felices, o cansados. Y aquí en El Nido logré captar imágenes en las cuales en todas ellas se aprecia la felicidad como sentimiento preponderante.
Estoy seguro que no conocen el Play Station, ni el Nintendo wi, pero sí conocen como es el divertirse codo a codo con sus hermanitos o amigos en la arena, respirando este aire purificador.
Nunca escuchamos un llanto, o uno malhumorado porque perdió la carrera de tapitas, sino que al perder, buscan otra tapa como queriendo encontrar la más aerodinámica para lograr la victoria.
A las diez menos cuarto de la noche, suena una alarma que indica que tienen quince minutos más de divertimento en la vía pública. Es que a las diez en punto suena por última vez, y ya no se ven más niños en la playa.
Es oportuno contar la primera experiencia al escuchar dicha alarma.
Estábamos por ahí con Nacho y Martín cenando unas hamburguesas en un carrito cuando escuchamos esta alarma. Enseguida se me paralizó el corazón, y me transporté a Hawaii a aquella noche digna de olvidar, en la cual debimos evacuar por la alerta de tsunami.
Sin pensarlo, a pesar de las risas de los chiquilines al ver mi cara, me fui corriendo al hotel en busca de alguna noticia que diga que se esperaba un tsunami en costas Filipinas, pero por suerte de nada de esto se trataba, sólo era para que los niños se vayan a sus respectivas casas a descansar.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario