domingo, 30 de octubre de 2011

ITALIA – VERONA y SIRMIONE

Salimos temprano en la mañana de Locarno rumbo a Verona, ciudad italiana conocida principalmente por encontrarse allí, el balcón en el cual Julieta se asomaba y veía cómo Romeo, enamorado, le recitaba poemas de amor.

Afortunadamente ya conocía esta ciudad. Había tenido el placer de conocerla junto a mi hermana hace siete inviernos atrás. Ahora, en otoño, lo haría con Cecilia y podría saber con mayor facilidad qué lugares visitar.

Llegamos y fuimos directo a un hostal que habíamos visto en Internet. Afortunadamente no habíamos hecho la reserva, ya que al llegar a la dirección indicada, sólo encontramos una peluquería.

Pero como todo contador precavido, había anotado otra dirección, y hasta allá fuimos. Éste en realidad no era un hostal, se conocen como “Bed and Breackfast” (cama y desayuno), y consisten básicamente en un gran apartamento, que te alquilan un dormitorio, y te dan el desayuno. A nosotros, esta vez, nos servían el desayuno en un bar cercano al apartamento. Como Cecilia es celíaca, no podía desayunar nada de lo que nos servían en el bar, por lo que mi porción se duplicaba.

Yendo a este bar a desayunar, pudimos ver cómo tienen la costumbre del café los italianos. Pero no sólo el café de la tarde, sino también el de la mañana. Leen el diario, y comentan y discuten las noticias de una mesa a la otra.

Ahora bien, nos instalamos, dejamos el auto en un estacionamiento muy barato cerca del apartamento, y salimos a caminar por las pintorescas calles de Verona. Tras cruzar el puente que quedaba justo en la esquina de nuestro “Bed and Breackfast”, teníamos que caminar tan solo unas cinco cuadras para toparnos con la fachada de la casa de Julieta.

Digno es decirlo que si no es por la multitud que asoma, uno no se percata que allí está la mayor atracción turística de la ciudad. Es que los enamorados no paran de escribir sus nombres en la pared, pero ahora no sólo lo hacen con lapicera, sino que han llegado a hacerlo hasta con graffiti, dándole un aspecto más espeluznante que otra cosa.

Pero al pasar al fondo, hasta un pequeño patio interno, logramos ver el sencillo balcón de Julieta. También hay una estatua de ella, y la tradición indica que hay que sacarse una foto tocándole un ceno. No me pregunten por qué, pero la mayoría eligió el derecho, y es así como le brilla el bronce de tanto toqueteo.

También hay que decir que todo el mundo queda mirando a los alrededores en busca de Romeo. Pero éste no está por ninguna parte. Sólo se encuentra su nombre grabado en los miles de souvenires que una tienda prácticamente debajo del balcón ofrece a los turistas que hasta allí llegan desde distintas partes del mundo.

Seguimos caminando por la ciudad, topándonos con bonitas plazas, fuentes, iglesias y puentes. Precisamente cruzamos un puente denominado El Puente de Piedra, que fue construido por los romanos. Allí cerca también pudimos apreciar ruinas de esta civilización de épocas de antaño.

Empezó a garuar, y nosotros comenzamos nuestro retorno al apartamento para descansar un rato después de toda una tarde caminando y disfrutando de la ciudad.

Como aún no habíamos llegado a ir hasta el Arenas, (una especie de pequeño Coliseo), decidimos ir de noche, y de paso ver el movimiento nocturno de Verona. Obviamente salimos de paraguas, porque el agua seguía cayendo del cielo. Tal vez esta fue la razón por la cual no vimos mucha gente en el centro de la ciudad. Caminamos por una peatonal, y de regreso, pasamos nuevamente por la casa de Julieta. Si de día ya te daba miedo, imagínense de noche, lloviendo, y con la calle vacía.

Al otro día por la mañana pese a la lluvia, quisimos hacer el mismo recorrido que habíamos realizado por la noche, pues la peatonal tenía muchos comercios, algunos de los cuales queríamos visitar para ver si podíamos aprovechar algunas liquidaciones.

Por la tarde, agarramos el auto, y nos fuimos hacia un lugar que nos había aconsejado el dueño del apartamento. Este lugar se llama Sirmione y queda a casi una hora de Verona.

¿Qué decirles de este pueblo, o mejor dicho, de este balneario? Tal vez decirles que su visita es altamente recomendable. Fue una pena haberlo visitado con lluvia, pero fue el día que nos tocó, y tratamos de disfrutarlo igual.

Sirmione es como una angosta península en un enorme lago. Tan angosta que solo tiene una calle de punta a punta. Este lago tiene alto contenido de azufre, lo que hace que su color sea muy llamativo. Es un color turquesa muy intenso. Pero no solo esto lo hace peculiar, sino también su castillo con su fosa que lo rodea.

Hay muchísimos hoteles, restaurantes, comercios. Algunos cerrados pues ya se está en baja temporada. ¡Cómo nos hubiese gustado conocer este balneario en verano! Debe de ser fantástico.


En fin, seguimos recorriendo balnearios a orillas de este lago, como ser Garda y Lazise. También hermosísimos. Ahora entendíamos por qué el GPS nos informaba que había muchísimos campings a orillas de este lago. Es que cada lugar es un centro turístico muy importante. Indagando un poco más, nos decían que austriacos, suizos y los propios italianos, son los turistas predominantes en la alta temporada.

Cansados de tanta lluvia, y apenados de no haber conocido estos maravillosos balnearios en el verano, regresamos a Verona, donde pasaríamos nuestra segunda y última noche, previo a dirigirnos a otro punto alto de esta Etapa del viaje compartida con Cecilia: la romántica Venecia.

jueves, 27 de octubre de 2011

SUIZA – LOCARNO con Cecilia

Llegamos a Locarno, y volví a ver a mi hermana y a mi sobrina. Cecilia por su parte, conocería por primera vez a su sobrina, por lo que estábamos muy ansiosos los dos por verlas.

Es increíble, pero de ver a mi hermana una vez por año, ahora tenía la posibilidad de volverla a ver al cabo de apenas quince días. De más está decirles que lo que crecen los bebés en dos semanas es impresionante.

Pasamos unos cuatro días espectaculares en ese pueblo al sur de Suiza. Salimos a pasear por sus calles, ya con una temperatura bastante baja que hacía que nos peleáramos por un rayo de sol que sirviera para calentarnos un poco el cuerpo.

El último día, fuimos con Cecilia hacia Cannobio, un pueblito italiano cerca de allí, que queda también a la orilla del Lago Mayor. A este lugar ya había ido con mis padres, pero quería volver a ir con mi novia, para que ella también conozca ese lugar con su feria dominical.

Venden ropa y accesorios. Pero también venden quesos, salamines y jamones crudos. Te dan para degustar el que quieras, y es muy divertido verlos vender, porque realmente nos recuerda que somos descendientes de italianos, bochincheros, gritones, alegres.

Volvimos a Locarno, y aprovechamos las últimas horas en familia, pues al otro día de mañana, ya nos marcharíamos para recorrer en una semana algunas hermosas ciudades del norte de Italia.

La despedida no fue tan dura pues al cabo de esa semana volveremos a visitar a mi hermana unos días más, intercalando esa visita con idas hacia el centro de Suiza para conocer, de cerca, los Alpes que tanto embellecen las postales de esa zona.

miércoles, 26 de octubre de 2011

MONT BLANC y VERBANIA

Nuestro siguiente destino era Locarno, ciudad al sur de Suiza donde vive mi hermana. Lugar a donde había ido hacía dos semanas a verla a ella, a mi sobrina, y a mis padres.

No podíamos ir de manera directa, pues no existe ruta que atraviese a lo largo los Alpes. Por lo tanto teníamos dos alternativas. Una era subir al norte y empezar a bajar por el medio de suiza; y la otra era ir hacia el sur, a territorio italiano, y luego empezar a subir.

La primera opción no me pareció la más conveniente puesto que en los próximos días iremos al centro de Suiza, y tomaremos gran parte de esa ruta. Por lo que nos decidimos por ir pasando previamente por Italia.

Pero además, este camino tenía un condimento muy fuerte: el Mont Blanc. Esto es la montaña más alta de Europa, con sus 4.810 metros de altura que hacen que en su cumbre haya nieves eternas, y decenas de glaciares con sus hielos milenarios.

Recuerden que cuando salimos de Ginebra en la mañana, la lluvia golpeaba incesantemente el parabrisa del auto. Cuando empezamos a cruzar los Alpes de Norte a Sur, las nubes no permitían ver las cimas de las montañas más altas. Cuando nos topamos con el Mont Blanc, nos quedamos azorados de su gran tamaño, y si bien no pudimos ver su cúspide, vimos sus laderas cubiertas de nieve.

La ruta nos dejaba unos paisajes increíbles, mucho más disfrutables sin lluvia, pero de todas formas no parábamos de maravillarnos. Cuando empezamos a subir esta gran montaña, la altura se hacía sentir al taparse los oídos.

De repente, al cabo de una sinuosa curva, nos topamos con un enorme glaciar, su nombre: Bossons. Era increíble lo cerca que lo veíamos. Estaba como colgando de la montaña.


Obviamente para cruzar el Mont Blanc, no se sube hasta la cima, sino que se debe cruzar un túnel de unos once kilómetros, los cuales duelen unos treinta y seis euros de peaje, que sumados al resto de peajes pagados con posterioridad ya en territorio italiano, dan una espeluznante cifra de algo más de sesenta euros.

Pero señores, seamos sinceros, los volvería a pagar con tal de ver los paisajes de la zona. Y si se lograran ver con el cielo despejado, pagaría aún más.

Pero antes de cruzar el túnel, precisamente una curva antes, vimos al costado de la ruta como un techito, y allí decidimos armar la mesa para almorzar. Es verdad que Cecilia terminó comiendo con la frazada en su falda, pero nos dimos el lujo de comer unos exquisitos tallarines en el Mont Blanc, a metros de uno de sus glaciares.

Luego de almorzar, de cruzar el túnel, y de salir de la autopista italiana con sus elevados peajes, nos encontramos con el Lago Mayor, que es un lago alargado de Norte a Sur, y que por la mitad se encuentra la frontera italiana-suiza. Locarno está ubicado al Norte donde termina el lago.

Pero antes de llegar a la casa de mi hermana, era tanto el dolor de cabeza que tenía después de viajar tantos kilómetros concentrado en la ruta mojada por la lluvia, que decidimos pasar la noche unos kilómetros antes, en un hermosísimo lugar de Italia llamado Verbania. Este pueblo se encuentra al igual que Locarno, a orillas del lago.

Tras encontrar un espectacular hostal perdido entre las calles de la ladera de la montaña, pudimos descansar de un día lluvioso, pero con el placer de haber visto la montaña más alta de Europa.

Al otro día por la mañana, con el sol imponiendo su presencia en el cielo, fuimos unos minutos a ver cómo cambia el paisaje de lagos y montañas con un sol brillante.

Verbania, al igual que todos los pueblos que quedan a la orilla de este lago, es un lugar muy pintoresco. Empezamos a ir por un camino bordeando el lago, hasta llegar luego de cruzar la frontera, a Locarno. Allí, nos reencontraríamos con mi hermana, para pasar cuatro días en familia.

SUIZA – GINEBRA

Empezamos a transitar por una ruta que subía una montaña, y cuando empezamos a bajarla por el otro lado, la vista que nos arrojaba, era maravillosa. Cecilia, asombrada de ver por primera vez esas cimas cubiertas de nieve, no dejaba de expresar su cara de felicidad, y yo embelesado con sus gestos de alegría.

Allí estaban los Alpes Suizos, los cuales veremos de más cerca en los sucesivos días. Pero ahora nos encontrábamos en Ginebra, y la civilización ya nos empezaba a aturdir. Es que los días vividos en tranquilidad en los pueblos del este francés, fueron muy buenos como para empezar a mezclarnos con tanto ruido.

Lo primero que hicimos al llegar, fue ir al lago a ver el famoso chorro que sale, obviamente de manera artificial, hacia las alturas. Patos y cisnes decoran el paisaje del lago. Allí mismo, habíamos estacionado el auto, y había wifi gratuito. Por lo tanto nos quedamos un rato actualizándonos un poco.

Cuando quisimos acordar, ya se hizo de noche, y nos dirigimos a un punto P para pasar la noche. Éstos quedan en las autopistas, y como Ginebra queda en la frontera con Francia, cruzamos a territorio francés para pasar la noche. Pese al fuerte viento, fue una de las noches más cálidas.

Al otro día, destinaríamos todo el día a recorrer Ginebra, pero amanecimos con una lluvia torrencial, que hizo que nuestro ánimo por conocer la ciudad se desplomara. Es más, nos limitamos a dar unas vueltas en el auto, sin visitar nada específico. Aburridos, y agobiados por la lluvia y el tráfico, nos fuimos de Ginebra sin haberla conocido con la profundidad que tal vez se hubiera merecido.

martes, 25 de octubre de 2011

ESTE FRANCES – BAUME-LES-MESSIEURS

Como les comentaba, de Lods nos dirigimos por caminos muy pintorescos hacia Baume-les-Messieurs. Nos llamaba la atención ver los caminos rodeados de unas pasturas envidiables, pero con la peculiaridad de que estaban sin animales, razón por la cual no había alambrados.

Llegamos a este pueblo que se encuentra entre medio de unas montañas rocosas, y lo divide al medio un arroyo de agua cristalina. Ya el sol lograba teñir las rocas de las cimas de las montañas de naranja cuando nosotros estábamos llegando a este hermosísimo pueblo.

Preguntamos en un restaurante por un lugar para dormir, y justo en el piso de arriba, tenían unos cuartos enormes y cómodos. Aceptamos pues la tarifa era accesible, y descansamos en ese rústico hotel.

Al otro día por la mañana, salimos a recorrer las callecitas del pueblo. Nosotros éramos los únicos que caminábamos a la intemperie en esa fría mañana otoñal. Todas las casas de piedra y techos de tejas hacían que el paisaje sea muy placentero para la vista.

Fuimos hasta la enorme iglesia, y tras empujar con fuerza la puerta, entramos y nos quedamos atónitos con lo que veíamos. Nos parecía estar en la película de Robin Hood. El piso de piedra, lustrado tras cientos de años caminándole encima, dejaba ver aún inscripciones que atestiguaban la época de esta gran iglesia medieval. Cruces cubiertas de telas de araña daban una clara muestra de lo inhabitado de este pueblo. O de lo poco devotos que son sus escasos habitantes.

Después nos fuimos a recorrer la orilla del arroyo, respirando siempre un aire fresco y puro. Pasamos una mañana muy agradable en este lugar que nos fascinó. En esos días, supimos conjugar el campo y la naturaleza con estos pueblos que siempre recordaremos con nostalgia.


Previo a abandonar Baume-les-Messieurs, nos fuimos a unas grutas que quedan a unos pocos kilómetros de distancia. Allí pudimos apreciar una cascada y un sendero por la montaña que nos llevaba hasta la entrada (cerrada en esta época del año) de una enorme gruta que se adentraba en la profundidad de la montaña.

Después de allí, emprendimos viaje hacia Ginebra, Suiza. Durante el viaje no parábamos de recordar los hermosos momentos vividos en todos estos pueblos ubicados al este de Francia. Realmente fue algo muy distinto a lo que venía haciendo durante los siete meses de viaje. Por lo general, siempre visitábamos ciudades grandes, o pequeñas, pero siempre turísticas. Creo que junto a El Nido, allá en Filipinas, y a Bosnia y Herzegovina allá en los Balcanes, estos pueblos franceses, fueron los lugares menos turísticos, y a su vez más bonitos de todo el viaje.

Luego de almorzar en un punto P de camino a una de las principales ciudades suizas, nos preguntábamos cómo sería toparse con una ciudad grande después de todos estos días. La verdad fue un choque muy grande. El tránsito, las bocinas, y la cantidad de personas, hacían que ya extrañáramos el este francés apenas arribamos a Ginebra.

miércoles, 19 de octubre de 2011

ESTE DE FRANCIA – EGUISHEIM y LODS

Nos levantamos, y nos dirigimos a un pueblito que se encontraba cerca de donde estábamos, llamado Eguisheim. Este poblado, si uno lo ve de arriba, es como que sus casas perimetrales conforman un círculo, y dentro de él, hay más casas, la infaltable iglesia, y la fuente.

El vino también es el medio de vida de los pocos habitantes que viven allí. Esta vez como era temprano en la mañana, y aún tenía que manejar hacia otros destinos, no realizamos ninguna degustación.

Mientras caminábamos por esas calles que parecen de un cuento, pensábamos en que no veíamos jóvenes en estos pueblos. Sólo ancianos y niños. Ya sea dicho de paso, cuando llegamos a la fuente que se encuentra en el medio del pueblo, vimos a dos niños que atando un imán a la punta de un palo rudimentario, sacaban las pocas monedas que los visitantes arrojan al pasar.

Asombrados de cómo mantienen todos estos poblados con tanta belleza, nos fuimos hacia otro que teníamos programado ir. Esta vez, iríamos a Lods. No sé si describirlo como pueblo o no, pues realmente no eran más de cincuenta casas con su gran iglesia.

Un párrafo aparte se merece el buen trabajo que realizaron los Cruzados en esta zona. Hemos atravesado más de cuarenta pueblos, todos ellos de diversos tamaños. Hasta el más pequeño tiene siempre una iglesia que sobresale en las alturas, incluso algunos tienen dos.

Lods se encuentra entre medio de unas onduladas montañas; allí, no viven más de doscientas personas. El caminar por esas calles con la cámara de fotos colgada del cuello, hacía que quien nos cruzase, nos saludara y nos quedara viendo, como queriendo entender qué hace un turista en ese lugar. 


Nos íbamos a quedar a dormir en algún pequeño hotel, pero nos sentimos tan solos, que preferimos seguir camino hacia Baume-Les-Messieurs, un pueblo fantástico que se lo describiré en mi próxima publicación. Por ahora, sólo comentarles que allí nos quedamos en un cálido hotel para descansar, y al otro día salir a caminar.

martes, 18 de octubre de 2011

ESTE FRANCES – ESTRASBURGO, SAINT QUIRIN y RIQUEWIHR

Nos despertamos, y al mirar por la ventana, la intensa niebla confirmaba el imponente frío que hacía. Es que claro, estábamos prácticamente en el medio del campo. La computadora del auto marcaba tan solo un grado centígrado. Pensar que mi único abrigo es la camperita polar del Grupo de Viaje y una campera de lluvia. Ya me había desacostumbrado al frío intenso.

Nos despedimos de la señora dueña de casa, y emprendimos viaje hacia Estrasburgo, esta vez para recorrer sus calles, canales y plazas. Hacía tanto frío, que usando como escudo la matrícula naranja del auto (que indica que somos turistas), nos metimos por unas callecitas peatonales. Así llegamos hasta un canal, y pudimos contemplar la belleza de su entorno.

Nos hicimos de coraje, nos abrigamos bastante, y salimos a caminar un poco por esa zona espléndida de la ciudad. Sus casas con las vigas de madera, sus faroles, sus enredaderas, todo hacía de cada imagen una postal.

Ya entrados en calor por la caminata, y porque el sol empezaba a calentar más el aire, nos fuimos a estacionar mejor el auto, y recorrimos otra parte de la ciudad: los alrededores de su gran catedral gótica.

Como era Domingo, había bastante movimiento en las zonas turísticas. Paseamos bastante, y al ver que teníamos por delante dos destinos más para ir, nos fuimos de esta ciudad que nos dio la sensación de ser agradable para vivir. Claro está también que nos hubiese gustado quedarnos más tiempo para disfrutarla mejor, pero como les decía en la publicación anterior, Estrasburgo fue un destino que agregamos sobre la marcha, con lo que debíamos apretar un poco nuestro itinerario.

Retomamos la ruta de los pequeños pueblos ubicados en esta parte de Francia, y nos dirigimos a Saint Quirin, una localidad en el medio de la nada. Unas pocas casas, una iglesia entre medio, y en lo alto de una colina, como custodiando al pueblito, otra iglesia del Siglo XIII.


El sol ya daba calor a esta altura del día, y estaba agradable para caminar por este pueblo. Recorrimos un poco la orilla de una cañada que lo atraviesa, y después subimos la colina para llegar a la iglesia que les comentaba. Desde allí se tenía una buena panorámica del lugar en el que se encuentra Saint Quirin. 

Al ir a la otra iglesia, vimos que había un cartel que indicaba que por detrás, se tenía acceso al jardín del cura. Fuimos, dimos una pequeña recorrida, y cortamos un poco de ciboulette para condimentar los exquisitos tallarines que cocinamos a la orilla del camino que nos dirigía a nuestro próximo destino del día.

El GPS, nos señalaba caminos extraordinarios, angostos, entre medio de montañas y de montes de pinos que apenas dejaban pasar algún haz de luz. En ningún momento entramos a la autopista, y los caminos seguían atrapándonos cada vez más.

Después de subir y de bajar una montaña, empezamos a adentrarnos en zonas de viñedos. Ya estábamos cada vez más cerca de un pueblito que nos cautivó. Su nombre Riquewihr. Para llegar a él, debimos atravesar un viñedo en la ladera de una montaña, por un camino de canto rodado. Parecíamos estar en una escenografía cinematográfica.

De más está decirles que no solo sus casas típicas de la zona era lo más pintoresco, sino las bodegas que cada casa tiene, pues los pocos habitantes del pueblo viven por y para el vino. Los precios no eran muy accesibles, pero valía la pena degustar un vino tradicional de esta zona.

Nos quedamos largo rato disfrutando del ambiente, con un predominante aroma a vino, a pan recién horneado, y a humo de alguna estufa a leña que ya a esa hora empezaba a encenderse.  

Tuvimos intenciones de quedarnos en un hotel de allí, pero al final, pese al trajín de todo el día, no estábamos tan cansados como para evitar nuestra segunda noche en un punto P. Claro que estos se encuentran en las autopistas, con lo que tuvimos que tomar una para encontrar el indicado. Y vaya si lo fue, tenía hasta wi fi y todo.

lunes, 17 de octubre de 2011

ESTE FRANCES – RODEMACK y BOOFZHEIM

Nos levantamos del punto P, y nos fuimos a un gran supermercado que se encontraba en un pequeño poblado llamado Thionville en busca de la tan ansiada garrafita. Llegamos diezmados por las búsquedas frustradas del día anterior. Pero parecía que la suerte había cambiado su rumbo, después de tanto preguntar, al fin las encontramos. No compramos una, compramos tres.

Ahora sí se podría decir que arrancábamos nuestra gran aventura por el este de Francia. Un trayecto que lo ideamos sin tener muy en claro lo que veríamos, ya que son destinos para nada tradicionales, y no encontrábamos demasiada información al respecto. Sólo sabíamos que serían pueblos medievales de no más de mil habitantes, incluso algunos no superan los doscientos habitantes.

Fue así, que dejamos atrás los poblados aledaños al centro comercial, y empezamos a adentrarnos en campo abierto atravesándolo por pequeñas y angostos caminos. Nos topamos con unas enormes chimeneas que vomitaban humo, intimidando un poco nuestro turismo aventura.

Seguimos unos kilómetros, hasta que llegamos a Rodemak. Un pueblo donde aún persiste su muralla del medioevo. Estacionamos el auto sin necesidad de pagar por hacerlo, y empezamos a perdernos por sus calles. En realidad no nos perdimos, pues es un pueblo tan chiquito, que por más que uno quiera, es imposible perderse.

Para que se hagan una idea, recorrimos todo su perímetro en tan sólo una hora caminando. Vimos la pequeña muralla que la protegía en aquéllas épocas medievales, entramos a su iglesia principal, así como también a una capilla que se encuentra en el punto más alto de la zona. Fue construida en el Siglo XVI y es muy sencilla. Allí saqué una foto muy bonita que es la que les muestro a continuación.


De más está decirles, que éramos los únicos que caminábamos por el pueblo, y en más de una ocasión vimos cómo nos observaban algunas ancianas por detrás de las ventana como desconfiando de nuestra presencia en el lugar.

Culminada nuestra visita a este hermoso pueblo, nos dirigimos hacia la sexta ciudad más importante de Francia, a Estrasburgo. Este destino no estaba en nuestros planes iniciales, pero un libro lo recomendaba, y decidimos ir a conocerlo.

Un viaje de dos horas se hizo de tres. Ahora les contaré por qué, pero antes quiero comentarles que para llegar a esta ciudad desde Rodemack, pasamos por territorio luxemburgués y también alemán. Fue precisamente en éste último, donde parte de la autopista estaba cortada, y tuvimos que tomar carreteras secundarias. Pero esto nos permitió seguir pasando por pequeños y pintorescos poblados.

En un determinado momento nos encontramos en un camino angosto, rodeados de manzanos. Sin dudarlo, paramos el auto, sacamos una bolsa, y nos pusimos a juntar manzanas. Muchas yacían podridas en el suelo, y muchas otras se lucían relucientes en la copa del manzano. Comimos una y estaba riquísima. Ahora tenemos como tres kilos más en el asiento trasero del auto.

De repente, la computadora del auto empezó a pedir que recargue el nivel de aceite. Casi me viene como un ataque. Ya me veía con el auto fundido rodeado de manzanas vaya uno a saber en qué lugar de Alemania. Sin más conocimiento de mecánica que el de abrir el capó, llegamos a una estación de servicio, y con mi escaso, o mejor dicho nulo alemán, me hice entender que necesitaba aceite, que no sabía cuál, y que ni siquiera sabía dónde iba. Por suerte, la mujer de la estación me enseñó todo lo que tiene que ver con el aceite.

Seguimos camino hasta Estrasburgo nuevamente en autopista. Indudablemente se trataba de una gran ciudad, pues el tránsito se empezaba a aglomerar en las esquinas. Al llegar al centro, teníamos dos opciones, o bajábamos y recorríamos la ciudad rápidamente, o íbamos a un camping a descansar, y al otro día por la mañana haríamos la primer opción.

Decidimos ir a un camping, con el inconveniente de que el GPS nos decía que el más cercano, quedaba a unos treinta kilómetros. De todas formas nos atrevimos.

Vaya camino el que nos dirigía al camping. Empezamos a transitar por entre medio de maizales. Al ser claramente una zona agrícola, no tenían alambrados, y podíamos tocar el maizal con el sólo hecho de sacar el brazo por la ventana. Fue un camino impresionante. En un momento un bosque sustituyó los maizales, y sus árboles, cansados del sol del verano, ya dejaban caer sus hojas amarillas y rojas sobre el camino. Un cartel, nos advertía de la posibilidad de que se nos atravesara algún ciervo. En este escenario, seguíamos Cecilia y yo, en el medio del campo francés, en busca del camping.

Gran sorpresa la nuestra y mayor desesperación la mía al ver que el camping se encontraba totalmente abandonado. Fuimos hasta el pueblo donde se encontraba el camping y allí, en su único almacén preguntamos si no conocía algún lugar para alojarse por una noche. Por suerte nos pudimos comunicar en español, y si bien no había hoteles en el pueblo, nos dijo que había una señora que hospedaba en su casa. La llamó, averiguó, le dijo que éramos una pareja, que parecíamos bien, y nos confirmó.

Tras las indicaciones de cómo llegar a la casa, nos fuimos en su búsqueda. Allí nos esperaba desde un balcón la simpática señora. Nos presentamos, y Cecilia empezó a hablar francés con ella mientras yo trataba de imaginarme lo que decían por sus gestos. Nos hizo entrar a su elegante casa, y nos mostró nuestro dormitorio. Creo que habitaciones de hoteles cinco estrellas en los cuales estuve en Asia igualaban a este dormitorio donde alguna vez durmieron sus hijos ya adultos.

Nos instalamos, y como aún era temprano, salimos a recorrer un poco este pueblo llamado Boofzheim. Estoy seguro que no aparece en ningún mapa. Como aún no habíamos almorzado, y ya eran como las cinco de la tarde, buscamos un lugar donde poder cocinar y estrenar la garrafita.

Encontramos una mesa con dos bancos en la orilla de un arrollo en las afueras del pueblo, y allí cocinamos unos exquisitos tallarines con salsa de tomate. Después de almorzar, y ya con el sol lejos en el horizonte, volvimos a la casa de la señora para descansar en el cómo somier.

Pucha que fueron muchas cosas para un solo día. Pero este viaje es así. Se vive muy intensamente, se disfruta y por eso el quererlo compartir con todos ustedes.

domingo, 16 de octubre de 2011

LUXEMBURGO – LUXEMBURGO

Dejamos atrás París, para dirigirnos en un viaje de tres horas y media hasta Luxemburgo. En el trayecto, me acordé que nos habíamos olvidado de comprar una garrafita para cocinar, con lo que parábamos en cada estación de servicio para ver si encontrábamos alguna, pero no tuvimos suerte en ninguna ocasión.

Cocinar para nosotros es muy importante, puesto que como Cecilia es celíaca, no comemos comida al paso.

Los kilómetros pasaron, las garrafitas no aparecían, las latas de atún seguían siendo nuestra base de alimentación, y al fin llegamos a Luxemburgo.

Poco sabemos de Luxemburgo, por ejemplo que es uno de los principales paraísos fiscales, y que su ingreso per cápita es uno de los más altos del mundo. Pero poco nos importaba nuestra ignorancia sobre este diminuto país del centro de Europa, si de todas maneras nos encontrábamos allí, recorriendo sus hermosas calles y puentes.

Pasamos toda la tarde paseando por la ciudad, que sin ser demasiada extravagante, quedará guardada en nuestra memoria el haberla recorrido juntos.

Teníamos pensado dormir en un Punto P, pero antes de dirigirnos a uno, seguimos insistiendo en la búsqueda de la garrafita sin existo alguno, lo que implicó volver a abrir una lata de atún.

Párrafo aparte se merece la primera noche de Cecilia durmiendo en el auto, en el medio de alguna ruta de Luxemburgo. Yo, con la experiencia de estos meses, intentaba transmitirle tranquilidad, mientras la iluminaba con la linterna en un baño sucio y oloriento.

Con los chiquilines, dormía en el auto sin tapar las ventanas, pero para darle un poco de privacidad, y para que se sintiera más segura, tapamos las ventanas con las sábanas de los colchones inflables.

Hizo mucho frío, yo casi no dormí, pero Cecilia por suerte más templada, durmió mejor. En realidad “mejor” es una forma de decir, pues pasó soñando cosas horribles toda la noche. Tan horribles como qué hacer en el medio de la nada si algún camionero loco me asesinaba. Pero lo más trágico, era que se sentía mal por verse sola en algún lugar de Luxemburgo, no porque alguien haya matado a su amado.

En fin, así fue la primera noche durmiendo en el auto con Cecilia, que muy valientemente me dijo que lo volvería a hacer.

viernes, 14 de octubre de 2011

FRANCIA – OTOÑO EN PARIS

Muchos me han preguntado sobre el reencuentro con Cecilia. Obviamente no ahondaré en detalles, se lo dejo todo a su entera imaginación. Sólo decirles que fue muy emotivo volver a vernos después de tanto tiempo, y qué mejor que reencontrarnos en esta ciudad que se dice ser la ciudad del amor.

Hemos vivido estos tres días de manera muy intensa, pues hemos hecho de todo. Caminamos muchísimo, y verle la cara de felicidad a Cecilia, me llena el alma. Es que la Torre Eiffel, el Arco de Triunfo, el Museo de Louvre, Notre Dame, Los Invalidos, el barrio Montmartre, provoca justamente eso, felicidad.

Desde el aeropuerto hasta el hotel, le pedí a Mariela (para los despistados es el GPS), que pase por los dos grandes íconos de la ciudad: El Arco de Triunfo y la Torre Eiffel. Manejar el auto con Cecilia a mi lado, viendo sus ojos asombrados ante semejantes monumentos, me provocaba una alegría inmensa.

La primera noche, no podíamos dejar pasar la oportunidad de ir hasta la Torre Eiffel, y ver cómo su estructura es iluminada por miles de luces. El sólo hecho de contemplarla, produce que se te erice la piel.

Al otro día realizamos el city tour gratuito, ese que se hace caminando, el que venimos haciendo con los chiquilines en las principales ciudades europeas.

El tour comenzaba en la plaza St. Michel, a unas cuadras de Notre Dame. A esta catedral la vimos desde lejos, pues el tour agarró dirección opuesta al lugar donde alguna vez vivió el jorobado.

Bordeamos un tramo del Río Sena y cruzamos por un puente no muy bonito, pero con algo que llama mucho la atención. En sus barandas, se encuentran trancados miles de candados, donde los enamorados escriben, o graban sus nombres justamente en los candados, y una vez cerrados, tiran la llave al río para que nunca más se encuentre. Lo curioso es ver candados con combinación numérica, clara muestra de que si alguien se arrepiente, pueda destrancar y separarse de su amada. O pero aún, candados que tenían enganchado otro candado más, me imagino representando algún amante perdido.


Pero lo más interesante de esto, es que no importa que la llave no se encuentre más, o que la combinación numérica no se recuerde, porque al cabo de superar determinado peso, que pueda ocasionar el derrumbe del puente, el municipio saca, cada determinado período de tiempo, la mayoría de los candados. No me quiero imaginar la cantidad de divorcios que debe ocasionar este macabro suceso.

En fin, seguimos caminando hasta llegar al Museo de Louvre. Obviamente que con el tour, no entramos, pero tampoco lo hicimos después por nuestra cuenta, pues si bien teníamos el dato de que como periodistas, se puede entrar de manera gratuita, pensamos no valía la pena perder una tarde en busca de la Monalisa o la Venus de Milo, con la cantidad de otros puntos turísticos que se encuentran desperdigados por la ciudad.

Seguimos hacia la plaza de la Concordia, donde me encontré con uno de los monumentos que estaba buscando, pues había tenido el privilegio de ver a uno exactamente igual, en Luxor, Egipto. Este monumento que les digo es un obelisco que como tantos otros tesoros egipcios, se encuentran lejos de su lugar de origen. Pero este no fue producto de los saqueos, peor aún, fue víctima de una gran estafa. Es que los egipcios lo intercambiaron por un reloj, el cual jamás lograron que funcionara.

Terminamos el tour en un lugar que mucho tiene que ver con la Segunda Guerra Mundial. Después de haber estado en muchos países de Europa, y ver cómo sus principales ciudades habían sido restauradas luego de ser arruinadas por bombardeos, me preguntaba cómo Paris, ciudad principal de uno de los Aliados, jamás sufrió grandes destrucciones.

La explicación radica en que París había enamorado a Hitler, quien quería conservarla como su trofeo, pero al ver inminente su derrota, ordenó al General Dietrich von Choltitz que destruyera por completo la ciudad, así como lo había hecho tiempo atrás con Rótterdam. Pero increíblemente Dietrich von Choltitz no quiso seguir el capricho de Hitler, porque sabía que ya no tenía ninguna función estratégica. Es así, que se comunica con Charles de Gaulle para lograr un acuerdo, pues él no quería destruir París, pero tampoco quería morir por no obedecer una orden directa de Hitler.

Por eso, acordaron simular un bombardeo en la ciudad, de manera de engañar a Hitler, pero para hacerlo más creíble, se debía sacrificar un emblema de la ciudad como era y sigue siendo el Gran Palacio. A cambio, el general alemán, obtendría asilo político en Francia.

Luego de culminado el tour, caminamos por los Campos Eliseos disfrutando de las más famosas marcas que cortejan la gran avenida hasta llegar al Arco de triunfo. Es increíble el tamaño de este monumento. Subimos gratuitamente como periodistas hasta su techo desde donde se contempla toda la ciudad.

Otro día paseamos por Los Inválidos, lugar donde se encuentra enterrado Napoleón Bonaparte, cruzamos el hermoso puente Alexander III, y nos tomamos un subte hasta uno de los barrios más pintorescos de París como es Montmartre.

Allí visitamos Moulin Rouge, la plaza de los artesanos, y la Catedral del Sagrado Corazón, o más conocida en francés como Sacre Coeur.

El último día hicimos uno de los paseos obligados de la capital francesa como es subir hasta lo más alto de la Torre Eiffel. Después de algo más de una hora de cola, sin carnet de prensa que valga, pagamos para contemplar la ciudad desde lo más alto.

Era un día nublado con lo que no se lograba ver con claridad el horizonte, pero esto no era impedimento para maravillarnos de lo que veíamos.

Luego, en subte, nos dirigimos a un barrio alejado del centro, donde se encuentran los edificios más altos de la ciudad, así como también más moderno. Es “La Defensa”, barrio financiero, donde está el nuevo Arco de Triunfo, que en realidad es un edificio que contiene tres ministerios.

Aquí, no sólo el subte era más moderno y prolijo, sino que también las plazas y fuentes estaban en excelente estado. Ya se empezaban a ver personas de saco y corbata, elegantes, ejecutivos.

Nos quedamos bastante rato disfrutando de esta parte de la ciudad. Después, regresamos al hotel, y fuimos a hacer un surtido al supermercado, pues ahora empezamos nuestro recorrido en auto por Luxemburgo, Este de Francia, Suiza, Norte de Italia, y España.

lunes, 10 de octubre de 2011

FIN ETAPA III – COMIENZO ETAPA IV

Como les comentaba hace mucho tiempo, mi viaje consistía en diversas etapas. Estaba la I que consistió en los dos primeros meses en los cuales viajé junto al Chelo, el Ciervo, Matías y Nacho.

Después llegó la Etapa II, en la cual comencé a viajar con el Grupo de Viaje propiamente dicho por dos meses y medio.

Cuando parecía que nunca llegaría, llegó la Etapa III, que básicamente consistió en recorrer Europa en auto junto a Juan Pablo (Jota), Pablo y Santiago. No olvido la transición entre estas dos etapas que compartí con Álvaro, Andrés, Damián, Matías (distinto al amigo de la Etapa I) y Carlos (el docente acompañante).

La cuestión, es que el 9 de Octubre llegó después de tanto tiempo. Recuerdo cuando nos juntábamos en la casa de Santiago para decidir sobre nuestro itinerario a realizar en el viejo continente. Pensar que veíamos tan lejana esta fecha, y ya estamos viviéndola.

En fin, dejamos atrás Lausana, y nos dirigimos a París, donde cada integrante de este auto, sigue su camino. Juan Pablo se juntará con un amigo suyo de Montevideo para recorrer un poco de Francia, y luego España; Pablo unos días de París; y Santiago de forma solitaria, recorrerá España, que como es muy común en él, todavía no sabe cómo.

Disfruté muchísimo estos dos meses con ellos. Es verdad que la convivencia en un espacio reducido como es el auto, muchas veces se vuelve difícil. Pero nada que no hayamos podido solucionar entre amigos que tienen el mismo sueño de viajar.

Tenemos muchas anécdotas divertidas que prefiero reservármelas, para cuando nos volvamos a ver con el Grupo allá en Montevideo.

Jota, una persona callada, observadora, siempre con la palabra justa, como cuando después de semanas levantándolos temprano, en una mañana, en la cual estábamos muy cansados me dijo: “basta Juanchi, estamos de vacaciones”. ¿Qué podía decirle? Indudablemente tenía razón, y a partir de ahí me puse menos exigente con el horario del despertador.

Pablo, contador y murguuero de alma, un tipo increíble. Siempre con una sonrisa, fueron pocas las veces que no dejaba ver sus dientes detrás de su sonrisa. Un buen compañero de viaje, y un mejor amigo.

Santiago, ¿qué decir? Mentiría si no dijera que más de una vez discutimos fuerte, pero esto fue consecuencia de la alta confianza que nos tenemos, que ocasionaba decirnos todo lo que sentíamos o pensábamos. Realmente fue un placer viajar con él, pues en la mayoría de las anécdotas divertidas del viaje, Santiago siempre formaba parte activa de la situación. Podríamos decir que él agregaba el toque de humor que todo grupo humano necesita.

Yo me quedaría con el auto para viajar con mi novia (Cecilia), por lo que al llegar a París, empecé a distribuirlos por los lugares donde pasarían la noche. Primero llevamos a Santiago a la casa de una persona a la cual nadie conocía. Es que hay una manera de hospedarse en diversas ciudades del mundo. Se llama Couch Surfing, y consta básicamente en un sitio de internet donde se encuentran personas dispuestas a alojar en su casa de manera gratuita a viajeros, con la única recompensa de que después se esté dispuesto a alojar a alguien en tu propia casa.

Así fue como Santiago consiguió que alguien lo hospedara, y lo arrimamos hasta allí.

A Jota lo llevamos a un hostal, y Pablo se vino conmigo al hotel donde pasaré las noches con Cecilia en la capital francesa.

Pero cuando termina una etapa, comienza otra. Se podría decir que en todo sueño, hay una historia de amor, y en este viaje, no podía faltar esa cuota de amor y de ternura. Por eso, Cecilia, quien es Licenciada en Nutrición (lo digo por si alguien necesita de sus servicios profesionales) está a punto de tocar suelo francés, mientras yo, ya la espero con ansias en el Aeropuerto.

Muchos estarán pensando en que recién después de siete meses de viaje la voy a ver. Es verdad, es mucho tiempo, pero los casi diez años que llevamos de novios, no nutrió de suficiente confianza como para poder estar separados durante estos meses. Antes de que empiecen a sacar cuentas, es verdad, éramos muy chicos cuando nuestros caminos se cruzaron por primera vez.

Todavía me encuentro a horas de nuestro reencuentro, es que mi ansiedad me jugó una mala pasada, pues no sólo me he recorrido casi todas las terminales de este enorme aeropuerto, sino que también me hizo pagar estacionamiento en todos ellos, y como si fuese poco, el vuelo está atrasado. De todas formas estoy a menos de diez metros de la puerta de salida, no sea cosa que el monitor informativo se equivoque, y el vuelo ya esté aterrizando y me pierda de ese abrazo que hace tanto tiempo espero.

domingo, 9 de octubre de 2011

SUIZA – LAUSANA

Llegamos a Lausana pasadas las cinco de la tarde, paseamos un rato en auto, y cerca de las siete nos fuimos a la casa de Matías.

Como les comentaba en la publicación anterior, los chiquilines conocieron en Los Ángeles, allá en Estados Unidos cuando recién comenzaban su viaje, a Matías, argentino que siempre vivió en Lausana, ciudad cercana a Francia.

Llegamos a su casa, y allí tuve el privilegio de conocerlo. Pero también tuvimos el placer de conocer a sus padres y hermanos.

Nos instalamos en un dormitorio muy amplio y cómodo. Nos duchamos, y luego, mientras conversábamos reunidos como en familia en la mesa de la cocina, comíamos una exquisita pisa.

Yo en la semana, que me había encontrado con mis padres y mi hermana, había vuelto a experimentar lo maravilloso que es el simple detalle de sentarse alrededor de una mesa y compartir una cena. Pero los chiquilines, desde que salieron de Uruguay, no habían tenido la oportunidad, y disfrutaron como si hubiesen estado en su propia casa.

Esa misma noche, después de cenar, nos fuimos a la casa de unos amigos de Matías. ¿Qué contarles de todos ellos? Creo que hacía muchísimo tiempo no veíamos gente tan simpática y amigable como ellos. Si bien hablaban francés, y otros italiano pues venían del sur de Suiza para estudiar en la universidad, muchos hablaban un poco de español, y podíamos comunicarnos fácilmente, o sino mediante inglés, y en el peor de los casos, Matías nos hacía de intérprete.

La cuestión es que nos encontramos en una casa de estudiantes universitarios, muchos de los cuales ya se recibieron de geólogos o de biólogos, tomando cerveza, vino y una bebida típica de suiza cuyo nombre no recuerdo, pero su sabor era espantoso. Compartimos un momento increíble, muy divertido y entretenido. Luego nos fuimos a bailar a una discoteca hasta que nuestros cuerpos dijeron basta, y nos fuimos a descansar.

Al otro día me levanté con una duda muy grande, pues fue como que se me tambaleó la estantería después de lo vivido el día anterior; es que la idea que tenía sobre la idiosincrasia del suizo, no encajaba con lo extrovertido de las personas que habíamos conocido.

Es verdad que Matías y su familia son de Argentina, pero sus amigos son en su mayoría suizos, y no encajaban en el esquema que tenía formado. Tal vez la explicación radique en la juventud, no lo sé. Pero ya se me es difícil explicar el estereotipo de un ciudadano de este diminuto país ubicado en el centro del viejo continente.

Nos levantamos tarde, prácticamente a la hora del almuerzo. Otra vez reunidos como en familia, comimos carne de ciervo con verduras.

Es increíble como valora uno el hecho de estar compartiendo una mesa con personas tan sencillas y amables lejos de nuestra casa. Realmente hicieron que la distancia con Uruguay, disminuyera con el trato que nos dieron.

Después de almorzar y de una linda sobremesa, donde hablamos de todo; desde nuestro viaje, pasando por nuestros proyectos a corto y mediano plazo, hasta de fútbol y economía; nos fuimos a pasear por el centro de Lausana donde Matías nos hizo de guía turístico.

Es una ciudad muy linda, con un gran lago y los Alpes que se divisa en el horizonte. Aquí en Suiza parece que todas las ciudades están predestinadas a ser hermosas.

Fuimos a un café, donde conocimos a otro hermano de Matías. Después volvimos a su casa, pues íbamos a comer fondue y la compartiríamos con unos amigos. Qué rico!

Más allá de haber conocido otra ciudad muy bonita de Suiza, lo que más valoro, y quiero resaltar en esta publicación, es lo bien que nos recibieron, no sólo Matías, sino también su familia y amigos. Nos hicieron sentir realmente como en nuestra propia casa. Y creanmé que después de siete meses de viaje, sentirte como en casa, es como recuperar el aliento.


Siempre digo que lo bueno de viajar no sólo es conocer lugares lindos, sino también conocer personas espectaculares como la que nos acogieron aquí en Lausana. Ellos formaron parte de mi viaje, de mi sueño, y les estaré eternamente agradecido.

viernes, 7 de octubre de 2011

SUIZA – INTERLAKEN con amigos

La semana en lo de mi hermana, donde me encontré con mis padres, y donde conocí a mi sobrinita Verónica, culminó cuando los chiquilines me pasaron a buscar para seguir con ellos hacia el centro de los Alpes, hasta llegar a Interlaken.

Fue muy duro despedirse nuevamente de mis padres, a quienes volveré a ver en menos de dos meses. Sin embargo, con mi hermana, nos volveremos a ver en quince días, cuando vuelva con mi novia a su casa.

Fue muy lindo volverme a ver con los chiquilines, pues las anécdotas de sus vivencias en Florencia, Roma y Mónaco eran muy divertidas.

No voy a mentirles, realmente me daba un poco de pereza arrancar nuevamente en el trajín de andar al palo todos los días, pero créanme que esa pereza desapareció rápidamente cuando empezamos a toparnos con las gigantescas montañas con sus picos nevados de la principal cadena montañosa de Europa.

Empezábamos a quedarnos boquiabiertos con los paisajes que nos arrojaba la ruta por la que transitábamos. Uno nunca se cansa de ver este tipo de postales con montañas y lagos. Paramos en más de una oportunidad para atesorar, con al menos una foto, tanta belleza.


Llegamos a Interlaken, ciudad balnearia que como su nombre lo indica queda situada entre medio de dos enormes lagos. Es un balneario, pues en invierno es un centro de deportes relacionados con la nieve. Ahora todo está verde, con los lagos color turquesa.

Caminamos por la ciudad, y al caer la noche buscamos un punto P para dormir.

Al otro día, nos dirigimos, cerca de allí, a Trummelbach (sé que les cuesta leer este nombre, a mi me costó escribirlo), que queda en un diminuto poblado en un pequeño valle llamado Gimmelwald. Trummelbach, consiste en enormes cascadas subterráneas, que atraviesan las montañas.

Nuestros respectivos carnés de prensa, permitieron ahorrarnos las entradas. Que sea dicho de paso son caras, pues Suiza es un país muy caro; tanto como los países nórdicos.

Ya cerca del mediodía, volvimos a Interlaken, y nos fuimos a uno de sus lagos para cocinarnos el almuerzo en su orilla. Fue increíble el lugar donde nos dimos el lujo de almorzar. Una vista envidiable: pasto, lago, cisnes y montañas. ¿Qué más podíamos pedir? Un exquisito asado de tira. Ante la imposibilidad de comprar productos cárnicos, nos tuvimos que conformar con una comida enlatada que traíamos de Alemania, la cual al sentir el gusto a comino, preferí no comerla, conformándome con el queso rayado para mi almuerzo del día. Pero como les decía, el lugar en el que estábamos, era capaz de minimizar cualquier problema alimenticio.


Por la tarde nos dirigimos a Grindelwald, otro poblado ubicado en el medio de una montaña. Caminamos bastante, con los picos nevados cada vez más cerca. A este lugar tuve la posibilidad de conocerlo en pleno invierno, cuando todo era blanco. Ahora, saliendo de la primavera, el verde de las pasturas, con los diversos colores de las flores, contrastan con los glaciares que se ven allá a lo alto en las montañas.

Bajamos nuevamente a Interlaken, lloviendo, para ir a dormir al mismo punto P que la noche anterior. A la mañana, al despertarnos, nos encontramos con las montañas que nos rodeaban cubiertas de nieve, claro está que en las cimas.

Como estaba muy frío, y nublado, decidimos irnos de Interlaken, y nos fuimos hacia la capital suiza, hacia Berna. Una ciudad pequeña, de tan sólo 122.000 habitantes.

Aquí no sólo hacía el mismo frío que Interlaken, sino que también llovía. Por eso Jota y Santiago se quedaron en el auto, mientras Pablo y yo salimos a descubrir el centro histórico de la ciudad.

Casi que tiritando del frío, paseamos por sus calles empedradas donde encontramos la embajada de nuestro querido Uruguay. Vimos uno de los puntos más turístico de la ciudad como es e una torre con un reloj astronómico parecido al que vimos en Praga.


También fuimos a una catedral gótica, y por último a ver unos osos que se encuentran en una fosa. Estos animales son los animales típicos de la zona, razón por la cual la bandera y el escudo de la ciudad tienen un oso.

Ahora, terminamos de almorzar. Estamos camino a Lausana, donde nos espera un amigo de los chiquilines, a quien conocieron cuando recién comenzaron su viaje allá en Los Ángeles. Esta ciudad suiza, será el último destino con estos increíbles amigos.

martes, 4 de octubre de 2011

SORPRESA EN LOS ALPES

No hay mejor manera que empezar a contar esta historia, desde el principio; sorteando, claro está, algún detalle que nada aporta a la escencia de la sorpresa.

Mi hermana, quien hace casi ocho años vive en Locarno, pueblito al sur de Suiza, trajo a este mundo mi primer sobrinita llamada Veronika. Mis padres ya estaban con ella, conociendo a su nieta, y viendo cómo su propia hija incursionaba en su nuevo rol de madre.

Y fue así, con el amor que despierta una sobrina a un tío, que se me ocurrió interrumpir el itinerario, para ir a conocer a Veronika, y ver a mis padres a quienes obviamente no veía desde aquella despedida de la noche del dos de Marzo.

Por lo tanto, con algunas mentiras piadosas, pude disimular mi plan para que todo fuese una sorpresa.

Estando en Venecia, compré los boletos de tren que me llevarían hasta Locarno. Pero fue una decisión algo difícil, pues yo soy el titular del leasing del auto, y los chiquilines iban a hacer bastantes kilómetros sin mi, lo que les podría ocasionar un serio problema, pues viajan sin el propietario, lo que podría dar a entender que andan en un auto robado.

Me desperté la mañana del 28 de Setiembre muy nervioso, pues arrancaría la sorpresa. Pero la sorpresa no es lo importante en el asunto. Lo importante precisamente es lograr ver a mi hermana con su hija en brazos, y ver a mis padres cómo se les llenan los ojos con ese brillo de felicidad al mirar a su nieta.

Me despedí de los chiquilines, y sólo con La Abanderada empecé el viaje de siete horas hasta el sur de Suiza, más precisamente hasta Locarno.

De más está decir que no fue un tren directo, tuve que hacer varias escalas. Y cuando al fin llego a destino, la ansiedad invadió todos mis músculos, provocando que la adrenalina obligara acelerar el paso. Ya en el camino hacia la casa de mi hermana, dejé caer alguna lágrima de emoción por lo que significaba mi llegada.

No sólo veería a mi hermana y a mis padres después de tanto tiempo, sino que conocería a una criatura que de sólo verla, enternecería al hombre más duro.

Encontré la casa, toco timbre, y con un fuerte "buon giorno principessa", le doy la sorpresa a mi hermana que justo estaba amamantando. Mis padres no estában, justo habían salido, con lo que mi hermana los llamó para decirles que vuelvan, así no desperdiciaban ni un minuto más y venían a verme.

Todo salió como esperaba, di la sorpresa, y conocí a Veronika.

Ahora ya hace una semana que comparto los días con todos ellos. Hemos estado en familia, he recargado las pilas, y como si fuese poco, en unos días me reencontraré con mi novia. Paseamos juntos por estos lugares espectaculares que tienen los Alpes como telón de fondo.


En estos días cumplí los siete meses de viaje, y fue muy especial por todo lo que les estoy contando. 

Mañana los chiquilines me pasan a buscar, para hacer junto a ellos nuestros últimos destinos: Interlaken y Lausana. Luego nos iríamos nuevamente a París, desde donde comenzrá la última etapa, de casi dos meses, de este viaje inolvidable.

sábado, 1 de octubre de 2011

ITALIA - VENECIA con amigos

Llegamos a Venecia. Pero por la imposibilidad de pagar un hotel o un hostal en dicha ciudad, nos fuimos a un camping muy bueno y bastante barato en Mestre, ciudad ubicada a un kilómetro o dos de la propia Venecia.

Desde allí, un ómnibus nos llevaba a esta ciudad italiana famosa por sus canales, por sus calles que en verdad son peatonales, por sus góndolas y sus gondoleros con las remeras rayadas, por sus máscaras teatrales en los puestos de souvenires, y por su gran Plaza de San Marcos como punto de reencuentro de todos los turístas que diariamente se dirigen a este destino particular.


¿Qué decirles de Venecia que ya no sepan? En mi caso personal, es la segunda vez que veo esta ciudad, y aún así me sorprendió como si fuese la primera vez. Es que en esta oportunidad, es verano, y no llevaba conmigo la bufanda ni el gorro. Todo está más vivo, más turistas, más movimiento.

Caminamos, y casi de forma inevitable, nos perdimos entre las angostas calles; pero uno disfruta perderse en esta ciudad, pues cada rincón es pintoresco. Cuando al fin llegamos a la Plaza de San Marcos, nos quedamos largo rato charlando de todo un poco, viviendo el lugar, y disfrutándolo con cada bocanada de aire que dábamos para seguir conversando.

Después de toda la tarde allí, regresamos al camping, dormimos, y al otro día de mañana, estaba pronto para una sorpresa. Sorpresa de la cual los chiquilines fueron cómplices, y de la cual se enterarán en la próxima publicación.

ESLOVENIA - LJUBJLANA

Despúes de todo un día disfrutando de las diversas vistas de Croacia, llegamos a la capital de Eslovenia, cuyo nombre aún no sé pronunciar, pero que se escribe Ljubjlana. Ya era de noche, y con jota nos queríamos detener para visitar aunque sea por unos minutos el centro histórico de la ciudad. Mientras Pablo y Santiago nos esperaban en el auto, con Jota recorrimos unas hermosísimas calles y puentecitos sobre el río que atraviesa la ciudad.


Al haber agregado tantos kilómetros para lograr llegar a Sarajevo, también agregamos varias horas de viaje adicionales al itinerario original, con lo que a algún destino deberíamos sacarle tiempo de visita. Y este destino fue precisamente Ljubjlana.

Todos estos lugares son tan pintorescos, que es un crimen no destinarles el tiempo que se merecen, pero así es el viaje, muchas veces sacrificamos algún destino en busca de otros nuevos. Cómo nos hubiese gustado ir a Montenegro! Estábamos tan cerquita... pero uno cuando prepara el viaje se centra demasiado en destinos clásicos como Francia, Italia y España, sin darse demasiada cuenta lo cerca que se estará de Albania, Macedonia, Bulgaria, Rumania, entre otros países para nada convencionales, y de difícil visita el día de mañana. Éste tal vez, sea el principal consejo para los viajeros que quieran recorrer Europa.

En fin, conocimos de noche la capital de Eslovenia, y nos quedamos con muchas ganas de recorrerla tranquilamente durante el día, pero al día siguiente nos esperaba Venecia con todo su encanto ya conocido por todos.

Fue así, que decidimos avanzar unos kilómetros hasta llegar a un punto P ubicado a una hora de la ciudad italiana que cada año se hunde algunos centímetros. Dormimos allí, ya en tierras de este país con forma de bota.